Carretera Perdida


Hay un tipo de Cine que al igual que algunos platos exquisitos provenientes de lugares remotos, no están destinados a ser consumidos por el gran público. Son del tipo de filmes que jamás de los jamases veremos en los canales nacionales como propuesta de entretenimiento de un sábado por la noche en lugar de los habituales combos de Jacki Chan, Van Damme, Jason Statham o el joven Bruce Willis.

Y digo que no están hechos para el consumo del gran público porque desde su gestación han sido estructurados para hacer pensar, no para entretener. Su narrativa, montaje y guion son meticulosos rompecabezas que requieren en algunos casos más de un atento visionado para una mejor comprensión.

Tal es el caso de Lost Highway, obra del maestro David Lynch que aunque inigualable, sigue las mismas formas reconocibles presentes en sus anteriores montajes a lo largo de toda su retorcida y genial filmografía.

En Lost Highway asistimos a la puesta en escena de la perfecta comunión entre un guion onírico plagado de guiños al espectador atento, un pulso firme en la dirección para no caer en la tentación del cine comercial que entrega productos fácilmente digeribles para la mente dormida del asistente promedio, y por ultimo unas actuaciones memorables que están a la altura de un reto psicológico de tal magnitud.

Lost Highway queda, desde mi muy subjetivo criterio, enmarcada en ese selecto grupo de películas que no te dejaran indiferente y que tras su final habrá que escoger a que bando se pertenece: al de los que entendieron la película; al de los que no entendieron la película o al bando mayoritario que cree haberla entendido.

Por último, en el apartado musical encontramos ritmos potentes y en algunos tramos envolventes que sumergirán al espectador en lo más profundo de la confusión rítmica  orquestada por el talentoso Trent Reznor que años más tarde ganaría el Oscar y el Golden Globe gracias a su trabajo en The Social Network.

En definitiva una película no apta para televidentes de Caracol y RCN que generará horas y horas de inagotable debate entre los cinéfilos puros.

PS: ¿Y si el Ice Bucket Challenge es en realidad una estratagema del Vaticano para bautizar a todo el mundo?