De la cara de Renée Zellweger al culo de Jesica Cediel


Gran revuelo ha causado tanto en el mundo real como en el virtual la reciente aparición de quien otrora fuese una de las más bellas del celuloide al tiempo que gran actriz como lo demostrara en el drama Cold Mountain, en el musical Chicago o en la divertida y desparpajada Bridget Jones Diary.

Las razones saltaban a la vista, Renée Zellweger había sucumbido ante las manos alegres de un cirujano plástico creativo con delirios de Picasso. Sin embargo, serian sus propias declaraciones al respecto lo que daría la puntillada final en ese rostro desconocido que se negaba a transmitir emociones o sentimientos más allá de la lástima.

La susodicha en un arranque de falsa sinceridad expresaba que eran sus nuevos hábitos alimenticios y no el bisturí los causantes de la desaparición de los rasgos heredados celosa y caprichosamente de sus ancestros. Miente descaradamente la exbella rubia de Texas. Pero no es de extrañar, al fin y al cabo es por mentir, fingir y engañar frente a las cámaras que se ha hecho rica y famosa en todo el orbe. Incluso en los países donde campea el virus del Ébola.

El culto a la belleza y a la juventud ha sido la religión más antigua y con mayor  cantidad de adeptos de toda la humanidad. Desde todos los estratos y condiciones socioeconómicas se pretende detener o al menos ralentizar el paso inexorable de los años con cualquier variedad de mejunjes que ofrecen el oro y el moro para convencerte de ello.

El temor a envejecer y que se note, además, ha dado origen a una nueva raza de mujeres cincuentonas y sesentonas con ridículas tetas de veinteañeras; culos levantados y desproporcionados que riñen con la coherencia y el decoro, como si al David de Miguel Ángel le colgaran un Bling Bling o le hiciesen la circuncisión. Con los hombres no es muy distinto, es frecuente ver tintes capilares aplicados a las carreras que dejan percibir una raíz blanca rebelde que cual amante aburrida se niega a seguir en la clandestinidad. Ni que hablar de la vigorexia en los que pasan de cuarenta y pagan costosas membresías en los gimnasios pasarela más famosos del país.

Lo curioso de todo el asunto es como la mentalidad ha ido cambiando a pasos de gigante, hasta hace relativamente poco se reiteraba con asiduidad que la clave para mantenerse joven era asistir regularmente al gimnasio e incluir en sus hábitos alimenticios frutas y verduras a la par que se alejaban de harinas, grasas saturadas y azucares en exceso. Desde que el mal gusto y las prendas de imitación de leopardos, tigres y demás grandes felinos son usados impunemente en las calles; a nadie parece importar que detrás de una lipoescultura o una mamoplastía de aumento persistan problemas de diabetes, arteriosclerosis, cistitis por el uso prolongado de fajas o  hipercolesterolemia. No, nada de eso importa si la fachada luce más o menos bien y logra atraer la mayor cantidad de miradas aunque sean de vergüenza ajena.

No se trata de estar bien o sentirse bien, basta con verse medianamente aceptable para lucir las prendas lobas antes mencionadas. El paso de los años no puede ser motivo de vergüenza cuando afecta a absolutamente todos los seres que habitan el planeta, incluyendo a los Uribistas. El paso de los años es una consecuencia natural de la vida y existencia misma, pretender hacer caso omiso y vivir en negación resulta lastimero y muestra los sesgos intelectuales de quienes incurren en estas prácticas que en gran medida resultan peligrosas para la integridad de quienes se someten a intervenciones quirúrgicas de alto riesgo solo por razones estéticas.

El mito de Drácula bebiendo sangre pura directamente de las féminas para vivir joven e inmortal, Cleopatra bañándose en leche cada día, Elizabeth Bathory sumergíendose en la sangre de las vírgenes que degollaban para este fin, parecen medidas excesivas en estos días de operaciones baratas y en paquetes de 3 x 1 a saber: tetas, culos y abdomen de un solo tacazo y para pagar en cómodas cuotas.

Decía Lord Henry en el Retrato de Dorian Gray: "lo único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos"  y parece que esta máxima es la que rige los destinos de muchas personas en la actualidad cuando se sienten viejos o feos, lo chistoso y triste de todo el asunto es que cuando se le espeta bruto o idiota a alguien en medio de un debate y una confrontación de ideas sea hombre o mujer, nunca al contertulio se le da por salir corriendo a su casa para leer ávidamente los libros pertinentes y mejorar su escaso nivel intelectual. Parece que en estos días la vanidad solo aplica para el físico. Eso explica muchas cosas.


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