El elitismo vetó a Mr. Black


La semana pasada fuimos testigos del, digamos, “desplante” que el Reinado Nacional de Belleza, por cuenta de su presidente, Raimundo Angulo, le hiciera al cantante de champeta Mr. Black. A última hora, luego de incluso haber ensayado, el cantante no pudo presentarse ante los asistentes a una de las galas del concurso. La razón, para el señor Angulo, las canciones “El Serrucho” y “Bandida”, parte del repertorio de Black, resultaban demasiado “vulgares” como para amenizar a las candidatas a la corona de la belleza nacional colombiana.

De inmediato surgieron voces y hasta denuncias penales que calificaron este desagravio como un acto de discriminación social y racial. Otros consideraron que el asunto se reducía a una cuestión de gustos; si al dueño de la fiesta no le gusta cierta música, está en su derecho de vetarla. En mi opinión, el veto de Angulo a Mr. Black no es más que un símbolo de la mentalidad elitista que rige nuestra ciudad.

Mr. Black, un hombre de raza negra, que además canta champeta, es un elemento totalmente extraño en un certamen como el Reinado Nacional de Belleza. Es decir, se trata de un concurso amante de los eventos a puerta cerrada, alérgico a la diversidad,  cuyo objetivo es regodearse alrededor de cierta mujer colombiana, específicamente, blanca y pudiente (no lo digo yo, lo dicen las 61 de 62 ediciones en las que el trono de Señorita Colombia lo ha ostentado una mujer con estas características). Entonces, qué papel  iba a jugar Mr. Black allí, sino el de un intruso que con su música pretendía inmiscuirse en un reinado que en ochenta años, jamás se ha interesado por integrar al pueblo cartagenero a sus eventos, y así se lo hizo saber Angulo.

El Reinado, pese a ocurrir en Cartagena y, para remate, a la par de sus Fiestas de Independencia, tradicionalmente, ha puesto un cordón de “no pasar” a los cartageneros y cartageneras que no hacemos parte de la élite para la cual se celebra esta competencia de belleza. Lo que Angulo le hizo a Black fue recordarle que en esta ciudad prima el elitismo, ese que estratifica los muros y cimienta la valía de las personas según su cuna y medios económicos; ese elitismo que aún se cree con autoridad para categorizar las expresiones artísticas autóctonas de nuestra ciudad entre refinadas y vulgares, considerando estas últimas como un valor negativo.

El veto de Angulo hacia Black es un símbolo de la desintegración social que ha marcado la historia de Cartagena y sus instituciones, una muestra de que en Cartagena pareciera imposible que todos los ciudadanos tengan acceso a los mismos espacios, porque para las personas que se consideran de mejor categoría es necesario reservar una zona exclusiva. Mientras sigamos atenidos a este código elitista, reinará en Cartagena la discriminación, el racismo y nuestra convivencia se manejará según un sólo principio: Juntos pero no revueltos.

Décadas tuvieron que pasar para que en Cartagena la palabra Champeta dejara o empezara a dejar de ser un calificativo despectivo y se convirtiera en lo que es, el nombre de uno de nuestro géneros musicales más auténticos, con sus características propias, la jocosidad, el ánimo festivo, la crónica social y en ocasiones el doble sentido; todas ellas características que tienen mucho que ver con el ser cartagenero (si es que existe la categoría). Lástima que a pesar de que la champeta por fin resulte rentable para sus intérpretes y esté pegada a nivel nacional e internacional, aún existan personas dentro de nuestra propia ciudad, que dado el código elitista según el cual operan, la consideren como algo vulgar, que merece ser silenciado y expulsado. Al paso del elitismo, Cartagena será siempre el acostumbrado escenario de miseria versus glamur y nunca una tarima igualitaria en la que haya cabida para todos.


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