Identidad cartagenera


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En este breve ensayo es mi intención realizar una disertación libre de citaciones textuales de otros autores para dar a conocer mi opinión en el sentido más independiente posible.

Desde las prácticas culturales más populares en la ciudad de Cartagena de Indias se habla de la cultura misma como un agente de identificación comunitaria, como aquel vehículo que les permite a los ciudadanos ser lo que son. Sin embargo, creo que el asunto va mucho más lejos de las prácticas culturales como tal, que en la actualidad se asemejan más a fenómenos aislados en fechas y temporadas como si se tratara de una gira de teatro en la que uno imita o se convierte en otro, y en un sentido más filosófico, en «otro-yo».

Desde la esfera política se intenta vender una idea de Cartagena y del ser-cartagenero muy distante a la realidad. ¿Cómo hablar de identidad cartagenera sin negar la incesante separación social a través de los estratos económicos? Por más que intentemos sostener la idea de la igualdad social en un supuesto estado democrático como lo es Colombia, nos daremos cuenta muy pronto que tal igualdad democrática carece de todo sentido real, es una ilusión sin ningún fundamento y es, sobre todas las cosas, una afirmación contradictoria.

Si hay cesuras al interior de la sociedad es porque se trata de una sociedad que se funda sobre la diferencia grupal, separación de individuos por fronteras invisibles; fronteras aprehendidas en la inconsciencia, latiendo como una pulsión. En este sentido, hablar de una identidad cartagenera, como una identidad pública o general seguirá siendo un asunto complejo porque no se puede hablar de una identidad como tal. Esto nos da un paso al plural. Algunos dirán multiculturalismo, otros identidades, pero también, distintas formas de configuración social que dan como resultado individuos propios de su horizonte social.

La identidad de Cartagena como una sola unificación de diversas prácticas culturales es, a mi parecer, una definición que se queda corta y no llega a rozar ni con la punta de los dedos la realidad. Al entender que con la existencia de estratos sociales que hoy son para nosotros algo semejante a una normalidad puesto que nacimos bajo ese sistema de estratificación, vemos claramente que hay unos tipos de orientaciones a identificarse de maneras distintas.

No es una sorpresa saber que a partir de esta diferenciación de identidades surja la discriminación por el otro-diferente-a-mí, aquel que pertenece a otro estrato, a otro plano, y se discrimina para afirmar una postura.

¿Pueden ser cartageneros los descendientes de sirio-libaneses mezclados con colombianos de otros departamentos y que llevan viviendo en la ciudad de Cartagena desde hace más de 50 años? ¿Pueden ser cartageneros los descendientes de santandereanos, paisas, judíos, españoles, alemanes, italianos y, en general, extranjeros, que vinieron a la ciudad para quedarse? ¿Pueden ser cartageneros los afrodescendientes que viven en la ciudad gracias a sus antepasados que llegaron principalmente por el esclavismo?

  ¿Cómo podemos hablar de una identidad cartagenera si estamos constituidos por diferencias étnicas y culturales?

Hemos creído que ser cartagenero es ser alegre, buen bailador, de los que más festejan a lo largo del año (vistos por muchos en el interior como flojos). El gobierno intenta vender una idea de Cartagena como ciudad turística, pero se olvidan de que también es una ciudad de intelectuales, de académicos, de profesionales, de gente que vive y sufre todos los días los altos precios de una ciudad turística que no vela por sus residentes, especialmente los de estratos inferiores al 4.

¿Será que cuando en los medios públicos hablamos de Cartagena, hablamos también los cientos de miles de personas que viven en condiciones socio-económicas indeseables, es decir, gente que vive en condiciones semejantes a las que nos muestran los medios de algunos pueblos africanos?

Hoy, en pleno siglo XXI nos enfrentamos a una cuestión que nos concierne a todos como ciudadanos aunque estemos divididos por estratos sociales. La ciudad nos exige olvidar esas fronteras socio-económicas para que re-pensemos nuestra identidad como colectivo cultural. Pero en calidad de colectivo no podemos olvidar las diferencias, y tampoco podemos ver estas diferencias como obstáculos, más bien como vehículos para la construcción de una identidad plural e incluyente.

No estoy hablando de una identidad que disuelva la diferencia cultural que hoy existe y que no se puede borrar aunque estemos dispuestos a eliminar la estratificación social; las diferencias ya están dadas y es nuestra labor implementar estrategias culturales para el fortalecimiento de cada práctica socio-cultural, de cada sector de esta ciudad.

Fortalecer lo tradicional pero también analizarlo, estudiarlo y juzgarlo con fundamentos. ¿Hasta qué punto somos la ciudad fundada por aquel español llamado Don Pedro de Heredia? ¿En qué medida somos la ciudad que acepta el sometimiento de la corona española a través de la reimposición del escudo colonial? Contemplamos estatuas e ideas anacrónicas, alejadas de nuestra realidad actual. Cargamos con nuestro pasado como si se tratara de un cadáver en descomposición al que perfumamos. ¿Por cuánto tiempo seguiremos aplaudiendo al extranjero en vez de apoyar e impulsar a nuestros hermanos cartageneros?

No se puede hablar de la misma Cartagena en el Centro Histórico (corralito de piedra) que en las calles de Nelson Mandela, El Pozón, e incluso, en un lugar más cercano al Centro, Torices, Daniel Lemaitre y Chambacú.

No es la misma Cartagena vivida por el que vive en un apartamento estrato 6 en el barrio de Castillo-Grande, que la Cartagena vivida por aquel que alquila carpas en las playas de Boca-Grande. Y ni hablar de las palenqueras que venden sus frutas y productos en las distintas plazas del centro y en algunos restaurantes a la entrada de la Boquilla.

Pero tampoco vengo con actitud comunista a juzgar a todos los que pertenecen a la clase alta para aumentar cierta misericordia a los de estratos bajos. Cada individuo tiene una visión distinta de la ciudad que vive, desde los que estudian en el colegio George Washington hasta los que estudian en La Milagrosa.  

Hoy existe el cartagenero que gobierna y manda, y el cartagenero que se ve obligado a esclavizarse aunque ya no se use esta palabra.

¿Qué se puede decir de una sociedad donde aproximadamente el 99% de empleadas y empleados de servicio, meseros, conserjes, porteros y demás personas que trabajan en el servicio, son de piel oscura, negra, afrodescendientes?

Y si hablamos de la Cartagena turística, ¿Es la misma que se refiere al turismo sexual, ya sea infantil, homosexual o prostitución heterosexual? ¿Drogadicción? Estos son temas que la Alcaldía no ha querido enfrentar, temas que políticos han querido omitir, ya sea porque participen de esas prácticas o porque se consideran incapaces de enfrentarlos.

¿Qué podemos pensar de una ciudad donde la educación pública es vista por muchos como educación para corronchos?

Puedo continuar haciendo preguntas y plasmando cuestionamientos de vital importancia para la tarea que tenemos como ciudadanos.

¿Qué decir de una ciudad cuyas instituciones públicas se orientan más por la mediocridad y la corrupción que por cumplir con su labores? Creo que con esto he puesto el dedo en la llaga.

Una de las formas que he imaginado para abordar este problema de la identidad cartagenera es abrir más espacios de discusión tanto a nivel académico como popular, espacios donde se toquen temas fundamentales como la violencia social, la vida en las calles, indigencia, el asunto de los animales (maltrato y explotación animal), educación pública y cívica, lenguaje (el modo en que se habla, se escribe y se transmiten las ideas en la cotidianidad), medio ambiente, economía local, drogadicción, prostitución, oportunidades laborales, arte, música, etc.

¿Qué tienen que aportar los filósofos a la ciudad? ¿Qué tienen que aportar todos los investigadores de las Ciencias Humanas a la sociedad Cartagenera? Pero, también, ¿De qué manera todos ayudamos a que estas investigaciones y opiniones de académicos lleguen al cuerpo social para que sea efectivo el impacto que pretenden causar?

 

 

 

Fotografía tomada de internet. No poseo los derechos de ningún tipo sobre esta imagen.


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