No es el nombre de un sector privilegiado para los protagonistas de un reallity de televisión, aún cuando cualquier ser humano podría aprender más de supervivencia en este lugar que en otro.
El pueblo de Playa Alta, a orillas de un brazo del río Cauca en el sur de Bolívar, se llama así desde hace doscientos años.
El comentario sobre pintorescos habitantes playalteros, mamagallistas, flojos, excéntricos, fiesteros y mujeriegos, motivó más mi viaje hacia ese pueblo. Desde el puerto de Magangué la chalupa tomó rumbo por el río Magdalena y giró a la derecha para adentrarse al brazo del Cauca. Dos horas después, en un alto de la margen derecha del río apareció Playa Alta, encaramada en esa colina poblada dos siglos antes por pescadores de Barboza, Pinillos y otras poblaciones aledañas. En Guacamayo y Tres Cruces dos corregimientos hermanos me hablaron de los playalteros “son unos personajes. Tiene que ir por allá, periodista” me dijo un guacamayero.
Los rumores sobre Playa Alta y sus habitantes van de boca en boca en los otros pueblos: “Los hombres les quitan las mujeres a los vecinos, y estas pasan de una casa a otra, sin que a los maridos les importe un pito, para después regresar como si nada”. me dijo otro habitante de Tres Cruces. “Son peleoneros y flojos”; “es un pueblo de estrellas de Hollywood”.
Con esa ristra de comentarios llegué a Playa Alta, para corrobar qué tan reales eran los amantes de la vida sicodélica, en ese inframundo ribereño de un pueblo perdido.
Ahí estaba el primer habitante, sentado en un taburete inclinado al principio del largo pueblo un hombre culiso de unos 50 años me recibe.
Su sonrisa blanca de buenos dientes pero desconfiada, me lo confirma: Playa Alta es una localidad inusitada
El presidente de la Acción Comunal de Playa Alta, Pio Urrutia desaprueba de un tajo los calificativos que descalifican a los habitantes de los habitantes: “La gente siempre habla” replica. “Los playalteros somos gente sana. Aquí desde jóvenes somos honestos y serios” sostiene. “Nos gusta el guaro, celebramos las fiestas de San José pero hasta ahí”.
En los primeros contactos con habitantes, percibo esa asertividad bromista en las conversaciones que sostengo con quienes se han ganado el rótulo de líderes. Cierta tendencia a la hilaridad, deja entrever una rara capacidad para ver el lado chueco de la vida. Un “eso” que los hace reír y vivir en medio de las desgracias que como pueblo llevan a cuestas desde que empezaron a ver correr el imponente Río Cauca, en cuya orla se levantó el pueblo como un incipiente caserío.
Lo más relevante es la forma del pueblo. Una sola calle larga de unos 6 kilómetros es toda su geografía. Baja del punto más alto cerca de la orilla del rio y se adentra, en línea recta a ratos levemente serpenteante con casas de madera, material y palmas a uno y otro lado.
Coexisten unos 2300 habitantes en 430 casas dispersas en esa gran calle que es el pueblo. Por estos días de lluvias constantes este corregimiento del municipio de Achí está inundado una vez más como siempre. El agua de lluvia más la de los ríos Magdalena y Cauca no lo inundan de frente, se les mete por los costados y por sus zonas bajas en el lado contrario al Cauca. Un sendero de tablitas a lo largo de esa arteria principal permite 'emparapetar'* el acceso a las casas. Pio Urrutia le pide a las autoridades públicas más ayuda para este corregimiento. El corregimiento hoy tiene casi la totalidad de las familias afectadas por el embate del invierno: cerca de 400.
Tienen una iglesia católica con un cura prestado de Achí, una escuela de primaria y bachillerato, un centro de salud sin médico y tan solo dos enfermeras sin insumos. Así, Playa Alta clama hoy del Estado y los gobiernos municipal y departamental una pronta intervención, pero en el interregno la forma alegre y descomplicada de los playalteros se convierte en una carcajada en medio de la desgracia.
Nota: *El término correcto es "parapetar" en vez de "emparapetar"*, pero el segundo es de uso oral en la costa, por eso lo uso.