Fraguar y Procrastinar


Desde el niño de párvulo hasta el Presidente, el mal hábito de aplazar las obligaciones se ha apoderado de nuestra cotidianidad,  como si el tiempo las transformara, disminuyera o eliminara, en un acto de evasión estúpido, que implica un doble esfuerzo al momento de retomarlas. Es un caso muy común en el contexto académico y laboral, donde la acumulación de pendientes termina por estresarnos y afectando incluso nuestra actitud, humor y ritmo de trabajo. Esto solo por mencionar lo que desencadena el hecho de dejar para mañana lo que pudo hacerse hoy.

Pero este fenómeno, va más allá de postergar una tarea. Si se nos vuelve costumbre solucionar con evasivas situaciones menores,  aumenta la complejidad  cuando se aplaza el momento de tomar decisiones, y procrastinamos, como una solución parcial pero que no implica ninguna determinación.

Paradójicamente, nos pasamos la vida fraguando un futuro que, cuando se convierte en presente nos cuesta enfrentar, entonces nos agarramos del calendario, buscando un vencimiento idóneo para dilatar el momento. La expresión “cuando sea grande” lanzada por los niños como aspiracion o deseo a lograr para su etapa adulta, luego se transforma en un aplazamiento implícito del cumplimiento de la meta, pues varía con los años a frases como “cuando termine la universidad”, “cuando empiece a trabajar” “cuando haga un posgrado” y se va renovando la fecha, retrasando la decisión. Todos somos susceptibles de procrastinar, de hecho, todo en la vida lleva un proceso y los cambios, aunque sean paulatinos, no son sencillos de asimilar, el problema está en darle largas a los propósitos plantedos y al final no cumplirlos. Para la buena suerte de los que no se deciden, la creatividad y la innovación no tiene límites cuando de excusas se trata, ya se les ocurrirá algo para ponerle un plazo salvavidas a su asunto, pero ojalá no sea demasiado tarde cuando dispongan y resuelvan hacerlo.


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