Las dueñas del Vallenato


Dicen que el Rey Vallenato es  aquel que toque mejor el acordeón según su categoría, pero el trono real, sin duda, es de las mujeres: musas, reinas y dueñas del vallenato. Es evidente que este género a lo largo de los años ostente su patriarcado y algunos le llamen machista por la casi nula participación femenina, sin embargo, las mujeres son las notas del acordeón, el sabor de la guacharaca, las letras de la voz y el ritmo de la caja, porque a la luz de los sentimientos que inspiran es por ellas y para ellas que se componen las canciones.

Madres, hijas, suegras, amantes, esposas, ¡hombe que vaina, las mujeres!, han sido las protagonistas del vallenato, al punto de que sus autores decidan bautizar su obra con nombre propio: Alicia Adorada, Carmen Díaz, Diana, Fidelina, La Maye, Matilde Lina, La Vieja Sara, Zoila, entre otras tantas, de la A a la Z, no importa el parentesco que obligue la denominación, si lleva nombre y apellido, apócope o expresión cariñosa, o incluso si es un mensaje subliminal escondido tras un acróstico, como Yamile Manzur (conformado por la primera estrofa de la canción “Cuando quieras quiero” ) tantos años de melodías y amores nos ha dado un trono, sin tesoros ni tierras, para que seamos la razón de escribir y el alma de la canción.

La inspiración y la creatividad que sólo da un corazón enamorado, se despliega al componer e interpretar un vallenato. Algunos, obligados por las circunstancias deben ocultar el nombre y prefieren generalizar como Kaleth, cantándole a Mary, sin apellidos porque no quiere comprometerla, o quienes sólo quieren que  el mensaje quede entre los dos aunque mil estén oyendo, y sólo mencionar  el segundo nombre, o el color de pelo, o usando el gentilicio como a la Sincelejana o la Sanjuanerita. El vallenato, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación, es un cómplice eterno de dos que se aman.

Hasta el momento, es de destacar dos mujeres que pasaron del pedestal literario de la inspiración, al lado de los juglares para cantarle al amor desde sus experiencias: la desaparecida Patricia Teherán, quien perteneció a “Las Musas del Vallenato” y luego al solitario lideró la agrupación “Las Diosas del Vallenato”, ambos conjuntos sólo conformados por mujeres, pero que su partida prematura cambió por completo los planes de una revolución femenina del género; y la cantante Adriana Lucía, conocida hoy por su trabajo “Porro hecho en Colombia”, pero que comenzó su carrera siendo una adolescente con el sencillo “Enamórate como yo”.

Como ellas, hay muchas mujeres talentosas tanto en el canto como en el acordeón, abriéndose campo en el género de Francisco El Hombre, cuyos nombres comienzan a sonar en el Festival de la Leyenda Vallenata cada año. Yo, por mi parte, me deleito al escuchar las letras enamoradas escritas con el firme propósito de conquistar nuestro corazón, clásicos que nacieron bajo la luz del paisaje Caribe, producto de unos ojos cautivados por la belleza femenina, o en el caso del maestro Leandro Díaz, a quien Dios dotó con los hermosos ojos del alma para componer canciones, inspiración hecha íconos del vallenato y odas a la mujer.


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