La cara porno de Facebook


En los últimos días, vi propagarse en mi timeline de Facebook, publicaciones de algunos contactos que se disculpaban por si acaso, a nombre suyo, se compartían videos o imágenes pornográficas. La disculpa iba acompañada de la advertencia, con tintes de excusa, de que todo se debía a un virus. El tono de las publicaciones delataba la vergüenza de los aludidos ante el hecho de que desde sus cuentas se extendiera contenido malicioso en redes sociales, y aún más, por exponer su gusto por el porno. Si el virus contagió sus cuentas fue porque, en primer lugar, hicieron clic para acceder a un contenido pornográfico que les fuera notificado.

Me causó gracia notar la incomodidad de los contactos al sentir que sus hábitos secretos en internet eran expuestos a la luz pública. Digo gracia, porque al fin y al cabo, ver pornografía en internet es lo más común del mundo; estadísticamente, las páginas pornográficas superan en visitas inclusive a Gmail. Por mi parte, creo que lo realmente incómodo es la indefensión de nuestras cuentas en redes sociales ante éste o cualquier otro tipo de malware y desconocer la protección que se ofrece a lo que a diario posteamos en ellas.

Este porno alboroto me llevó a preguntarme qué significa Facebook para sus usuarios y en qué categoría clasifican el contenido que publican. Siendo sinceros, todo en Facebook tiene un componente pornográfico, es decir, se trata de una secuencia incesante de imágenes, opiniones, registros o confesiones, que se publican con un propósito sugestivo. En Facebook, cada perfil pretende excitar al espectador, generando una atención que se concrete en un like o un comentario. Entonces no entiendo por qué tanta vergüenza de algunas personas ante el hecho de que se sepa su interés por la pornografía, cuando se la pasan alimentando su “biografía” con imágenes, videos y textos que, en diferentes grados de exhibicionismo, exponen su intimidad al ojo público.

Durante la década y pico que llevamos usando Facebook, hemos participado en la configuración de un nuevo concepto de pornografía, ya no se trata solo de imágenes explícitamente sexuales; lo que posteamos en Facebook son representaciones de nosotros mismos con las que, quizá inconscientemente, buscamos generar deseo en quienes nos observan. Facebook y redes sociales similares se rigen por el placer de verlo y mostrarlo todo. Queremos que los demás se antojen de nosotros, de nuestro estilo de vida, de lo que pensamos, de lo que comemos, de los lugares que visitamos, de nuestra pareja, de nuestro familiar recién nacido. En Facebook todo se reduce a una constante labor de seducción y eso, ni más ni menos, es la nueva pornografía.

Gracias a Facebook y similares, el objetivo de seducir al otro se ha vuelto fundamental. El número de likes o comentarios que recibimos influye en lo que decidimos seguir posteando o dejar de postear y, en ocasiones, en la autoestima. Con cada post tendemos a confeccionar una personalidad artificial y atractiva para ofrecer al ojo público. Hemos borrado los límites de la intimidad, con tal de obtener la preciada gratificación social del “me gusta”. Poco a poco desaparecen los espacios de vida reservada. La validación pública se ha convertido en el certificado que da sentido a la vida, lo cual es lamentable y preocupante; sin embargo, no ves a la gente en Facebook pidiendo disculpas por este tipo de porno ilustrado.

Por supuesto que reconozco las virtudes de la interacción virtual, del diálogo y de sentirse acompañado en una causa, una opinión, un logro, pero también sé que aún no somos conscientes de la influencia que la vida virtual tiene en nuestra vida real, en la construcción de individuos y sociedad.

Me preocupa que nos convirtamos en una generación que mide el valor de su vida según su carácter publicable y según el rendimiento que tenga en términos de atención. Me preocupa que por el afán de no rezagarnos en la competencia libidinosa del timeline, reduzcamos nuestra personalidad a una imagen unidimensional, vanidosa, exhibicionista y temerosa del rechazo. Me preocupa que día a día hagamos clic en publicar, sin detenernos por un segundo a preguntarnos por qué lo hacemos. Y, claro, me preocupa la presencia de archivos maliciosos en redes sociales, pero más me inquieta que nos sintamos cómodos siendo la cara porno al servicio del placer de ver y ser vistos.


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