Al fin termina esta semana eterna. Los días duraban 100 años y las horas 1000 meses. Condolencias iban y venían, mensajes de apoyo y aliento, incluso, hubo quienes no me llamaron por evitar recordarme el dolor que me causaba. Imaginaba la mañana del día de hoy rebuscando en la Academia palabras para expresar la dicha sublime de haber cumplido un sueño, pero lo que me encontré fue una avalancha de excusas capitalistas que le cortaron las alas a una ilusión que he tejido por años. Por frívolo e insignificante que parezca para algunos, para los seguidores de “El Flaco” es absolutamente importante hacer parte de sus giras, encontramos en su música un sinfín de sensaciones y significados. El telón se cerró y volaron a otro lado, Cartagena quedó por fuera de la mudanza… y de malas por la Costa.
No me escandaliza que un empresario cancele un concierto sin importar nada más que los ceros que facture, es una condición natural velar por los intereses personales, además en un país como Colombia donde abunda la corrupción y el egoísmo de los “dueños” del poder. Aquí lo que llama poderosamente la atención es por qué La Costa es privada y excluida, cuando en 2012 y 2013 en Barranquilla y Valledupar respectivamente, hubo lleno total y una majestuosa presentación que dejó al público esperando su regreso con ansias y celo. No puedo evitar recordar tantos casos de publicaciones en contra de los costeños, y cuando me doy a la tarea de encontrar razones de la controversial cancelación, le atribuyo cierta responsabilidad a la imagen que lamentablemente tenemos los costeños en el imaginario cachaco.
Confieso que el empresario, ese señor oscuro que no merece ser nombrado, nos dejó un cementerio de sueños. Sólo esperamos que pague los daños económicos rápidamente, porque el daño reputacional a su empresa es irreversible. Los fans nos ocuparemos de olvidar el trago amargo, mientras sana la herida y borramos la cicatriz, planeamos la estrategia para el sí de Ricardo Arjona a su regreso a tierras Macondianas. A nuestro adorado ídolo, lo estamos esperando, todo está listo por si regresa, para que nunca más se vuelva a ir.