Enfermedades de la piel y pobreza


La pobreza es el resultado de la desigualdad tanto en ingresos como en oportunidades, con barreras físicas y sociales, donde no solo está implicada la escases de recursos económicos, privación de acceso a adecuados servicios de salud, educación con total cobertura y calidad, servicios públicos básicos, medio ambiente sano, sino también la falta de oportunidades para que las personas desarrollen plenamente sus capacidades, entre otras muchas exclusiones.

Las enfermedades de la piel no son exclusivas de la pobreza, pero muchas de estas enfermedades son la consecuencia de la misma y aunque no sean potencialmente mortales, deterioran aún más las condiciones de vida de estas personas, porque además de que en la mayoría de los casos no son atendidas a tiempo y por personal especializado, son desestimadas o subvaloradas frente a otras enfermedades, llegando al extremo de considerarse “normales” o “pasajeras”.

En los países pobres, las enfermedades cutáneas afectan principalmente a niños y mujeres, y la gran mayoría de ellas son de origen infeccioso, por bacterias, virus, hongos ácaros u otros parásitos, y lo grave no es solamente la enfermedad, sino la perpetuidad por el fácil contagio en condiciones de hacinamiento, deficiente higiene, desnutrición, condiciones climáticas extremas, ausencia o deficiencia en el suministro de agua y adecuada disposición de excretas, usuales en barrios marginales o zonas rurales apartadas. En la gran mayoría estos países, las enfermedades de la piel bien podrían incluirse en el grupo de las enfermedades llamadas huérfanas o desatendidas, y muchas veces se ha llegado al despropósito de considerarlas como afecciones meramente estéticas, ignorando su gran incidencia en la calidad de vida de las personas, especialmente porque en muchos casos son visibles y pueden causar rechazo, además de la estigmatización como enfermedades de pobres y desaseados.

En las enfermedades de la piel igual que en otras enfermedades, la prevención es la clave para evitarlas o disminuir su incidencia y complicaciones. En el sistema de salud de Colombia, muy a pesar de que el Ministerio de Salud ha establecido manuales de conductas y programas de tratamiento de algunas enfermedades de la piel, la gran mayoría de las enfermedades cutáneas más frecuentes, son prácticamente ignoradas en su prevención o tratamiento, tan ignoradas que no existen estadísticas reales de su incidencia, y tanto en el régimen contributivo como en el subsidiado, es muy limitada la oferta de medicamentos. Uno de los muchos ejemplos de esto, es la no inclusión de protectores solares, indispensables para la prevención de cáncer de piel, considerado en nuestro sistema de salud como producto de uso “cosmético”.

Otra circunstancia que agrava la incidencia de enfermedades de la piel, es la deficiente o casi ausente presencia de profesionales de la dermatología en áreas rurales, y quienes se desplazan a esas áreas, en la gran mayoría de los casos lo hacen por iniciativa propia, ejerciendo de manera particular. En Colombia la gran mayoría de los dermatólogos se concentra en ciudades grandes o intermedias y quienes ejercen vinculados al Sistema General de Seguridad Social en Salud, trabajan en condiciones inadecuadas y en general mal remunerados.

Desafortunadamente no se vislumbra solución cercana, porque no se trata solo de las enfermedades de la piel, se trata de inclusión social y la tantas veces invocada voluntad política para entender que si se trata de recursos, la prevención en la atención primaria fortalecida con suficiente inversión, es gran parte de la solución. Por último, es importante saber que muchas enfermedades internas, algunas que pueden comprometer la vida, presentan manifestaciones cutáneas, de tal manera que el dermatólogo en su ejercicio, ejerce un rol importante en lo referente a salud pública.


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