Lo bueno de ser parco


Según la RAE ser “parco” significa ser sobrio, corto, escaso o moderado en el uso o concesión de las cosas. Desde que descubrí esta palabrita me he adueñado de ella porque es el calificativo con que he podido definir de manera diplomática la actitud displicente de algunas personas.

Por herencia, por temperamento, por los años o por los daños, la gente se vuelve parca. Optar por tener una postura reservada es a veces el remedio para no desgastarse en el convulsionado dia a dia, sin rayar en la apatía.  

Ser parco tiene sus ventajas, se mantienen los sentimientos blindados a defraudaciones, no existe ilusión mínima ante las falacias de la vida, manejar moderadamente las emociones permite canalizar y enfocar la mente en lo que realmente es importante.

Los parcos parece que tuvieran siempre la vida en “modo avión” para que no se les descargue con las frivolidades del mundo, en muchos casos su formalidad para saludar o relacionarse es solo consecuencia de su austeridad al expresarse; por otra parte, cuando de contestar se trata bastan monosílabos, un sí o un no desprovisto de cualquier explicación, y si de redes sociales se trata, buscan un emoticón que logre transmitir su idea o en el peor de los casos, lo dejan en “visto”.

Ahora bien, una característica de los parcos es el esmero por su oficio, ocupación o meta, en la que presuntamente descargan la atención que ahorran, las palabras que no dicen, las emociones que no expresan y las explicaciones que no dan. El hecho de que algo no sea público no quiere decir que no exista, para los parcos, quienes manejan en general sus cosas con reserva, las cosas importantes para ellos son las verdaderas merecedoras de sus cinco sentidos en actividad. El concepto de importancia es contextual y relativo. Al igual que la belleza, esta también está en los ojos de quien la mira.

Como a mí me cuesta tanto controlar mis niveles de sobriedad y administrar mis emociones, tengo admiración por los parcos, aunque me corroe en algunas ocasiones su revestimiento voluntario. Las cosas hay que llamarlas por su nombre, por eso hay que patentar los adjetivos, si es que no existen para tales casos. Si conoces un parco, como yo que sé de tantos, comienza a llamarlo y así y verás que le robas una sonrisa. Ahora, si el parco eres tu, dime si no es tu propia radiografía. 


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