Denuncia pública


Advierto a todas las autoridades distritales, departamentales, nacionales e internacionales que he recibido amenazas de personas extrañas. Busco las respuestas en todos mis escritos y no encuentro la razón para que esto me esté sucediendo en tiempos de acuerdos de paz, seguido del posconflicto que se avecina o ya está en funcionamiento.

Yo he hecho mis notas periodísticas impulsado por el amor a mi país y mi región, Bolívar y Cartagena. Pero parece que alguien se ha molestado o se siente aludido por los comentarios que salen en mis escritos. Es natural que surjan esos desaptados en un país que se encuentra en completa oscuridad que las balas llegan y siguen llegando  y nadie  sabe de dónde. Y lo peor, gatilleros es lo que más existe en Colombia, surgidos de la guerrilla, paramilitares y delincuencia común, también del desempleo y pobreza rampante que existe en las ciudades, aunque el DANE  y gobierno digan otra cosa.

Los gatilleros, se consiguen como conseguir una prepago. Existen de todos los precios. Eso es lo que saben hacer ellos, nada más le enseñaron esas acciones, no son culpables, su esencia es matar, asesinar. Están codificados para eso, para la violencia, ajusticiar por encargos, hacer limpieza por orden superior, hacer la vuelta, mejor dicho dar balín.

He estado en muchos escenarios, donde se discute situaciones de violencia. He recorrido todo el departamento llevando soluciones empresariales a través del SENA por más de 10 años. En la Universidad de Cartagena por más de 12 años yendo a las diferentes sedes en los municipios. Con la Unidad Regional de Víctimas en convenio con la OIM Internacional he llegados a  sitios  apartados del Departamento. Me indago, ausculto todos esos espacios, y jamás he tenido diferencias con nadie, ni en lo académico, profesional, personal y ni siquiera en lo político, nunca combino esos temas  con mi rol de docente, asesor e investigador.

A la conclusión que he llegado, y creo que no ver más coincidencias con estas amenazas de llamadas y motorizados, todo se deba a mis escritos publicados en el blog del El Universal de Cartagena (http://www.eluniversal.com.co/blogs/vida-diaria) Aquí se encuentran mis puntos de vista sobre los niveles de corrupción que existe en la ciudad, el departamento, algunas entidades como la Universidad de Cartagena,  la Contraloría distrital, Transcaribe, la limpieza de canales, las homologaciones que se esfumaron en la gobernación, la paz que llega y se aleja, un concejo distrital agazapado untado de mermelada, la Caja de Previsión de la Universidad de Cartagena es un barril sin fondo, ni vendiendo el edificio donde funciona alcanza para pagar sus deudas, COMFAMILIAR  se la feriaron, los magistrados haciendo de las suyas, los desplazados haciendo filas para que le den una orden, etc. , etc.  Hablo de muchos temas. Y como economista investigador que soy, tengo todo el derecho y las leyes me protegen para escribir libremente de asuntos que nos están afectando a todos y todas en la ciudad y región.

La corrupción es abominable. Es un hibrido que carcome al país. No existe remedio o cura para  este mal. Está en todos los niveles de la Administración Pública. Es una forma de vida. Los que estamos en contra de ella somos los que estamos en el lugar equivocado. “La rosca no es mala, hay que estar en ella”, “Marica el último”, El vivo vive del bobo”, “Sino me lo robo yo, se lo roba otro” Todos esos dichos comunes alimentan el delirio por el  dinero, la codicia por la plata, la ambición por la riqueza, el ego de muchas personas  y el entusiasmo de estar guardando dineros públicos robados sin el más mínimo asco, ni consideración con los ciudadanos, ni familiares. Estas son personas sin escrúpulos. Como dicen por ahí, “se tragan un muerto y ni lo eructan”

Yo sin tener nada que ver con esa puja de altos dividendos de dineros fáciles, hoy me encuentro amenazado en mi integridad personal por culpa del primer o segundo anillo de seguridad de la corrupción. ¡Qué tal si la gente dijera lo que calla! Colombia y Cartagena  sería una carnicería. Y yo seguiré escribiendo hasta cuando Dios permita.


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