Termina el 2015 ( párale bola dice la popular emisora) y aún para los que nos esforzamos por ver el mes de diciembre como un mes más, es inevitable pensar, lamentar, enojarse y pocas veces tener sentimientos de satisfacción por la realidad de esta ciudad y este país que dentro de poco dejara de ser modelo 2015.
Cada vez refuerzo mi convicción que a nuestra clase dirigente le es más fácil permanecer en el confort de una oficina, con una buena silla de cuero, de esas que previenen el dolor de espalda, un ambiente con clima agradable, atenciones por la señora de los tintos y una eficiente secretaria. Estos dirigentes, que con pocas excepciones usan el GPS, que sin lugar a dudas deben tener incorporado en su celular de alta gama y que en su caso debería señalar a cada minuto la ruta a los sectores de la sociedad con las más mínimas necesidades vitales insatisfechas, tienen además el privilegio de no necesitar usar protector solar, para que? si en la mayor parte de su permanencia en el poder, solo toman un poco del sol local cuando inauguran obras o fragmentos de ellas, y hasta en estos momentos poco se exponen a la inclemencia solar porque se protegen con cascos.
Desde mis estudios En Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la UTB, siempre he pensado que con un completo conocimiento y compromiso con la ciudadanía y sus necesidades, acompañado de un grupo de asesores con el mismo (y aún mayor) compromiso y conocimiento de asuntos locales, también se puede planificar, priorizar y disponer la ejecución de obras y políticas publicas desde la comodidad de una oficina. Tengo claro también que quienes rodean a los mandatarios no siempre son meras sanguijuelas del erario local, muchos son maniatados por conveniencias y no pocas veces prepotencia de quienes están en un rango jerárquico superior.
Aun considerando que un periodo regular y aún menos uno atípico, es imposible resolver todas las necesidades de una sociedad históricamente mal atendida y muchas veces ignorada luego de las elecciones, me llena de desesperanza observar reiteradamente, que aunque las carencias sociales son infinitas, prolifera la disgregación en esfuerzos y peor aún en recursos , bien sea por desconocer o ignorar a propósito las prioridades de una ciudad agobiada , o tal vez porque la disgregación permite pescar en rio revuelto. Priorizar implica el riesgo de parecer impopular resolviendo unas necesidades y posponiendo otras, pero es innegable que deja mejor imagen personal y gerencial (como se insiste en decir ahora) un gobernante que concluye su periodo dejando obras y políticas sociales definidas, imposibles de no continuar y seguir fortaleciéndolas.
Como dermatólogo no debería expresarlo en estos términos, pero sigo soñando con un gobierno que verdaderamente se ponga en el “pellejo” de los ciudadanos y sus necesidades.