Encuentra tu identidad. Ya la imagen será cosa de otros…
Patricia me decía que era amiga de Jeimy Fortich, a quien con mi intuición artística le escribía cartas, canciones y muy seguramente graficaba con mis carboncillos. Se las enviaba como anónimo (primer error en el posicionamiento de imagen, porque la marca debe estar presente en el anuncio para lograr el impacto y la asociación del target con el mensaje). Se las enviaba a diario con Patricia' quien aparentemente se las entregaba, esperando algún tipo de impacto que permitiera mi posicionamiento de imagen (segundo error, los medios utilizados en la promoción de marca son producto de un profundo análisis de los hábitos de comunicación que posee el target). Patricia no conocía a Jeimy, así que mi campaña de posicionamiento nunca funcionó.
Pero el principal problema de toda esta estrategia de marca era mi identidad: en los 80s la academia era tradicional, los esquemas educativos estaban enfocados en las ciencias exactas y las carreras funcionales no incluían aptitudes o características creativas. Nunca fui un vago, tampoco carecía de inteligencia... Sencillamente, mis intereses académicos estaban en otro canal. Mientras mi “prima” Posso, destacada estudiante, recibía y memorizaba fórmulas y problemas matemáticos ya resueltos tiempo atrás, yo construía rostros con base en tonos y semitonos utilizando los cuadros de las hojas milimetradas, desconociendo que este sería el principio básico de la imagen digital, pero observando cómo mis creaciones se iban a la basura cuando el profesor a cargo se percataba de mis obras estéticas que, para él, eran focos de distracción.
Un buen Nule, conocí, era la traga de Bonilla: simpático, beisbolista y buen creativo. Pudo ser un excelente copy publicitario, porque le escribía a la vida con pasión y tenía un ego de director de cuenta. Pero quizás, por temor al incierto destino del arte, decidió perfilarse hacia la ingeniería, la absoluta profesión que revelaba el éxito de los estudiantes en la ciudad escolar. Era recursivo, de amplia imaginación y tenía una “moto”, al igual que yo, un umbral paralelo que Simancas nunca entendió. Nos sacaban en las presentaciones que ameritaban y necesitaban sensibilidad artística y exaltaban nuestras aptitudes a un nivel tan alto que al regresar al aula la caída en la silla de los genéricos dolía. Incluso, la misma silla siempre me demostró que, como Ariadna Gutiérrez, “mi dinero estaba en el lugar equivocado”: el mueble era de madera y su brazo para escribir era derecho, Fabiola me regañaba porque mi caligrafía era horrible. Profe: intente hacer planas en una superficie de 30cm por 30cm con la irregularidad congénita de ser izquierdo.
Intenté en muchas oportunidades encajar en ese brazo derecho: fui beisbolista, basquetbolista y futbolista con un pésimo rendimiento. Mejoré cuando entré en danza y banda de guerra, pero era gordito y a Jiménez le perturbaba un poco mi esférico cuerpo. Por último, fui pesista: optimicé mi figura y dejé crecer mi cabello ( el eterno problema de Cantillo) y ahí incrementé mi nivel de popularidad, pero no era yo y para Jeimy Fortich aun no existía. Así que decidí enfocarme en lo mío: me retiré de pesas y decidí continuar en mis universos creativos, los poemas al colegio, los murales alusivos a temas académicos e incluso las carteleras de diferentes materias, temas y guías los esbozaba a mano alzada sin el limite de 30cm del brazo derecho.
Pero al cierre de mi periodo en secundaria, mi apatía hacia la academia tradicional llegó a tal punto que mi ser bloqueó el interés por el aula y me permití en clases, no sólo dejar volar la imaginación con los ojos abiertos, sino desplegar mis alas hacia el paralelo universo de Morfeo en donde deambulaban todas aquellas obras desechadas por el condicionamiento institucional. El por qué de esa apatía se presentó en una dirección de grupo en donde se cuestionaba sobre los intereses profesionales de cada uno... Todas las respuestas fueron genéricas pero aplaudidas y la única desacertada y motivo de burla fue la mía: yo quería ser artista.
Hoy, mi posicionamiento de marca es funcional. Jeimy Fortich sabe que existo, porque me permití buscar mi diferencial, porque tuve la capacidad de construir mi identidad y porque sigo luchando por mi éxito personal sin importar los obstáculos que me coloque el destino.
Si usted, padre de familia, no sabe lo que es el bullying, leyendo entre líneas se puede percatar que esta realidad tiene la capacidad de destruir la autoestima de su hijo o fortalecer su identidad para lograr un correcto posicionamiento de imagen. Lo único que usted debe hacer es apoyarle incondicionalmente y creer en él.
*Los nombres y situaciones que se plantean en este escrito son producto de la ficción, ningún niño gordito fue maltratado o agredido por la “seño Lola” y si fue así le importó un comino.