Prejuicios, estigmas, evasivas, comentarios, suposiciones, sugestiones, subestimaciones, un collar de parásitos mentales es lo que rodea a las “vacas parías”. Sí, porque así se les llama despectivamente a las madres solteras, mujeres que estrenaron el corazón para dar vida porque no han conocido el amor sincero, o luchadoras que habiéndose enamorado prefirieron renunciar a una vana compañía y optar por la autonomía y la independencia, o damas llenas de amor desbordante como para distribuir entre hijos y nuevos visitantes a su blindado corazón. Existen múltiples casos y razones por las cuales las mujeres se convierten en madres solteras, ligadas o no a su voluntad, por viudez, abandono o mutuo acuerdo, el común de la gente convierte este segmento en blanco de críticas y análisis absurdos, intentando con sus comentarios reprimirles el derecho a la felicidad.
Esta sociedad machista, de hombres egoístas y mujeres prejuiciosas tiende a desvalorizar con la palabra a las mujeres que siendo madres quieren rehacer su vida. Muchos hombres se abstienen a conquistar madres por el egoísmo de no criarle el hijo a otro, con el absurdo argumento de querer tener los propios, como si el hecho de tener ese hijo asegurara infertilidad en lo sucesivo (excepto casos de mujeres mayores que ya no puedan tener hijos o que se hayan ligado las trompas), muchos reprimen la conquista de las madres por sentir que esa mujer pertenece al mercado del usado y no merece un anillo ni un vestido blanco, sólo la calentura del baile y las cuatro paredes de una recóndita habitación, como si valieran menos. Mujeres, si, nosotras mismas, hay muchas que repudian que su prójimo, hijo, hermano, amigo, escoja precisamente de todas las mujeres del mundo a la que está “paría de otro”, como si haber dado vida la desvirtuara.
En esta época en que las mujeres nos convertimos en mamás más jóvenes y en que el concepto de juventud se ha extendido en el tiempo, porque lo que realmente cuenta es la actitud más no la edad en números, somos muchas “vacas parías” que alternamos los quehaceres y la atención de los “terneros” con el disfrute de la plenitud de la juventud desde el gusto particular de cada cual: bailar, viajar, estudiar, etc, dándole cuerda a la lengua de la gente que cuestiona nuestro desempeño materno porque se nos ve felices en otros contextos. A eso sumémosle el auge de las redes sociales contribuyendo a alimentar de contenidos la lengua de la gente y los elevados niveles de suposiciones.
Sé de hombres que aseguran que jamás beberán del agua de una “vaca paría” por simple orgullo, existen también hipócritas que usan los hijos como puente a la conquista pero sin los escrúpulos ni el amor sincero de conformar una nueva familia. Absurdos argumentos conservadores, enunciados por la soberbia de la gente, que más demora en pensar que en hablar y que no analiza la sed con la que bebe el otro ni tiene interés de estar en sus zapatos antes de lanzar afirmaciones.
De todo hay en la viña del Señor, a veces las cosas son realmente pequeñas y lo que las magnifica es la trascendencia de las palabras de los demás. Sobre este tema hay claros y oscuros, lo realmente importante es que quien decida conformar familia con una “vaca paría” puede estar seguro de que la vida le está regalando el amor de una mujer, más el cariño y la admiración de un angelito adicional.