Cuando este 28 de febrero, en la 88° Ceremonia de los Premios Oscar se declare a El abrazo de la Serpiente como ganadora en la categoría de mejor película extranjera, Colombia empezará una nueva etapa de su historia cultural y social, el reconocimiento de la Academia será el punto de partida para que nos convirtamos en un mejor país. No exagero.
Un Oscar para un largometraje colombiano será el logro cultural del que más colombianos tengamos conciencia a la fecha. Tenemos un premio Nobel de literatura, y eso es grande, grandísimo, pero no todos los colombianos leen o les importan mucho los libros, en cambio, todos, sin excepción, vemos películas y disfrutamos del cine. Este gusto generalizado por el séptimo arte es lo que determina el enorme símbolo de orgullo que representará para el pueblo colombiano ganar ese Oscar.
Un premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas para El abrazo de la serpiente será el inicio de la cura para los males de nuestro estado de ánimo como país; por ejemplo, sanarnos de la vergüenza por los residuos de la mala imagen que adquirimos en el exterior por cuenta de la violencia y el narcotráfico de los ochentas y noventas del siglo pasado. Una vergüenza que inconscientemente hemos usado para sabotear nuestro propio talento y empuje, creyendo que el trabajo de un colombiano no puede destacarse sin peros a nivel internacional. Un miedo al éxito fundamentado en otra de nuestras características nacionales, la importancia que damos al qué dirán y el gran peso que otorgamos a la opinión que afuera tienen de nosotros.
En un país farandulero como el nuestro, todo el mundo sabe qué es un Oscar y entiende la magnitud del premio, pero hasta ahora ni siquiera nos atrevimos a imaginar que una de esas estatuillas pudiera otorgarse a un filme hecho en casa. Bastante tiempo le tomó a nuestro cine superar su infancia y llegar al grado de madurez que ostenta en El abrazo de la serpiente, un proceso parecido al que hemos librado como país para intentar superar nuestra infancia de patria boba. Entonces, finalmente, este año ocurrió, un largometraje nacional está nominado (y va a ganar, vean que se los digo) en la categoría de mejor película extranjera de los Oscar, una nominación que coincide con los cada vez mejores reportes de taquilla para el cine nacional, una nominación que es algo así como llegar a la final de un mundial, pero de cine, lo que es mucho más meritorio y emocionante.
Hace un par de años, cuando se informó que para la clausura del Mundial Sub 20 de Fútbol en Bogotá se había contratado a un chamán para que controlara la lluvia, la reacción generalizada fue pensar que era ridículo pagar por semejante tarea y se calificó al sabio indígena como un charlatán. Aquella reacción demostraba lo mucho que desconocíamos nuestro pasado indígena, la sabiduría ancestral y mística de nuestra propia cultura. Por eso era tan urgente y necesaria una película como El abrazo de la Serpiente, que retratara nuestro pasado aborigen y nos invitara a valorarlo, protegerlo y sentirnos orgullosos de él en el presente. La película logra entonces una doble hazaña, volver los ojos del mundo hacia nuestro cine y volver los ojos de los colombianos hacia sus raíces.
Este domingo, cuando se declare a El abrazo de la Serpiente como ganadora del Oscar, el reconocimiento será para toda Colombia, para quienes vimos la película apenas salió, para quienes la vieron a raíz de la nominación, para quienes la verán a raíz del premio, incluso para quienes no la verán. No habrá un colombiano que no se entere y automáticamente celebre que un producto artístico audiovisual hecho en casa fue reconocido mundialmente como lo mejor de lo mejor. Y qué dicha que no sea por una historia que glorifique al narcotráfico, sino por una que honra y rinde tributo a nuestro más grande valor, nuestra esencia indígena.
El premio Oscar para El abrazo de la serpiente servirá para unirnos e inspirarnos como nación, para alzar la frente, inflar el pecho y convencernos de que vale la pena trabajar para conquistar metas grandes. Ganarnos el Oscar mejorará nuestro estado de ánimo como país y eso, consecuencialmente, nos permitirá trabajar con mayor temple por ser una mejor sociedad.
Colombia, un país acostumbrado a celebrar para olvidar las penas o para convencerse de que perder es ganar un poco, este domingo celebrará el triunfo rotundo de sus compatriotas Ciro Guerra, Cristina Gallego y todo el equipo de producción de El abrazo de la serpiente, con un orgullo del que todos seremos partícipes, un orgullo sin peros.