Yo le susurraba esas cosas que no le decimos a nadie.
Aunque eramos dos, compartíamos un sólo sueño.
De viento, de azul, de sangre bebida a lengüetadas.
Me quería por los olores y rasgos que palpitaban en mi abrigo.
Yo la amaba por ser mi pelaje.
Yo le debo el conocer que el silencio no existe. Ni el descanso.
Solamente la transparencia …
Dejé de ir al bosque desde que murió.
El sonido de las hormigas que limpian sus huesos
resonará mucho tiempo en mi corazón.
Yo perdí para siempre la infancia que ella me había devuelto.
Jean Rousselot