Escribir es un placer incomparable, es crear universos y vivirlos, contar realidades e inmortalizarlas, descargar en letras un corazón saturado de sucesos y transformarlos en arte. En esta época, hay más canales y posibilidades de hacerlo, entre otras cosas, la cultura nos da licencia de expresarnos más libremente, de ahí que existan tantos espacios llenos de pensamientos, sentimientos y verdades disponibles para todo tipo de lectores.
Pero cuando pienso en escritores, no puedo dejar de recordar a quien yo considero el monstruo, el supremo, el ídolo caribe que pintó de amarillo las letras, el “bigote” que escondió tras personajes de nombres extraños las historias de su tierra y de su familia, que contó su vida como la recordaba y se alzó con el premio más importante a su oficio, poniendo a nuestro país en el mapa de la literatura y dejando su obra al nivel de los grandes clásicos: Gabriel José De la Concordia García Márquez.
Cómo no hablar de Gabito el 6 de marzo, es su día y nuestro también, porque las historias comienzan desde el nacimiento aunque no lo creamos y tienen su punto de giro el día que ocurre un gran suceso de impacto, y él revolucionó la historia de nuestro país. Cómo no celebrar la vida de quien nos la alegró detrás de una máquina de escribir en tiempos en los que sólo corría sangre y desesperanza (cosa que ha cambiado poco) por nuestro país. Cómo no agradecerle desde mis humildes letras al hombre que a través de su obra nos pintó un mundo realmente mágico en que la muerte se anuncia, los cuentos peregrinan, la mordida de un perro endemoniaba, el amor de un hombre espera pacientemente medio siglo, la abuela longeva muere cuando acaba el diluvio y las mariposas amarillas acompañan a un caballero inquietante.
Nadie como Gabito, quien desde cualquier rincón del mundo estaba escribiendo una historia costeña en escenarios con nombre propio como nuestra Cartagena, o en territorios inspirados en realidades pero creados por su valiosa imaginación como Macondo, el lugar más colombiano del mundo, donde cabemos todos cada vez que lo visitamos mediante la lectura y vemos la historia de nuestra tierra reflejada en él.
Gabito partió hace un par de años a seguir construyendo historias desde otro lugar, dejando su nombre y su nacionalidad posicionado en el más alto nivel de la literatura y la gratitud. Quien escribe nunca muere y construye felicidades permanentes, pues basta con tomar sus libros y revivir cada historia, analgésicos para un país que reclama momentos de felicidad y satisfacciones.