Como siempre destaco, el estilo costeño es afectuoso como brisa de diciembre, cálido como el sol de Cartagena al mediodía, impetuoso como la Guajira metiéndose hasta el mar así, y demuestra su esencia en las singularidades de su trato. Tuteamos, inventamos pronombres, nos comemos letras y hasta palabras, tenemos dichos excéntricos pero acertados, pero si hay algo que nos caracteriza aún más son las expresiones de cariño al dirigirnos a los demás.
Tenemos la costumbre de llamarle “amor” a alguien aunque apenas estemos conociéndolo, “gordi véndeme el combo 1” a la chica de la taquilla del cine, “negri ¿me cambias este billete por favor?” a la joven de la estación de gasolina, “mi llave ¿cuánto le debo?” al taxista cuando nos lleva a nuestro destino, en fin, preferimos llamarle “muñeca”, “preciosa”, “amigo”, “vale”, “nene” a cualquier persona a la que necesitemos hablarle cuando desconocemos su nombre, o simple cortesía.
El único problema de este trato cariñoso es que se pierde la exclusividad en familia, amigos o peor aún, en pareja, cuando usamos la misma expresión para dirigirnos a ellos también. Llamar a alguien “mi vida” ha perdido por completo la validez de su sentido, porque es la manera unisex que tenemos las mujeres para pedir o agradecer un favor: “mi vida” a alguien en la fila del banco, “mi vida” para llamar al mesero en el restaurante, “mi vida” para pagarle al estilista, “mi vida” para pedir un tinto, ¿cuántas vidas tienes?, sin duda muchas más que un gato, y se va devaluando la palabra por el abuso del uso.
También está el caso del receptor que se ilusiona al escuchar nuestra manera cariñosa de llamarlo. Nosotros entre costeños nos entendemos, pero en el resto del país o en el extranjero, les cuesta asimilar que “mi amor” y “preciosa” no significa más que cortesía; no falta la que sale con un chico que a la semana la llama “mi amor” y ya se imagina vestida de blanco en la puerta de la iglesia. De los mismos creadores del “te amo” en redes sociales, que más que explicar un sentimiento profundo se ha convertido en la manera de decir “gracias”, está “mi amor”, que es sólo una expresión de caballerosidad y amabilidad.
Admito que por nuestro carisma caribe, alegre y tropical abusamos de las expresiones de cariño quitándoles su significado real al usarlas de manera pública indistintamente y creando confusiones en quienes las escuchan y no las entienden. Lo que pasa es que así nos gusta, cercano, familiar, decimos casi involuntariamente "oye, ven a acá" así tengamos a la persona enfrente y le anteponemos el posesivo "mi" al adjetivo o nombre a mencionar para sentir mayor propiedad, no es irrespeto (la mayoría las veces) es amabilidad implícita.
Sin embargo, no me parece del todo errado, ni creo que debamos dejar de ser así de cálidos, o como nos llaman algunos, “lisos” (aclaro, hay casos de casos), más bien es un llamado al ingenio, a inventar y patentar nuestros propios nombres en pareja y amigos, la creatividad está a la orden del día cuando de ser amables se trata, y en un mundo atiborrado de violencia, qué buena manera de poner el amor y la camaradería en boca de todos gracias al lenguaje.
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