Algunas cosas en nuestra vida son crónica de una muerte anunciada, a las cuales inevitablemente debemos enfrentarnos porque no tenemos otro mundo al que podernos mudar y el cuerpo humano no está hecho para los años que uno podría vivir pero afortunadamente sacamos la casta y las superamos porque la vida no es sino una sucesión de oportunidades para sobrevivir.
Suele suceder que la sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada, pero debe quedarnos siempre la satisfacción del deber cumplido, no llorar porque se terminó sino sonreír porque sucedió, incluso, sonreír siempre aunque estemos tristes porque nunca se sabe a quien podamos enamorar con la sonrisa. Para bien o para mal, la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.
Sin duda no hay medicina que cure lo que no cura la felicidad y el amor es eterno mientras dura, por lo menos vale la pena estar felices mientras llega una mala hora, o mientras vuelven las dificultades, porque la vergüenza tiene mala memoria.
Aunque no tengamos quien nos escriba, nos escandalice la noticia de un secuestro, y nos llegue el amor en los tiempos del cólera, siempre valdrá la pena vivir para contarla, porque quien escribe nunca muere, y hay un momento en que todos los obstáculos se derrumban, todos los conflictos se apartan, y a uno se le ocurren cosas que no había soñado, y entonces no hay en la vida nada mejor que escribir.
Es posible vivir cien años de soledad como si fuera un vallenato de 350 páginas, fabricando pescaditos de oro, comiendo banano y contemplando mariposas amarillas, a la larga la vida no es la que uno vivió sino la que recuerda, y cómo la recuerda para contarla.
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El anterior fue un homenaje a Gabriel García Márquez, utilizando sus propios títulos y frases célebres enlazados. El 98% del contenido es de su autoría y obra.
Hoy conmemoramos los primeros 2 años de soledad por su partida (17 de abril de 2014)
