En el primer capítulo vimos a un Juan amante de la bicicleta, en el segundo, a un Juan entregado a la religión y en el tercero, a Juan con un gusto particular por las obras de Gabriel García Márquez y las redes sociales (http://www.eluniversal.com.co/blogs/en-un-2x3/juan-vamo-calmarno).
En este cuarto capítulo me vi obligado a contar la verdadera vocación de Juan: La enfermería. Eso fue lo que estudió y a eso se dedica desde hace un par de años en una clínica de la ciudad. Él fue quien recibió el pasado 20 de abril a la joven de 19 años, quien estaba lista, según ella, para una cesárea de gemelos.
Ella llegó sola, cansada y con calambres en las piernas, como decía en la carta que mostró al enfermero de turno. Juan agarró la hoja que le entregó la joven y empezó a leer de arriba hasta abajo con el ceño fruncido. A continuación la transcripción de la carta tal cual la redactaron.
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Hospital Local Cartagena de Indias
Hombre,. Xxxxxxx xxxx xxxxx
Fechas. 16de marso 2016 identificación.'' x.xxx.xx.xxx
Observación.
La joven xxxxx xxxxxx identificada con cedula de ciudadanía x.xxx.xxx.xxx esta bien de salud por lo tanto los gemelos también se encuentran bien. Del latido cardiaco es normal el cansancio los calambre en las piernas
Le practicamos una ecografia en la cual costa que los bebés están para el dia 20 de abril la cirugia se le practicara ESE DIA EN LA CLINICA MATERNIDAD
LA ECOGRAFIA FUE AUTORISADA POR LA GINECOLOGA
MARIA MESA ALAYA ala joven le isimos todos los estudios necesarios y viendo cuantas semanas tiene no se le practicara el 3 de abril si no el dia previsto q es el 20 de abril
ESE HOSPITAL LOCALCARTAGENA DE INDIA
GINECOLOGA. MARIA MESA ALAYA
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Juan terminó de leer y su mirada seguía clavada en el pedazo de papel, sus ojos inmóviles, sin espabilar, trataban de asimilar el choque ortográfico de esa carta macondiana. A la joven, por su parte, se le subió el calambre a los brazos mientras esperaba con ansias que Juan la remitiera a cirugía.
-“Cálmate”, dijo Juan. La barriga de la mujer a simple vista parecía real, cubierta por un vestido verde de la rodilla hasta un poco más arriba de los senos. Juan usó solo dos dedos, el índice y el del medio de su mano derecha para intentar sentir a “los gemelos”.
No tuvo que presionar más de una vez para saber que ahí no había vida, pero la curiosidad lo llevó a presionar con toda la palma de la mano que se hundió en una mentira, una mentira que apenas iba a nacer para el marido y demás familiares y amigos de la paciente impaciente.
Ante la sorpresa, Juan llamó inmediatamente a un par de compañeras enfermeras, quienes se encargaron de sacar trapo por trapo de la "barriga" de la joven. Un jean, un sostén, un pantaloncillo con tremendo hueco, 4 pantaletas y hasta una cortina hacían que el bulto de ropa que cargaba, pareciera tener vida, en este caso, un par de vidas.
El calambre desapareció y la muchacha por fin, dio a luz la oscura mentira que llevaba en su corazón. “Lo hice para retener a mi marido”, explicó con la mirada que después de un largo tiempo, pudo apuntar sin obstáculo, directamente a sus pies.
El marido de la joven, quien recordaba cada una de las letras escritas en esa horrible carta, llegó emocionado esa tarde a la clínica. Preguntó por su mujer y aunque la noticia se había regado en cada rincón del centro asistencial, nadie le respondía. Todas las miradas apuntaban a él.
Al tuchinero encargado de repartir el tinto en la clínica, quien tiene permiso especial del vigilante para entrar con sus termos, tuvieron que sacarlo porque soltó una carcajada burlesca que casi contagia a todos.
Lo que esperaba escuchar el "futuro padre de gemelos" era el llanto de sus dos pelaos pero Juan lo frenó en seco.
-Su señora se encuentra en observación, se presentó una situación con ella que debemos contarle en privado, dijo el enfermero.
-¿Pero pasó algo malo? Si ella me mostró varias ecografías donde se veía que mis hijos estaban bien, hasta la doctora que la vio lo dejó por escrito, mire.
Era una copia del mismo papel que mostró su mujer al llegar a la clínica.
Afuera de la clínica se escuchaban risotadas. El del tinto se lo contó a la vendedora de minutos y ella a un grupo de mototaxistas que se estacionan cerca.
Juan puso frente a frente a la pareja. Ella empezó a llorar cuando lo vio. El marido quedó en shock, no mirándola a ella, sino a toda la ropa que estaba arrumada en un rincón. No entendía nada hasta que reconoció un viejo calzoncillo de marca Leopoldo que hacía rato venía buscando en su cuarto.
-Con razón no querías bañarte conmigo, con razón no querías que sintiera las pataditas de mis pelaos, con razón se me había dizque perdido mi pantaloncillo favorito, con razón todos me miraron raro cuando entré aquí. De pronto él perdió la razón y le dijo que no quería verla nunca más en su vida.
Salió de la clínica y nadie se atrevía ahora sí, a mirarlo. Se tomó un tinto del tuchinero para tratar de calmarse. Pagó un minuto de celular para avisarle a su amigo que lo habían engañado y luego cogió una mototaxi hasta su casa. Se bajó de la moto, cerró la puerta con tanta brusquedad que la vecina salió a la terraza a ver qué pasaba. El mototaxista se encargó de contarle todo, y ella lo regó de esquina a esquina.
Eso pasó hace una semana y no sé qué más escribir porque el hombre todavía no sale de su casa. Por otra parte, su mujer es atendida por un psicólogo y por recomendación de Juan, quien oró por ella, se metió a una iglesia cristiana donde el pastor llega en caballo a cada celebración.
+Recuerde que este es el blog de un tal Juan, quien empezó el recorrido por la Heroica en una bicicleta que le inmovilizaron. No se coma todo este cuento, pero disfrútelo.