Casi de manera natural, cuando las cosas no salen como las esperamos, la gran pregunta es ¿por qué a mí? cuando realmente la respuesta está contenida en un “para qué” que vamos develando a lo largo del tiempo. Un cromosoma más o uno menos, una enzima adicional o carente, son oportunidades de amar y no un problema, porque si nacemos producto del amor de nuestros padres, lo más lógico es que este sentimiento aumente exponencialmente al crecer, independientemente de que a nivel celular o molecular no nos den las cuentas.
Hoy, en el día de la mucopolisacaridosis, es decir, de las enfermedades metabólicas hereditarias causadas por la ausencia o el malfuncionamiento de ciertas enzimas, cabe destacar el valor de muchos pacientes y sus familias, por convertir en fortalezas situaciones desencadenadas a causa de estos retos en su salud, cuya única dificultad es la inoperancia e injusticia del sistema de salud y la sociedad misma intolerante, especulativa e imprudente, pero que por lo demás, paradójicamente todo funciona a la perfección.
Las enfermedades de origen congénito son una caja de sorpresas, a la que se enfrentan muchas familias de manera intempestiva, llenándose de dudas, preguntas, reclamos a la vida e incuso frustraciones. La medicina ha avanzado y sus hallazgos hoy día procuran la calidad de vida de pacientes de todo tipo de enfermedades, incluso las poco comunes, siendo una constante trabajar en pro de ellas para ofrecer mejoría a quienes las padecen. Sin embargo, son los padres de estos pacientes y su núcleo familiar los médicos idóneos, quienes con amor, dedicación y empeño, les dan la dosis exacta de vida y felicidad.
Ya lo dice el gran Gabo “no hay medicina que cure lo que no cura la felicidad” y precisamente una buena quimioterapia de amor, tranquilidad y bienestar alivia más que inyecciones y canalizaciones con las drogas más efectivas del mercado. Muchas familias se llenan de temor, como es normal, cuando uno de sus miembros presenta un caso de mucopolisacaridosis o síndromes en general, pero su mérito es ser guerreros al sacar adelante hijos, sobrinos, nietos, hermanos con condiciones especiales y hacer de sus vidas un cúmulo de instantes felices.
La maestra vida ha elegido a algunas madres y padres para darle las lecciones más valiosas a través de sus hijos y los desafíos que deben enfrentar por su salud, con la motivación que les da el amor por ellos, se convierten en médicos, abogados, periodistas y en general malabaristas de los avatares de la vida solo para robarle sonrisas a los suyos, renunciando a vivir sus propias vidas, muchos al trabajo, incluso teniendo mala situación económica, sólo por ofrecer lo mejor de sí, eso que al final es la receta perfecta, efectiva, la más especial.
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