Juan es víctima de los conciertos "bombas" en Cartagena


La rara nube que se posó en el cielo cartagenero el pasado miércoles 29 de junio, era una señal de la tormenta que se avecinaba para los amantes de la salsa.

Aunque el IDEAM informó que se debió a un cambio de presión, “de un tipo de nube cúmulo o denominada algodón, que no trae consigo lluvias o cambios climáticos”, en redes sociales la bautizaron como la nube del “Día de la Independencia”, haciendo referencia a la película protagonizada por Will Smith.
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“La cosa se va a poner maluca”, dijo Juan cuando miró al cielo. Minutos antes, había comprado dos boletas de Platino para el 'Son Caribe Fest', el concierto de salsa programado en el Parque de La Marina para el sábado 2 de julio, con tremendos artistas como Andy Montañez, la Orquesta Aragón de Cuba y Maelo Ruiz.

A Juan cada boleta le costó 160 mil pesos, es decir, se gastó 320 mil pesos porque él y su esposa son unos salseros bravos. En Blas de Lezo, donde viven, ambos acostumbraban a escuchar todos los domingos en la emisora al desaparecido 'Cheo' Romero.

El día del gran concierto llegó, Juan y su esposa estaban tan entusiasmados que decidieron asistir temprano. En la promoción del evento decía que empezaba a las 8 de la noche y ellos se acomodaron en las sillas a las 8:12 p. m.

Eran las 10 de la noche y nadie cantaba, para rematar, la esposa se le pega a Juan en el oído y le dice: “Ajá mi amor, estoy seca”. Él suspiró, preocupado porque la botella del Tributo a Orlando Parra costaba 300 mil pesos. De su bolsillo sacó cuatro billetes de cincuenta mil y el único de 100 mil pesos que había visto desde que salieron al ruedo.

Trago iba, trago venía y la salsa, ni de tomate se veía. Media hora después aparece por fin un cantante, era el cartagenero Danny Daniel, quien no aparecía en la lista, pero que fue recibido con ovación por, además de su talentosa voz, ser el local.

“Él trabaja hasta tarde para que a ella no le falte nada, en su nido de amor ella lo espera enamorada, él a veces se olvida de las fechas importantes, las facturas no esperan y él siempre es muy responsable... Que le hace falta un beso, que le dé una rosa, que la haga sentir como cuando era su novia”.

Cuando Danny cantaba esa canción, Juan y su esposa tiraban pases de enamorados. El trago los estaba cogiendo, por eso trataban de no dar muchas vueltas, ahí, casi que en una baldosa, se abrazaban como si estuvieran guardando fuerzas para la Orquesta Aragón.

“Esto se está como alargando, ahora seguro le cortan canciones a alguno de los artistas que vienen”, dijo Juan después de casi una hora escuchando a Danny Daniel. Si la nube de aquel jueves era igualita a la del Día de la Independencia, el concierto del sábado se podía comparar con el hundimiento del Titanic.

Luego de los aplausos por la gran presentación de Danny Daniel, el caos se apoderó del Parque de La Marina. La gente esperaba por alguno de los cantantes anunciados pero nadie se subía. A la 1 de la mañana empezaron a volar sillas.

Nadie salió a decir que el concierto se había cancelado. Se rumoreaba que Maelo Ruiz estaba muy cerca del escenario, desde donde podía escuchar la lluvia de quejas. Entre el murmullo Juan se enteró que a los artistas no les habían pagado completo y por eso se cancelaba el tan esperado evento.

A la botella de whisky no le quedaba ni un dedo. A su mujer, al conocer la noticia, se le mezcló la rabia con el licor. Ella fue la primera en subirse un par de sillas al hombro. ¿Cuántas sillas se llevó Juan?, ¿cómo hizo para transportarlas hasta su casa? Eso no está claro, lo que sí es seguro es que él dice que no va a pedir la devolución del dinero. Es el tercer concierto en menos de un año en Cartagena, en el que le quedan mal: primero, quería ver a Ricardo Arjona y lo cancelaron, luego a Romeo Santos (porque su esposa se lo pidió) y también lo cancelaron, ahora este de salsa en el que se gastó más de 600 mil pesos, sólo escuchó a Danny Daniel.
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Bajando por la calle del parque de la Virgencita, en el barrio Blas de Lezo, hay un letrero en la terraza de una casa que dice: “Se alquilan sillas”... ahí vive Juan, quien espera que su negocio crezca como la nube del Día de la Independencia.


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