Volver; ese verbo que se cristalizó hace unas semanas, cuando un avión abrió sus compuertas y desató ipso facto el calor característico de Cartagena. Hace, más o menos,un año que no pisaba el lugar, mi casa. Hace tres años y medio que no volvía.
"Todos los caminos conducen a Roma", en este caso a la heroica, a la que le atribuyo mi más grande bipolaridad por seguir condensando en sus calles y su gente, la razón para quedarme e irme ial mismo tiempo, sin saber por qué!. Volver, y en el entre tiempo pensar lo que fue. Hacer un recuento de la aventura que te alejó de los tuyos; contar las camas, y los amigos, las familias transitorias que te abrazaron, mientras volvías, las mil y una fiestas de la tía peruana, el abuelo boliviano, el sobrino argentino. Celebrar la llegada de un bebé cuyos padres conoces veinte horas atrás y apenas si logras balbucear su idioma, para comunicarte. Saber que hoy se suman a esa baraja de cariños a la que te haces acreedor.
Sentarte a contemplar la majestuosidad del mar, escuchar a los tuyos debatirse entre los agasajos. Que si " jugo de maracuyá, mamita, o cocktelito de la caponera, negra", mientras disimulas la falta de aire, piloteas el sopor, esfuerzas tu acento, para sentirte de nuevo propio, natural. Estás entregado; la fiesta por tu bienvenida es un parpadeo que se cumple una vez que todos vuelven a la maratónica rutina y, mientras tanto, vas quedando relegado, a la merced de un tiempo que sobra para mirar y recapitular cuánto de tí hay en esto, cuándo es que dejaste de ser la jovenzuela trémula, el charlatán sin precedentes, el amigo de siempre. Te conviertes en blanco de presiones, el tiempo pareciera jugarte en la contra de no entender a qué has vuelto, porque ni siquiera con él te has confesado.
Vuelvo a colgar mis ojos fijos sobre un horizonte. He venido al mar, que nunca me susurró norte pero en cuyo sonido pude siempre encontrar sosiego. Miro cada rostro, nuevo o viejo, y se cristaliza en ese acto toda la suma infinita de las razones por las cuales sé que lo quise a mi lado. Soy el mismo cuenco donde se mece, líquida, la nostalgia; esa evocación ferrea del pasado que nos compone. "Cartagena es en sepia, querida" afirma la amiga que me ve los ojos perdidos en el distribuidor ambulante de cigarrillos, aromáticas, café negro dulce, cargado, con o sin leche. Asiento, en silencio. Tanto poeta suelto, me digo. Tantos "sí" esperanzados, tantos "no" aguerridos; tanto de lo mío que, aunque nuevo, luce ajeno, No sé dónde me quedé, apenas mi cabeza va volviendo y se pregunta dónde está la casa que representa volver a la heroica.
Y ahí está el mar, en su sonrisa calma y discreta, al que veo de refilón, mientras camino todavía sin tiempo, mientras viro centro dentro, por las calles empedraditas, algunas más prolijas que otras, en este fragmento de ciudad que frecuento.
Qué pensaría Vico sobre el plebiscito, qué diría el maestro Carlitos, al pronunciarse. Cómo sonará la canción para este noviembre, ahora que, ausentes, el Joe y diomedez, nos dejaron sin "coletos" para admirar, por su cadencia. Vuelvo a recitar, a escribir mientras pueda, y enseñar al que quiera. Soy abogada, como no fue ni Jattin ni Garcia, pero sí Valeta y Espinosa. Al Amaracá lo dejé esperándome en Cusco; a Gastón, vonvertido en amigo, con un largo abrazo de despedida. Bombón -mi heterocroma- no está y suerte que tengo a dos viejos buenos, que me alimentan, porque las letras me quieren , pero icómo les cuesta mantenerme!
Volver, esta cosa de inmortales. Como tejer la primavera, en el más crudo invierno y alcanzar a ver florecido algunos arbustos, antes de claudicar en la empresa. Como parir un párrafo, y en el entre tiempo elegir qué prenda me ahorre el calor, la comodidad en la bici y no me reste glamour, en una ciudad tan pasarela.
iUna cosa de locos! Un dejavú que se prolonga por más de veinte horas, con sus minutos, y la cabeza agitada por mantenerse en pie, mientras regatea una agüita de coco, para esta hija del callejón Laurina.
iAy, volver! Carajo...