LOS MÉDICOS DE LA AMBULANCIA DE BOLÍVAR EN LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS


El 17 de octubre de 1899 se inició un nuevo conflicto bélico, el más largo y sangriento del siglo XIX, conocido como la Guerra de los Mil Días. Los liberales se tomaron las poblaciones de El Socorro y San Gil, en el departamento de Santander, y pocos días después había un levantamiento generalizado en armas.

En ese siglo XIX que llegaba a su fin, sucedieron numerosos conflictos regionales y guerras civiles. Los enfrentamientos bélicos entre bolivarianos y santanderistas pasaron con el tiempo a ser choques entre conservadores y liberales. La Guerra de los Mil Días fue el último conflicto del siglo XIX y el primero del XX. En el cambio de siglo, Colombia estaba destruyéndose en una guerra originada por asuntos políticos, incluida la derogación federalista de la Constitución de Rionegro de 1863 en beneficio de la Constitución de 1886, en esencia centralista. Se produjo un enfrentamiento entre el ejército regular y organizado del Gobierno, al inicio nacionalista y luego conservador, frente a las guerrillas liberales mal dotadas y sin el adecuado entrenamiento.

Prácticamente en todas las regiones se dieron escaramuzas, más fuertes en algunos lugares que en otros y hubo suspensión de las garantías ciudadanas en todo el territorio colombiano. Los servicios de salud para la población eran totalmente insuficientes, de muy baja calidad o ausentes. Existía escasez de médicos, enfermeras, medicamentos y centros hospitalarios. Para prestar atención a los combatientes nacieron Las Ambulancias, las cuales eran campamentos itinerantes que hacían presencia en los campos de batalla para atender a los heridos en los conflictos. Usualmente llegaban horas o días después de finalizada la batalla, con lo cual los heridos graves permanecían sin atención médica por mucho tiempo. El doctor Manuel Pájaro H., directivo de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar, profesor de la Facultad de Medicina de la hoy Universidad de Cartagena fue el Médico Jefe de La Ambulancia Gubernamental del Departamento de Bolívar.

La siguiente carta que aquí reproduzco la envió el Doctor Manuel Pájaro H., el 12 de febrero de 1900 al señor secretario de Gobierno y Guerra, Jefe Civil y Militar en lo local, del Departamento de Bolívar. Es un documento hasta ahora inédito que da fe de participación de los médicos del departamento de Bolívar en dicha Guerra.

“En mi anterior informe di cuenta a usted del modo regular cómo funcionaba la Ambulancia que presta sus servicios en la guarnición de esta plaza, bajo la inmediata dirección del infrascrito. Escrito y transmitido ya el referido informe, tuve conocimiento de que el señor doctor Antonio C. Merlano, residente a la sazón en Turbaco, había prestado con esmero y completo desprendimiento algunos servicios médicos a la fuerza del General Domínguez en los días que pasó en el mencionado pueblo; circunstancias que contribuyó también a que los médicos en servicio activo de la Ambulancia no hubieran tenido necesidad de trasladarse a Turbaco a recetar a los militares de la expresada fuerza. “De justicia es el hacer mención honrosa en este lugar del importante servicio que el doctor Merlano prestó, como médico entendido, a las fuerzas que desde el lejano Cauca han venido a sostener La Legitimidad.

“Desde que a principios de enero último quedó organizado el Batallón “Libres”, me hice cargo de atender (a) los enfermos de ese Cuerpo a fin de que el Gobierno no tuviera, por de pronto, a lo menos, que gastar en el sostenimiento de una plaza más de médico militar. “Quedó el servicio de Ambulancia distribuido así: el doctor Santiago Guerrero como médico del Batallón “Cartagena”; el doctor Justiniano Martínez C., como médico de la Policía; el doctor Rafael Calvo C., como médico de todos los militares que son enviados al hospital. A cargo del infrascrito han estado los siguientes cuerpos: el “Libre”, la “Guardia Urbana”, el “Cuerpo Cívico” y la “Guardia Cívica del Espinal”. Además, los empleados del Estado Mayor.

“Con celo y buena voluntad han venido prestando sus servicios los Médicos de la Ambulancia, secundados eficazmente por el señor proveedor oficial de medicinas, quien ha suministrado en oportunidad los medicamentos que se han necesitado, ya para los enfermos que han permanecido en las cuadras, ya para los que han sido asistidos en su domicilio. Con la misma oportunidad y esmero ha preparado los botiquines que han seguido con las Ambulancias volantes.

“El 2 de enero salió con la expedición militar que marchó para el Atrato, una Ambulancia a cargo del doctor Guerrero como Jefe, y el señor Justiniano Martínez T., como ayudante. Llevó esa Ambulancia un botiquín bien provisto. Con la ausencia del doctor Guerrero quedaba accidentalmente sin médico el Cartagena. En esta circunstancia se dispuso que el doctor Calvo C., visitara (a) los enfermos del mencionado cuerpo, mientras duraba la ausencia del doctor Guerrero.

“Por el 20 del mismo mes de enero marchó de esta plaza el Batallón “Libres” con dirección a San Estanislao a fin de abrir operaciones, si era necesario, sobre las guerrillas que inquietaban a varios pueblos de Barlovento. Hasta muy tarde de la noche estuvo en aquella fecha el infrascrito haciendo esfuerzos para organizar la Ambulancia volante que debía seguir con el Batallón “Libres”, y sus esfuerzos resultaron infructuosos, porque los médicos disponibles de la Ambulancia general tuvieron inconvenientes para movilizarse.

“Resolvió, pues, el infrascrito dejar, por poco tiempo, acéfala la Ambulancia y se dirigió a San Estanislao en unión de los apreciables jóvenes Pedro J. Cabarcas y Mauricio Visbal hijo, [para esos momentos eran avanzados estudiantes de medicina, por ello son denominados señores y no médicos] con el objeto de organizar allí la Ambulancia volante, la cual quedó definitivamente organizada con los inteligentes, competentes y decididos jóvenes Cabarcas y Visbal, bajo las inmediatas órdenes del infrascrito. “En altas horas de la noche del 23 al 24 de enero, llegué con los jóvenes expresados a San Estanislao, y hallamos (a) la población en extremo alarmada y (a) las fuerzas del Batallón “Libres” en actitud de combate, pues por diferentes conductos y de diferentes lugares, llegaban avisos de que la población sería atacada esa noche. Oportunamente, pues, parecía llegar a San Estanislao la Ambulancia para prestar con interés sus servicios. Por fortuna, la noche se pasó sin incidentes de gravedad. “A la siguiente mañana llegaron a dicho pueblo fuerzas al mando del General Rafael M. Gaitán, que a poco de llegar se pusieron en marcha como vanguardia, y poco después se movilizó la del Coronel Terán. El General Gaitán informó que por Sabanalarga venía el Coronel Wenceslao Rodríguez con otra fuerza, y que con esta venía una numerosa Ambulancia de Barranquilla. Al saber el infrascrito que venía Ambulancia de Barranquilla, resolvió que la Ambulancia que estaba bajo sus órdenes se estacionara en Arenal, para desde allí movilizarse a prestar sus servicios si el combate se verificaba en Repelón o en Santa Cruz, como se presumía.

“A medida que se aproximaban nuestras fuerzas, el enemigo levantaba su campamento, hasta que al fin supe con certidumbre que se atrincheraban en Piojó, pueblo mucho más cerca de Usiacurí, en donde estaba la Ambulancia de Barranquilla, que de San Estanislao, en donde, por eso, decidí fijar la Ambulancia de Cartagena. Es de notar también que había escasez de bagajes en San Estanislao, de tal modo que gran parte de la oficialidad del Batallón “Libres” tuvo que ir a pie por escabrosos caminos y bajo un sol abrasador.

“Esto influyó también para resolver estacionar la Ambulancia en San Estanislao, teniendo en cuenta, además, que quedaba en este pueblo una guarnición del Batallón “Libres” que de un momento a otro podía ser asaltada por las guerrillas que se hallaban en los pueblos vecinos.

“Pronto me puso de manifiesto la ventaja de dejar la Ambulancia en San Estanislao, pues entre el camino de Repelón y Santa Cruz, recibió una grave herida el soldado Manuel Salas, del Escuadrón “Libres”, quien fue conducido inmediatamente a dicho pueblo en donde recibió los cuidados de la Ambulancia.

“Considerando que no habiendo sido herido en combate el soldado Manuel Salas, su conducción a esta ciudad en momentos de excitación, podría ser ocasionada a comentarios que produjeran en esta población desórdenes más o menos graves por su trascendencia, dispuse que el herido Salas se quedase en San Estanislao al cuidado de la Ambulancia, hasta que juzgara oportuna su traslación a esta ciudad. Esto acontecía el 26 de enero. El 4 de febrero, fecha posterior al combate de Piojó, resolví que el herido Salas fuera traído a esta ciudad, lo que se verificó sin incidente de ninguna especie.

“En la misma hora en que se verificaba el combate de Piojó se verificaba también un encuentro en el Piñón. Hubo en ese encuentro varios heridos, entre ellos el simpático y valeroso Coronel Aníbal Cañas. La Ambulancia de Calamar pidió auxilios a la de San Estanislao para ir a socorrer a los heridos del Piñón, y el activo y siempre bien dispuesto joven Cabarcas, de mi Ambulancia, fue al Piñón a prestar sus servicios. Entre tanto, el herido Salas y los enfermos de la guarnición de San Estanislao, estuvieron al inmediato cuidado del no menos meritorio joven Visbal.

“Al regresar victoriosas a San Estanislao las fuerzas del gallardo Coronel Terán, fueron sorprendidas por guerrillas emboscadas en el camino de Repelón que conduce a aquel pueblo. Creían los que, ocultos en el monte, esperaban con machetes, que nuestra fuerza venía derrotada, y se proponían sacrificar a golpes de machete a los derrotados. No hubo, por fortuna, desgracias que lamentar, pues los asaltantes fueron derrotados quedando algunos prisioneros.

“Pero ese encuentro pudo haber ocasionado heridos en nuestra fuerza, y en semejante emergencia, la Ambulancia establecida en San Estanislao habría podido socorrer a los heridos; al paso que si la Ambulancia hubiera venido por la misma vía que las expresadas fuerzas, habría podido caer también bajo el filo del machete asesino, que no habría respetado, más por ignorancia que por ferocidad, las insignias de la Ambulancia, como no habría respetado tampoco a los ministros del altar.

“Por todas estas consideraciones juzgó el infrascrito, que San Estanislao era el lugar más adecuado para estacionar la Ambulancia volante a cargo inmediato de los señores Cabarcas y Visbal. Y esta disposición quedó tanto más justificada cuanto que la numerosa Ambulancia de Barranquilla, con toda clase de recursos, estaba próxima al lugar del combate, como lo prueba el hecho de que pocos momentos después de terminado el combate, entraba en Piojó y prestaba esmerados e inteligentes cuidados a los heridos cuyas heridas no fueron fatalmente mortales por su naturaleza.

“Las fuerzas de Cartagena, que podemos llamar de línea, compuestas del Batallón “Libres” y de una compañía del ya aguerrido “Cartagena”, no sufrieron bajas efectivas, pues solo el Batallón “Libres” tuvo un herido de poco peligro, el corneta González. En el Escuadrón “Libres”, compuesto de un grupo de jóvenes tan distinguidos como llenos de entusiasmo por la noble causa que los llevaba al campo de la muerte, fue donde hubo que lamentar la muerte del Capitán Nicanor Carazo, quien cayó herido de muerte, bajo una lluvia de balas, desde los primeros momentos del combate que se prolongó durante siete horas; y la grave herida del Capitán Antonio Amador, que fue acuciosamente atendido por la Ambulancia de Barranquilla.

“A esta ciudad fue trasladado, con las precauciones del caso, este meritorio joven, en donde, merced a la buena asistencia médica, va mejorando considerablemente de su peligrosa herida.

“Digna es de honorífica mención y de reconocimiento, la Ambulancia bien organizada de nuestra hermana Barranquilla, que tan oportunos y eficaces servicios prestó a los heridos del combate memorable de Piojó.

“Funciona actualmente una enfermería en el cuartel del Batallón “Cartagena”, creada por el celo del señor Coronel D. Lácides Segovia, muy digno Jefe de ese ya disciplinado cuerpo. Veinticinco camas tienen la enfermería, y cuenta con servicio médico que prestan miembros de la Ambulancia. Está provista la enfermería de todos los utensilios indispensables para el uso de los enfermos, y de un botiquín con las medicinas necesarias. El departamento de la alimentación y asistencia está satisfactoriamente organizado. Los militares enfermos del Batallón “Cartagena”, reciben gratis importantes servicios.

“Con los ahorros, discretamente hechos en el mencionado Batallón, ha fundado el Coronel Segovia, la Enfermería de que he hablado. Esta obra del Coronel Segovia merece encomios; por eso es grato al infrascrito el registrar ese hecho en el presente informe. “Con fecha 3 de febrero corriente, fue dado de alta en la Ambulancia el doctor Manuel de Lavalle. Buena adquisición ha hecho la Ambulancia con el ingreso en ella de este consagrado e inteligente joven médico.

“También ha sido incorporado en la ambulancia, como Ayudante, el señor D. Mauricio Visbal hijo, joven aprovechado de la Facultad de Medicina de Cartagena, que está ya para recibir su diploma de doctor. El diligente joven Eusebio Guerrero Pérez, es el practicante de la enfermería del Cuartel del “Cartagena”. Muy señalados son los servicios que ha prestado en las Ambulancias del Río Magdalena y las de tierra, el muy competente joven Pedro J. Cabarcas, también alumno de la Facultad de Medicina de esta ciudad que solo por la revolución, que tan intempestivamente estalló, no se ha graduado.

“Muy recomendable es la abnegada conducta del joven Cabarcas, que ha ido sin vacilar a donde ha sido necesario y ha prestado servicios médicos con oportunidad y discreción.

“En virtud de orden del Gobierno, se trasladó el infrascrito en asocio del doctor Rafael Calvo C., a Calamar con el fin de asistir a la junta médica que solicitó el doctor Luis G. Malo, para acordar en común el plan curativo a que debía someterse el benemérito Coronel Aníbal Cañas, herido gravemente por su comportamiento heroico en el combate del Piñón.

“Con buena voluntad se ha decidido la Ambulancia de Cartagena a prestar su contingente en la labor de salvar la interesante vida de un militar tan distinguido y valeroso como el Coronel Cañas. Ojalá que los comunes esfuerzos que se vienen haciendo por la vida del Coronel Cañas, se vean coronados de éxito satisfactorio.

“En cumplimiento de órdenes transmitidas por la Jefatura Civil y Militar o por la Comandancia de la Plaza, celosas ambas de la salud de los presos políticos custodiados en esta ciudad, he visitado en varias ocasiones las bóvedas, en donde están detenidos los prisioneros de guerra. El Gobierno, guiado por sentimientos humanitarios y hasta fraternales, como hijos que somos todos de una misma patria, ha suministrado a dichos prisioneros camas, alimentación, alumbrado eléctrico, en la parte exterior de las bóvedas y cuidados médicos en el hospital, adonde se han hecho trasladar los enfermos graves, según mi indicación.

“Como se ve, el servicio permanente de la Ambulancia es de lo más activo, en tal grado que no basta el personal de que se compone para llenar cumplidamente todas las necesidades, así las ordinarias como las que inopinadamente se presentan en relación con las vicisitudes de la guerra. Dios guarde a usted”.

Las fuerzas revolucionarias liberales también tuvieron sus ambulancias, aunque menos equipadas y organizadas. Estaban agrupadas en dos, del norte y del sur de Colombia. No se tiene información quienes fueron los médicos del departamento de Bolívar que hicieron parte de las ambulancias liberales. Ya que los liberales contaban con pocas municiones, les fue imposible atacar ciudades estratégicamente importantes como Cartagena o Barranquilla. Pero sí intentaron tomarse Magangué, en junio de 1900. No obstante, ante el fuerte contraataque del ejército, debieron abandonar la población. El ejército regular organizado y financiado por los conservadores gobernantes siempre fue superior a los liberales.

Las batallas principales de la Guerra de los Mil Días se cumplieron en el oriente colombiano, y fueron Peralonso y Palonegro. La última demoró quince días, se enfrentaron 8.000 soldados liberales y 18.000 del ejército conservador, y terminó con el triunfo de las fuerzas conservadoras que estaban en el gobierno. La historia ha considerado la Guerra de los Mil Días como absurda, un enfrentamiento de dos ejércitos cargados de ilusiones y ciegos al alinearse a preceptos difíciles de comprender. Los generales del ejército gobernante no liquidaron el conflicto en poco tiempo, pudiéndolo hacer. Los líderes liberales revolucionarios fueron vanidosos, caprichosos e incluso irresponsables con sus propios integrantes. Luego de 1.128 días de conflicto armado, finalizó el 21 de noviembre de 1902 con la victoria del Partido Conservador, posterior a la negociación y firma de los tratados Neerlandia y Wisconsin.

La economía de Colombia estaba totalmente en ruinas, el país estaba notoriamente empobrecido, destruidas las industrias, las vías de comunicación y había una enorme deuda externa e interna. Se habían movilizado más de 70.000 hombres en ambos bandos, con más de 100.000 muertos. Los campos estaban desolados, perdidas las cosechas, resquebrajado todo lo referente a lo agropecuario. La dura crisis económica se intensificaría con la separación e independencia de Panamá el 3 de noviembre de 1903, con la complicidad obvia de los Estados Unidos por los intereses que tenía en la construcción de un canal interoceánico.

El siguiente texto es parte de un capítulo de mi libro: “La Gaceta Médica de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar. 1888-1919”. Puede solicitar un ejemplar físico a alvaromonterrosa@gmail.com


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