Manolo Duque ha dicho en una entrevista reciente, con el estilo popular que lo identifica, que anda como caballo cochero. Que si se aprende los detalles de una agenda de trabajo se vuelve loco. Y hay que admitir que el hombre no miente: lleva parches en los ojos, anda con la cerviz agachada, solo camina por la urgencia de la fusta, y el cansancio de los cascos ya se le asoma por la crin.
Tal vez por eso no puede ver los grandes problemas que azotan a Cartagena, y su paso cansino no le es suficiente para llegar a tiempo a los retos de la ciudad. Todo parece indicar que le cuesta demasiado cargar con el peso de los señores del billete, esos que pagan el viaje. Un alcalde que va como caballo cochero, en lugar de llevar las riendas, se ve sometido por ellas. No es difícil imaginar entonces que sean otros los que comanden el coche de su administración mientras él se dedica a pasear por barrios y calles haciendo más ruido que gestión.
Cabe preguntarse ahora qué pasó con las propuestas que tenía cuando aún era candidato. Para exigirle cumplimiento porque el látigo de la inseguridad está incontrolable; porque el caos en la movilidad es cada vez mayor; porque la estructura de la ciudad no está preparada para ningún clima; porque no hay proyección de obras ni planes que mejoren la calidad de vida. No hay árboles, no hay andenes, no hay puentes peatonales, no hay espacio para bicicletas. El alcantarillado es insuficiente en toda la ciudad, no hay fomento para el deporte, no hay controles para el transporte ilegal, no hay espacios de calidad para la recreación. Para resumir, hay un largo etcétera de cosas que no funcionan. Y ante todo esto, las medidas que ha tomado Manolo son apenas pañitos minúsculos de agua tibia; tibia como su carácter y su criterio.
Más allá de la torpe analogía con el caballo cochero, Cartagena lo que necesita es un alcalde que de verdad trabaje y que de verdad esté preparado técnicamente para impulsar el desarrollo de la ciudad. Manolo, tristemente, ha demostrado que no está a la altura. Una cosa es dar declaraciones altisonantes en lenguaje popular, y otra muy distinta es coordinar las acciones necesarias para resolver problemas.
Pero lo cierto es que los cartageneros tampoco hemos estado a la altura. Aquí tenemos por tradición elegir en cada periodo un alcalde peor que el anterior. Y además se ha impuesto ahora la moda de elegir alcaldes de impacto popular así no tengan ni la más remota idea de administración pública. Claro, esto es así porque son muchos los que tienen la inocente esperanza de que con un alcalde de ese tipo es más fácil que nos tiendan la mano.
Al final lo que resulta es un alcalde que, por no tener idea de cómo se maneja una ciudad, termina arreado por los marrulleros y tramposos de siempre qué sí saben para qué sirve el poder. Entonces, tal como vemos, hoy el alcalde parece más la mascota de un equipo de béisbol que gesticula y quiere figurar pero que al fin y al cabo no tiene peso en el juego.
Cartagena necesita entonces de ciudadanos críticos y comprometidos con su propio futuro. Porque en ese aspecto la historia también nos ha llevado como caballos cocheros. Pero ya es suficiente. Ya es hora de que tomemos las riendas y nos libremos de una vez por todas de la amarga carreta del sometimiento y el conformismo.
Por lo pronto esperemos que el paso de este caballo cochero no deje tanta boñiga en las calles de la que alguna vez se llamó La Ciudad Heroica.
@xnulex