[inline:foto2.jpg]
“Y por favor, miénteme” (Sílaba Editores) es una de las buenas noticias culturales del país en las últimas semanas. Es la primera novela del cartagenero Fernando Araújo y con ella abordó un momento clave en la historia de la Nación en el que Cartagena fue escenario de cruentos enfrentamientos políticos. Pero, por otro lado “Y por favor, miénteme”, indaga la memoria de varias familias pudientes y de algunos personajes conocidos, difícil tarea. La novela tiene grandes lecciones de amor y desamor, de corrupción y mentira, de la vida y de la muerte. Estas indagaciones, y la escritura misma, le llevaron a su autor casi 13 años y por ello no es gratuito que este libro se haya convertido, en cosa de semanas, en una grata sorpresa en las letras nacionales.
Una de las constantes en esta intensa narración es que la mentira es mostrada como uno de los rostros permanentes del ser humano, confirmando aquellos versos de Machado que dicen, “Se miente más de la cuenta/ por falta de fantasía: /también la verdad se inventa”. Araújo nos demuestra que las mentiras terminan convertidas en bálsamos y al tiempo en ensalmos que se le imponen a un linaje, a la nación o a los seres amados.
Con esta novela se nos describe tal y como somos (con poder o sin él): seres mancillados por nuestra propia humanidad, fácilmente corruptibles y fácilmente burlados por la más hermosa de las máscaras: el amor.
Pero también el autor nos da una posibilidad de respiro ante el abismo: cuando las voces de este gran coro se vuelven cantos a la esperanza y a la búsqueda de la libertad.
[inline:foto1.jpg]
Fernando Araújo, novelista y periodista cartagenero.
***
¿Cómo fue la labor de enhebrar las sagas de las familias fundadoras de la Nación como los Pombo, los Vila, los Daníes, los Veliz, los Duplat y los Núñez?
R. Lo esencial para mí fue comprender que detrás de toda decisión, grande o pequeña, hay una razón, generalmente pequeña. Por lo tanto, traté de ver y de mostrar lo humano de esos personajes, que más allá de su poder, tenían angustias, ilusiones, miedos, amores y demás, como todos. Algunos están dentro de la novela como acompañantes. Otros, como protagonistas. A algunos les cambié el apellido pues ya sabemos cómo son los descendientes de los aristócratas.
¿Qué tanto de la trama es invención y qué tanto es creación?
R. Aunque casi todos los personajes existieron, fueron recreados, fundamentalmente porque era imposible saber aproximadamente cómo eran, y menos, poder escudriñar sus temores y sus amores, por ejemplo. O sea, lo que en realidad los movía. Los hechos principales sucedieron, aunque no de la forma en que están en la novela. Por otra parte, debido a la precariedad de nuestra memoria histórica, es imposible saber cómo se fueron dando los hechos.
Por lo general al recomponer, o al mirar, desde otra óptica la historia de las familias se tiende a propiciar suspicacias ya que en toda familia con fortuna hay oculto un gran crimen. ¿Cómo le fue con esas prevenciones?
R. Tuve tantas prevenciones, que me demoré doce o trece años en escribirla, y pasé por cuatro versiones distintas. Incluso le cambié el título original, que era El patio de las iguanas. Al principio fui muy respetuoso con los personajes, precisamente porque algunos eran de mi familia. Pasado el tiempo, los años, me fui convenciendo de que debía llevarlos al límite, y de que yo no estaba escribiendo un libro de historia, sino una novela. Me convencí de que debía escribir una novela, y que lo importante era la novela, la obra, no los personajes ni yo.
¿Cuál es el papel de la mujer en esta trama de finales del siglo XIX y principios del XX?
R. Las mujeres de esta novela rompen con lo establecido y heredado, todas a su manera. No se dejan llevar por viejos mandamientos ni por tradiciones heredadas. Son conscientes de la importancia de la libertad, y por la libertad, como decía el poeta, sangran, luchan y perviven.
Hay política, hay verdades ocultas, hay amores dolorosos y traiciones. Una maraña de pulsiones en 27 capítulos de exploración psicológica que lleva al lector al centro de la tragedia. ¿Cómo fue el trabajo de investigación?
R. Para la investigación me sentí como en una película en la cual yo era el protagonista. Me fui a Cartagena dos veces, me metí en archivos, bibliotecas, hablé con mucha gente, recorrí los lugares de la historia. Fue de las cosas más emocionantes del libro, pues en aquel entonces, en la medida en que iba descubriendo, todo era susceptible de ser contado y todo era apasionante. Hoy comprendo que la investigación fue esencial para la novela.
Es admirable la síntesis en su narrativa, ha podido contarse esta historia en 600 páginas. ¿Esto es el resultado de someter su escritura diariamente al yunque del periodismo?
R. Con el periodismo he aprendido muchas cosas. Una, a sintetizar. Dos, a investigar. Tres, a que para escribir hay que sentarse a escribir. Y cuatro, aunque este aspecto va compartido con la literatura, a comprender y no juzgar.
Una de las cosas importantes que halló el novelista Roberto Burgos Cantor en su novela es el hecho de dar voz a un grupo social de élite del poder, voces que aún no son desplegadas en la narrativa del caribe colombiano. ¿Qué opinión le merece?
R. Me parece un punto importante, aunque no abordé a esos personajes porque fueran de la élite. Los abordé por sus historias, que fueron sobredimensionadas precisamente por ser de la élite. Un pobre es simplemente loco. Un millonario es excéntrico, y a quienes ostentan el poder no se les admite la locura, pues aceptándola se desmoronarían sus hechos. Es llamativo que en la historia de Colombia que nos han enseñado y legado jamás ha habido un solo loco. La locura no es conveniente para las aristocracias.
¿Cómo fue trabajar en un escenario como Cartagena?
R. Cartagena es mágica, como toda la costa. Allí todo es posible. Es el lugar sin límites, como la novela de José Donoso. Pasé gran parte de mi infancia en los lugares que recorro en el libro, y cada vez que vuelvo tengo la sensación de que hay mucho por contar, tanto a través de la literatura como a través del cine, de la música y las artes visuales.
¿Cuál es el rol de la nostalgia en esta su primera novela?
R. Todo lo que hemos vivido llega a un punto infinito de nostalgia, y todo lo que hemos sabido que ocurrió, también. Aunque a veces sea dolorosa, amarga, existencialista, la literatura nos muestra lo que ocurrió de una forma mentirosa, mucho más bella de lo que fue. Generalmente queremos meternos dentro de las novelas que leemos, y vivimos queriendo retornar a esas novelas, pues queremos estar del otro lado del puente, como decía Saramago. Mi otro lado del puente es la literatura, que lo queramos o no, es eternamente nostálgica.