Filosofía: La Inútil (En respuesta a Manuel Vicente Duque)


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No es una novedad que alguien cuestione públicamente la función o «utilidad» de la Filosofía, considerando que ésta «no sirve para nada». Este tipo de afirmaciones demuestra el poco conocimiento que puede llegar a tener una persona respecto a la filosofía, siendo ésta una actividad, digamos, propia de cada individuo. Sin embargo, preguntemos, tal como hace la gente a diario cuando escucha la palabra filosofía: ¿qué es la filosofía? Y, sobre todo, ¿para qué sirve? ¿Realmente sirve para algo?

Estas preguntas han sido abordadas desde muchos puntos de vistas, aquí vamos a considerar una de las diversas formas de comprender la filosofía en relación con la sociedad y la vida. En nuestra sociedad es común que a los niños les enseñen a pensar que se deben dedicar a cosas que los hagan «ser alguien en la vida», estudiar algo que «de plata». El sistema educativo escolar, tristemente, se inclina más por formar personas moldeadas a una estructura de producción y rendimiento donde el ser, esa parte artística, humana, cultural, de las personas, tal vez no ha sido del todo anulada pero sí interiorizada como si se trata de algo inferior: algo que no suma puntos en el ICFES. Del mismo modo, la dislocación entre universidades y el mundo laboral señala que todas esas cosas que podríamos llamar «humanidades» no son muy útiles en eso de hacer dinero. De acuerdo a un mundo que funciona a partir de la capacidad de producir mayores cantidades de dinero por hora, consumiendo constantemente bienes y servicios que sean reflejo de esa posición social, el asunto de dedicar varias horas del día a la lectura y la reflexión, se torna algo completamente inútil: dejar de producir y consumir para leer y pensar. En este caso, profesiones como la filosofía podrían parecer no servir para nada, es muy difícil pensar que alguien dedicado a la lectura, a la reflexión y la escritura pueda ser económicamente poderoso o, al menos, estable.

Esto nos debe llevar a las típicas preguntas que podemos hacernos cuando no conocemos la filosofía o cuando no sabemos cómo son las personas que se dedican a ella: ¿qué hace un filósofo? ¿Cómo se gana la vida un filósofo? Ya es de conocimiento popular que la docencia es la principal actividad laboral de los filósofos y demás humanistas, sin embargo, esto dependerá en últimas de las habilidades, intereses, talentos y gustos del individuo.

Antes de seguir ahondando en la dimensión laboral y económica de la filosofía, preguntemos primero: ¿Por qué un estudiante entre los 15 y 17 años podría escoger estudiar filosofía y no alguna ingeniería, medicina, derecho, administración, economía, o alguna otra profesión que le aseguraría una situación económica mucho más cómoda? Reformulemos la cuestión, ¿qué lleva a un joven a escoger el camino de la lectura, le reflexión y la argumentación meditada, fundamentada, en vez de enfocarse «únicamente» a hacer dinero y gastarlo?

Estas preguntas debemos llevarlas al plano de la vida cotidiana, de la vida íntima de cada joven, de cada persona. Imaginemos por un momento que el problema más trascendental por el cual puede estar pasando un joven, no sea un asunto económico, que tal vez el dinero no es la principal fuente de preocupación, sino que las frustraciones, los resentimientos, las dudas, las incertidumbres, las tensiones y demás emociones de un joven se deben a cuestiones como: ¿seré feliz en la vida? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué pasará cuando mueran mis padres, mis hermanos, mi familia? ¿Por qué mis padres no están orgullosos de mí? ¿Cómo puedo lograr mis sueños? ¿Seré capaz de lograr mis metas? ¿Qué sueños, qué metas? ¿Y el amor? ¿Tendré, viviré, sentiré, el amor? ¿Qué es amar? ¿Y el sexo? Y tantas preguntas más que no se pueden responder simplemente con dinero y trabajo, con producción y resultados, mucho menos con notas altas y promedios excelentísimos. Los jóvenes se enfrentan a un sinfín de cuestiones emocionales y sentimentales propias del descubrir la vida, del reafirmarse como sujetos inmersos en un mundo: se trata de la búsqueda del sentido de la vida, de comprender cuál es el papel que cada uno cumple en el mundo, o debería cumplir.

Estas cuestiones poco importan cuando lo institucionalmente importante es mostrar cifras, resultados de un alto rendimiento, que se encuentren correlacionados con remuneraciones y distinciones. ¿Será que profesiones como medicina, derecho, ingenierías, economía, matemática, física, comercio, turismo, entre otras, pueden responder las dudas internas de las personas respecto al amor, al miedo, la muerte, respecto al fracaso, el odio y la violencia? Sin desmeritar mucho menos la importancia de éstas actividades y profesiones en el desarrollo de las sociedades.

El actual alcalde de la ciudad de Cartagena, Manuel Vicente Duque, en entrevista con el Canal Cartagena, afirmó lo siguiente: “Tenemos que darle herramientas a los muchachos para que verdaderamente puedan salir adelante, un muchacho de esos que tú le des filosofía ¿de qué le sirve la filosofía? Si estos son muchachos que se la tienen que salir a jugar es a la calle, nosotros, en nuestro bachillerato, tenemos que darle herramientas para el saber, para el poder hacer, esa es la educación que nosotros tenemos que dar en la ciudad de Cartagena, pero, tú ves un pensum en la ciudad de Cartagena donde estos muchachos están estudiando es filosofía, estudiando estas cosas, entonces tú dices, bueno, ¿y estos muchachos que van a hacer con eso? Tenemos que darles son herramientas que verdaderamente puedan ser útiles para su vida posterior, pero esos muchachos salen de grado 11 y resulta que no saben nada de nada, porque lo único que se metió fue en un salón de clases a recibir una información que al final no es productiva para nada”.

¿Será que las «herramientas» pueden, en realidad, cambiar la vida de los jóvenes, ayudarlos a enfrentar situaciones de la vida como la muerte de un familiar, el nacimiento de un hijo, las drogas, la violencia, la prostitución, la identidad sexual? La posición del alcalde refleja el grado de comprensión tan insuficiente que tiene sobre la filosofía y las humanidades en general, se limita a comprender la vida humana como un mero efecto económico puesto que parece haber entendido su papel como una ficha más dentro de un juego en el que lo fundamental es el dinero en sus dimensiones más utilitaristas.

Ciertamente la filosofía puede ser definida de muchas maneras, desde una perspectiva más teórica o más laxa, más abstracta o específica. En esta ocasión quisiera resaltar el papel fundamental que juega la filosofía durante el proceso de descubrimiento de la identidad y el desarrollo de la personalidad en los jóvenes, puesto que al ser una actividad dedicada a la reflexión crítica de la realidad, de la normalidad, de las normas y las leyes, de las conductas, las políticas y las religiones, representa a su vez un conglomerado de caminos por recorrer, caminos que guiarán el desarrollo del sujeto, ayudándolo a entender con mayor profundidad el sentido de su existencia, llevándolo a comprender los fenómenos simples y abstractos que se presentan a su alrededor.

Si llevamos la filosofía a la realidad de las comunidades más deprimidas de nuestra ciudad, a jóvenes que se encuentran involucrados con la drogadicción, las pandillas, la prostitución, el embarazo prematuro, entre otras situaciones, la pregunta fundamental aquí sería: ¿cómo puede la filosofía ayudar a la transformación social de las comunidades? ¿Cómo puede la filosofía aportar al proceso de cambio social en las juventudes cartageneras?

En muchas ocasiones, cuando se entregan herramientas a personas que no saben pensar racionalmente, lo que se está enseñando es a obedecer, a producir y rendir, es decir: se esclaviza a la gente. Sin embargo, si antes de entregar herramientas y asignar labores «productivas», se dedicara un tiempo de reflexión y análisis crítico sobre cuestiones fundamentales de la sociedad, de la humanidad, de la comunidad, de la familia, los jóvenes tendrían la oportunidad de pensar sus realidades, sus espacios, sus problemas, podrían pensar en las diversas alternativas de solución a los problemas que enfrentan a diario, incluso, ese pensarse en comunidad lleva consigo un pensar político que involucra la preocupación por el bien común.

Sin profundizar mucho en las palabras del alcalde de Cartagena, quien no manifiesta vergüenza alguna al momento de mostrar su poco caletre ante las cámaras, podríamos resaltar, a manera de conclusión, de que entre todas las funciones importantes que puede cumplir la filosofía, ésta sirve, al menos, para pensar antes de hablar… lección que Manuel Vicente Duque no logra entender.


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