Prosa Poetica de Orietta Lozano


Las palabras parecen estar cayendo, desvaneciendose, agotándose; pero las saco del fondo de las aguas, hurgo el abismo de la tierra, araño la bóveda celeste y las arranco del infierno; de allí las Nazco, hasta que se seque el agua, la tierra arda y el reloj de las migajas ciegas, anuncie el caos-fuego para el mundo; vuelvo y las rescato de las miradas, de las bocas y gargantas, de los pájaros que emigran, de los árboles que caen y eclosionan.

Vestigio, incertidumbe.

Las mezclo y las cocino todas en el mismo crisol, ofrendo su alquimia y se quebrantan con el rayo. Resplandor del relámpago, música del trueno.

Las llamo y las convoco, las elevo, las bajo, las envuelvo en los cuerpos, las trafico; les digo malas palabras, las injurio, las engaño, les digo mentiras, las traiciono y les pido perdón.

Les brindo ajenjo, las embriago, las rio, las arrodillo, las doblego, las acaricio, las peino; las pongo en la tinaja y suavemente las lavo, les curo sus heridas, les hurgo sus recuerdos; en la pesadilla las duermo y en la levedad; las desvio, las abdico.

Pierdo la noción de lo que nombran, soy extranjera de su voz, me exilio en su laberinto, y en los corredores de sus tres e infinitos tiempos me deslizo.

!Ea, pues Caliope!, abogada de palabras, empuja el carruaje atascado en el hollín.

Las retorno a su agua-origen, a su aldea tribal, a sus ancestros; las viajo en un tren, las herrumbro, las monto sobre las alas del caballo, las hago derramar sobre la aurícula, las sollozo, las quebranto, las incinero y como el ave fénix las renazco; con la carencia del dolor en el dolor, las alimento, las blasfemo, las consagro, les doy la hostia, las enveneno, les entierro el cuchillo, devoro sus entrañas, vierto su sangre en el cuentagotas, en el tintero y las escribo.

Les pongo un talismán, les rezo sortilegios, les prendo velas, les ofrendo lirios, les leo la noche, las insomnizo, las adivino, les busco hongos, les doy yagé y las deliro; las neblino, las lluevo, las desierto, las duermo, las despierto, las camino, las ovillo, las baldío, las sediento, las pongo al sol sobre mi espalda, las cultivo en el patio de mi vientre, las vuelvo huesos y sueño la escalera.
Busco en el árbol de su muerte el árbol de la vida, en el árbol de su fuego el árbol de ceniza. La avellana, la cicuta.

Nos contagiamos, nos hastiamos; tocamos fondo. Enigma y acertijo.

Me dudan, me sumergen.

!Ea, Caliope!, restalla su corona de laureles, de mirtos; su sermón y su legión.

Las vuelvo carta, piedra, secreta cita, secreto itinerario; las suspendo en la tristumbre del poeta, de nuevo las repito en la idea del otro que soy yo, cultivo su virus, su insensata tos; unguento untado en el borde de la herida; las acomodo en el sofá como una niña impúdica y un gato.

Raya de tigre, espejo, crisálida escondida, pan hambriento y diario; las tajo; y en la insoportabilidad las confabulo

Sed que va creciendo presintiendo muerte y renacer.

Las devoro como Cronos a sus hijos; las muto, las cuelgo como amorfas frutas, y en su árbol nómada viajo en su costilla infinita y sedentaria.

Me sucumben; las presiento.

Les invento dioses, les invento cuerpos, las perfumo; como animal hambriento, olfateo su olor blanco de todos los colores; las hago trinar, las cuelgo en las alas y las echo a volar, las coloco en el lomo, en las garras, las reverencio en su bramido, en su deseo. en su simiente;
hasta que en una horda se subleven, me encierren en su sombra circular, me obliguen, me presionen, me pidan que las suelte, las libere, las descanse y urdamos la urdimbre que de siempre a siempre nos atrapa, nos devora.

!Ea, pues Caliope!, rompe el cristal de la palabra sobre el cristal de la retina.

Orietta Lozano

Poeta de Cali (Colombia)


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