De niño


Sencillo relato de cuando un amigo se va:

¿Quién era martín, isaías, para que pudieras contarlo con tanta precisión?
-Era mi amigo-, el confeso de criaturo me decía, mientras señalaba el guayabo y yo trataba de entender.
Martín se había ído hacía unos días de vuelta a su casa después de enseñarle a Isaías cómo treparse al árbol y así superar la verja que le impedía ver el gallinero de doña Ana. Nunca hizo falta, pues tras la malla divisoria podía apreciar el murmullo bruto de las gallinas cuando parían y quedaban culecas.
Así me lo íba relatando, mientras colgaba la ropa blanca que recién despercudía yo en el patio.
Yo no era su madre ni su abuela. No hubiese podido con el olor de sus heces en el calzón, para limpiarlo, pero lo amaba.Mi madre se reía con la sonrisa de la experiencia; en el fondo se burlaba tierna de mi sorpresa, y mi padre se sentaba con Isaías a contarle por qué es que Martín debía volver a casa y que, habiendo tanta premura por no perder el carro que poco frecuentaba la vereda, sólo había logrado dejarle a su abuelo la letra de una canción que, todavía quince años después, Isaías canta cuando viene a vernos ya hecho un buen mozo, estudiante de la capital.
Mi hermana se sonríe cuando lo escucha cantar y le pide que nos cuente sobre Martín, para que la tía "se ponga loca".
Isaías aprendió la canción y a levantarse 'antesito' del alba para escuchar los gallos y así entender a sus parejas. Eso también le advirtió el abuelo cuando le enseñó la canción, secándole las lágrimas por la ausencia de su amigo, la primera vez que dejó de imaginarlo.
Ficción
Tania del Pilar Sanabria Forero.


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