Transcaribe: el fracaso de la solución


No es secreto que Transcaribe vino –guardando las proporciones- a solucionar la movilidad en Cartagena, eso hay que dejarlo claro, pasarle un resaltador y subrayarlo; Transcaribe arribó a esta ciudad de locas pasiones a darle algo de aliento a las personas que usamos el servicio de transporte público, servicio que de muchos años para acá ha sido un completo desastre; la infraestructura de los vehículos da vergüenza, el modo de manejar de los conductores es casi una amenaza para el ciudadano, el atolladero de los usuarios en las busetas es algo perverso, las faltas de respeto con el peatón, la inseguridad, la mamadera de gallo con el tiempo, en fin, para resumir: una calamidad.

Todas esas desgracias se acabarían con Transcaribe, y de hecho se acabaron, algunas, no todas, porque cuando el “transporte masivo más moderno de Latinoamérica” –se queda uno pensando por tan sonora adulación- llegara a la ciudad, todas esas penurias finalizarían, sin embargo, ahora existen otros escollos, una avalancha de infortunios nos arrasa en nuestro querido orgullo, en nuestro patrimonio naranja Transcaribe.

Yo era –aunque todavía lo sigo siendo a pesar de la irritación- el principal defensor del sistema, tanto así, que superé los 10 indignantes años para que funcionara –cifra todavía no esclarecida- para que me transportara en cuestión de minutos en largos trayectos, para hacer buen uso de él y funcionara correctamente para todos.

Pero empezó a funcionar de un momento a otro a las patadas, a las volandas, como sea… sacaron rápido la panacea en una administración que no hizo otra cosa que dejar a Cartagena sumida en una laguna aberrante de deudas y corrupción –algo habitual-, lo importante era ponerlo a rodar y ahí dejarles esa marañita; extraño hubiese sido totalmente lo contrario, que las cosas las hubiesen hecho como deben, o más bien, como les toca. Estamos tan acostumbrados a que sigan mutilando la ciudad, que hasta parece no preocupar, y eso se refleja en la acotación más absurda de la historia: “que roben pero que hagan”, tristeza absoluta.

Ahí está otra prueba, tangible además, lo que inicia mal, seguirá mal y terminará mal, a no ser que alguien de verdad se decida a trabajar y logre salvar algo en toda esta incertidumbre que de seguro ha demandado mucho esfuerzo, pero que lamentablemente ha venido en picada. Transcaribe, como ha sido demostrado, también lleva en su árbol, algunas raíces de penosa corrupción, esas mismas raíces que han de caminarse todo el corralito.

¿Qué más hay qué hacer para que por favor presten un buen servicio? Si no es mucho pedir, ¿qué más le hace falta al sistema Transcaribe para que por fin pueda funcionar bien como el mejor de Latinoamérica? Si nos pueden colaborar con eso. La pedagogía que implementaron a la comunidad quedó en nada, todavía la gente no sabe hacer una fila, no tiene idea de qué es el respeto, lo que debió ser un acto de enseñanza e instrucción colectiva, pasó a ser un proyecto utópico; muchos usuarios sacan su complejo de bovino y entran como reses endemoniadas a los articulados, ¿en qué quedó la pedagogía? Es obvio, esas cosas se deberían aprender en casa, en el cálido refugio del hogar, pero como ya está demostrado que en el hogar no se aprendió, el sistema, debería organizar y educar a esos usuarios que no hacen más que entorpecer la dinámica y el uso correcto del mismo, ¿por qué no implementan la multa al usuario? Es evidente que hay muchos que no hacen buen uso de él, y ante eso parece que no están haciendo absolutamente nada.

Queda en el aire eso del “sistema más moderno de Latinoamérica” cuando es apenas lógico la precariedad en su señalización –por mencionar un ejemplo-, aquí hay que aprenderse la rutas –obvio-, porque el mismo sistema no aporta, ése mismo sistema que ha de ufanarse de ser lo más excelso, carece de una dinámica didáctica de señalización y/u organización.

Si existe algo que explique, está en dimensiones pequeñas en proporción a sus estaciones, o esperar que no hayan quitado la hoja tamaño carta escrita con lapicero que indica las rutas en la puerta de ingreso -“el transporte masivo más moderno de Latinoamérica”-; en el patio portal la señalización que indica las rutas está de forma lateral y no frontal como debería estar, ya que todos los usuarios entran de frente al lugar donde se espera el bus, y no de lado, sentido común, detalles que mejorarían el sistema, a los que hay que prestarle más atención.

Es fácil desde la casa decir: esto está mal, esto también, cambien, organicen, pinten, recojan, barran, limpien –sobre todo esas dos últimas- pero es que este sistema funciona en parte con el dinero de los usuarios, y lo mínimo que podemos hacer, bajo los términos del respeto, es manifestar una inconformidad cuando no estás satisfecho con algo. No esperen lisonjerías cuando no están haciendo bien su función.

Uno de los grandes errores que existen en Cartagena, es que se vive con la esperanza de ser como las grandes ciudades, esas que son referentes en el mundo, y por andar con ese afán, de querer ser y no progresar con lo que hay, se pierde –como ha sido siempre- el orden de la racionalidad, y se vuelve a chapotear, una vez más, en al charco de la vulgaridad.

Los cartageneros no estamos conformes con nada, es decir: si hacen las balleneras en el Juan Angola, porquería, si Orlando Duque se tira en la bahía de las ánimas, fatal horroroso alérgico inhumano perverso, si Transcaribe se demora cinco minutos, fracaso, inminente fracaso, si el reinado lo aplazan, esta ciudad no sirve, y así… eso es una prueba que la ciudad no avanza ni en el pensamiento, que progresa a pasos lentos. Hemos tragado a cántaros la comida insaciable de la mala crítica, sin argumentos, sin pruebas, y lo único que ha hecho es engordar el atraso que llevaremos siempre a cuestas mientras no cambiemos el bien colectivo por la satisfacción personal.

Es evidente que se necesitan modelos, rutas e investigaciones, pero hay una delgada diferencia en querer ser y poder serlo. Cartagena toda la vida ha tenido las capacidades para ser una ciudad modelo, en todos sus ámbitos, pero desafortunadamente por años ha estado sentada en el carrusel de la mezquindad y la indiferencia, anhelamos el cambio, pero en mayor o menor grado, no hacemos nada para llegar a él.

Uno podría seguir mencionando las fallas de Transcaribe: las demoras, las horas picos, los conductores, los peatones, las recargas –benditas recargas-, la señalización, los horarios, las rutas, el apilamiento, el calor; y de la misma forma mencionar sus carencias: más buses, un sistema de verificación de saldo en la tarjeta, señalización, personal pedagógico… en fin, uno y mil problemas; pero es tan grande la brecha, es tan malo el servicio público en esta ciudad, que Transcaribe es lo menos peor que existe. No dejaré de usar el sistema, no dejaré de usar Transcaribe así el servicio siga decayendo, ésa es la encrucijada en la que estamos, dejar de usarlo sería un atraso, y usarlo es llegar al barranco delicado de la paciencia.


TAMBIEN TE PUEDE GUSTAR