Chinchiná, Caldas, Colombia.

Semana Santa en Chinchiná, Caldas. Los “Gota a Gota” y la “Feria” del Sisbén


Historias de un Transeúnte en la Ciudad

Capítulo II

Edición Especial: Semana Santa en Chinchiná, Caldas

 

Los “Gota a Gota” y la “Feria” del Sisbén

Es miércoles Santo. Son las 3:00 de la tarde y de la Fábrica Nacional de Café empieza a emanar el humo del grano recién tostado. Ha estado lloviendo durante gran parte del día en Chinchiná y sólo hasta este momento puedo salir a buscar algo para almorzar. La tarde está fresca y parece que no va a llover, al menos por un rato, por lo que aprovecho para caminar y buscar a Don Alberto, mi vendedor de fruta de confianza, y empezar mi jornada de alimentación con un delicioso jugo de borojó o un vaso con chontaduro picado. No me demoro más de 10 minutos en llegar al Hospital, lugar frente al cual está instalado el puesto lleno de una gran variedad de sabores y colores. En vez de decidirme por el jugo o la fruta, aprovecho y pido los dos, acompañando la segunda con buena miel y sal. Don Alberto está contento porque una hija suya, que vive hace 10 años en España, por fin pudo ahorrar lo suficiente para venir a pasar vacaciones en Colombia junto a sus viejos. Son muchas personas del eje cafetero las que han emigrado buscando un mejor futuro para ellas y sus familias que permanecen aquí. No siempre es fácil visitarse, no sólo por los costos de pasajes y de días en los que no se labora, sino porque en muchos casos, volver a su “tierra” implica ser deportado o perder privilegios. Algunas veces incluso un viaje se cancela porque alguno de los familiares le teme demasiado a volar en avión, y la fuerza de sus costumbres le gana a las ganas del reencuentro.

La fruta y la charla me han abierto aún más el apetito, así que le pago y me despido. Algo por lo que en Bogotá habría pagado mínimo seis mil pesos, aquí me vale tres “lucas” y con mayor salubridad y frescura. Lastimosamente por la hora ya no puedo ir a la “Galería” o plaza de mercado a tomarme uno de los famosos sancochos que allí venden. A esta hora ya casi todos los puestos están cerrando. Y la verdad es que en cualquier otro sitio será duro conseguir un “corrientazo”, por lo que para ir a la fija camino hacia “Llamarada” para tomar una taza de consomé y comer un cuarto de pollo asado con pechuga y ala. De camino pongo algo de música en mi teléfono y me concentro en “Al lado del Camino” de Fito Paéz. Cuando se están completando los más de cinco minutos que dura la canción, ya estoy a punto de llegar a mi destino, pero de repente una mano me frena del hombro y me saca del video que venía protagonizando. Son Lucho y Diana, dos queridos amigos y tal vez dos de los mejores embajadores de esta región y de Colombia entera. Ellos y su familia muchas veces se quitaron literalmente la arepa de la boca para compartirla, de muy buena gana, conmigo. No hay nada mejor en el mundo que una amistad desinteresada, y eso es lo que esta pareja me ha brindado siempre. Aprovecho que están comprando un plátano maduro asado, en una parrilla que una señora tiene en la puerta de su casa, para pedir una arepa recién asada con mantequilla y sal. Durante el tiempo que paso en esta zona, abandono totalmente el pan y me concentro en las autenticas arepas de maíz sin conservantes recién salidas de un asador de carbón. Como es su costumbre, me ofrecen inmediatamente un pedazo del plátano, y yo aprovecho para convidarles arepas para que lleven a la casa. Mientras comemos nos vamos poniendo al día. Me cuentan que están esperando a un señor que les va a recibir los papeles para meterlos al Sisbén. Yo me sorprendí pues, por su condición económica, asumía que ellos se beneficiaban de esto. Ciertamente cumplen los requisitos para serlo. Él trabaja durante el día cargando bultos de café y en la noche, los fines de semana, como portero de un bar. Ella tiene un puesto de venta de cigarrillos y dulces, lo que por aquí se conoce como chaza, y lo trabaja los días de rumba sin falta.

¿Cómo es posible que esta pareja, que con pocos recursos trabajan con dignidad buscando un mejor futuro para sus hijas, tengan que regalar su libertad de elegir por obtener un beneficio que les corresponde, independientemente de que alguien haya decidido ofrecer dar o amenazar con quitar algo que no le pertenece? Y es que recién salimos de elecciones para Cámara y Senado en Colombia, por lo que los candidatos de turno aprovechan y se acercan a las personas humildes para asustarlos con que quedarán a “su suerte” si ellos no son elegidos, al tiempo que les garantizan ingresarlos al Sisbén como un “favor” si les consiguen varios votos. Lucho y Diana aseguran que consiguieron al menos 30 votos, sin contar los de ellos, y que gracias a eso van a poder recibir los beneficios. Espero que les cumplan, y que aunque ellos hagan parte de un círculo vicioso que se debe erradicar, no son ellos los que se aprovechan de su poder y posición para adueñarse de los recursos de los más pobres.

El Sisbén es el Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios de Programas Sociales que, a través de un puntaje, clasifica a la población de acuerdo con sus condiciones socioeconómicas. Se utiliza para identificar de manera rápida y objetiva a la población en situación de pobreza y vulnerabilidad, para así focalizar la inversión social y garantizar que ésta sea asignada a quienes más lo necesitan. Para poder ingresar en el sistema, un puntaje se calcula automáticamente dentro del aplicativo del Sisbén a partir de la información reportada por el hogar en la encuesta y es un valor entre cero (0) y cien (100). A diferencia de la versión anterior del Sisbén, actualmente no existen niveles. Cabe resaltar que, y esto es algo que sin ánimo de polemizar les dije a mis amigos, el puntaje no se modifica a voluntad o criterio del encuestador o del administrador del Sisbén en el municipio, ni a solicitud de una autoridad local, una entidad o persona interesada. Por lo que el hecho de que voten o no voten por alguien no es condición para obtener el puntaje necesario. Las entidades que administran los programas sociales son las encargadas de establecer los requisitos que deben cumplir las personas para acceder a estos, incluyendo el puntaje en el Sisbén. Son igualmente responsables de identificar a sus beneficiarios finales con base en su presupuesto y en su capacidad para atender a la población. Y es aquí donde queda espacio para que políticos y funcionarios corruptos de turno hagan “feria” con los beneficios, puesto que estar incluido en la base del Sisbén no garantiza el acceso a los programas y éstos dependen de los recursos que cada Administración decida invertir.

Deseándoles un feliz día, y un mejor porvenir, me despido de Diana y Lucho que con optimismo se dirigen a la reunión que les permitirá recibir algunos beneficios del Sisbén, los cuales ya deberían estar recibiendo sin deberle favores a nadie. Pero esta es la realidad que viven las personas humildes del país. Colombianos que, aunque sean honrados y trabajadores, se les niegan sus derechos y les dificultan acceder a los pocos beneficios que poseen. Por no hablar de los muchos hampones que sin necesitarlo se hacen pasar por usuarios del sistema para obtener ayudas y descuentos gracias a los subsidios que le arrebatan a otros.

Y este no es el único escenario en el que, gracias a los obstáculos naturales del sistema económico, las personas de bajos recursos se ven impedidas para intentar conseguir legalmente mejores condiciones de vida. Es el caso particular también de los prestamos monetarios. Por supuesto que personas como Diana o Lucho no pueden acceder a servicios bancarios oficiales, ya que ni siquiera pueden abrir una cuenta de ahorros. Mucho menos a prestamos de libre inversión, por mínimos que sean, pues no poseen ni finca raíz ni tampoco conocen a alguien que lo haga y esté dispuesto a servirles de fiador. Mientras me tomo el consomé y pellizco las presas de pollo, no dejo de pensar en otro de mis amigos, también de origen humilde, que me pidió prestados 300 mil pesos. Como desafortunadamente no cuento con esa cantidad para ayudarle, ni tampoco los otros conocidos a los que les pidió el favor, Carlitos se ve obligado a recurrir a un prestamista que facilita ciertas cantidades de dinero a cambio del pago de intereses de usura, más conocidos en Colombia, y ya en gran parte de Latinoamérica donde hemos exportado este fenómeno, como los “gota a gota”. A diferencia de los bancos, que prestan con unas tasas de interés que se mueven entre el 0,83% y el 2.28% mensual, los prestamos gota a gota exigen el pago de una tasa de interés que va del 10% al 20% en algunos casos. Aunque se caracterizan por no prestar grandes sumas, máximo 3 millones, las ganancias de sus cobros ilegales, mantienen firmes a estas estructuras de financiamiento al margen de la ley y cubren la gran mayoría de la demanda de prestamos que en los estratos del 0 al 2 se llevan a cabo. En el gota a gota, un importante segmento de la población, especialmente los sectores populares, encuentra una opción no sólo de obtener un préstamo para pagar el arriendo, los recibos de los servicios, la cuota de algún electrodoméstico, los costos del cumpleaños de los niños o un paseo, entre otros, sino también una forma de subsistir gracias a los empleos que los prestamistas ofrecen. Ya sea consiguiendo clientes o como cobrador, muchas personas, especialmente hombres, buscan en esta área de la economía local opciones de trabajo. Ya hay cientos de colombianos en países como Perú, Ecuador, Chile, Argentina, Paraguay y Brasil ofreciendo este tipo de “servicios financieros” a pequeños comerciantes y empleados que en esos lugares pagan al menos el 20% en las cuotas que semanalmente deben aportar. Señal de que no somos el único país de este lado del continente en el que la marginalización institucional de las personas pone a sus ciudadanos en manos de mafias que se lucran y lavan dinero para que otros puedan sobrevivir.

Ya es de noche en Chinchiná. Cambié mi ropa por algo un poco más abrigado, no mucho pues no iba preparado para este frío. Hoy el plan es en el bar de Carlos, donde planeo tomarme un par de cervezas aprovechando que hay Karaoke y el ambiente es bastante prendido y relajado. Llego a Bahía Bar a las 8:00 y parece ser que soy el primero en hacerlo. Me gusta porque puedo hablar con Carlos antes de que se ocupe demasiado. Espero para saludarlo porque está hablando con un muchacho que no conozco. Se dan la mano y se despiden de buena manera. Carlos se acerca y me saluda con un abrazo. Me da las gracias por venir y me pregunta qué voy a tomar. “La primera es por cuenta de la casa”, me dice mientras destapa una cerveza helada. Mientras bebo con mucho placer (no había tomado nada después del almuerzo para “hacer más sed”), Carlos guarda en un cajón varios billetes de 50 mil con unos recibos de servicios públicos. Me cuenta que el joven con el que hablaba era el “gota a gota” que vino a dejarle la plata para pagar los servicios.  - Como tengo que cerrar jueves y viernes Santo, me tocó prestar la plata por aquí para pagar servicios el sábado temprano y que no me corten nada. El fin de semana Dios quiera recoja la plata y pago eso de una vez. Le pregunté por los intereses y me dijo que le prestaban al 10% y que se comprometió a dar semanalmente una cuota de 30 mil pesos. - Si necesita plata me avisa y yo lo recomiendo con el hombre. Para que no le vaya a hacer falta nada mientras está por acá. Le agradecí con una sonrisa nerviosa y la verdad espero que nunca tenga la necesidad de acudir a este tipo de servicios. Sé que he estado muy cerca, pero no he tenido que hacerlo gracias a que aún cuento con familiares y amigos que me ayudan cuando se presenta alguna eventualidad.

La noche no estuvo muy buena para mi amigo. La lluvia y la Semana Santa espantaron a más de uno. Sin embargo los que estuvimos pusimos buen ambiente y energía. Ojalá también haya servido el esfuerzo monetario y las ventas le produzcan utilidades. Canté una de Juanes y una de Alejandro Fernandez, bastante desafinado. Al final otro gran amigo cantó, de muy buena manera, un clásico de Piero: “Cosas que Pasan”. Y mientras escuchaba su letra, aún tan actual y pertinente, no dejaba de lamentarme por no tener algún dinero de sobra para darle la mano a tantas personas que aprecio y que no cuentan en el mundo sino consigo mismos y su trabajo para salir adelante. “…Año tras año la misma vaina, siglo tras siglo sin solución…”, dice la canción de Piero tal vez como una premonición de que las cosas nunca van a cambiar si no actuamos juntos en contra de la injusticia. Le di gracias a Dios por no estar en esa situación y le pedí a Él también para que algún día tengamos un Estado que proteja a las personas que trabajan y quieren un mejor mañana; uno que les de herramientas para salir adelante, sin regalar nada, ayudándolos a crecer y así construir un país más justo y equitativo y no uno que promueve y permite que unos pocos encuentren gozo y provecho en la miseria de muchos.

Parece que la lluvia va a durar toda la noche. Me despido de Carlos y tomo un taxi hacia el hotel. Antes de quedarme dormido y recordando que es Semana Santa, medito en mi cama y pienso: Mañana será otro día, pero aún las personas tendrán que rogar para poder recibir los beneficios que les corresponden del Sisbén, al tiempo que deberán acudir a un gota a gota para completar lo del mercado. Espero que esos días terminen pronto y nuestras vidas no queden en manos de la burocracia deshumanizada que nos controla, ya sea por causa u omisión y ojalá que NO sea por los siglos de los siglos, Amén.


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