Indígenas y negros de la vereda Membrillal

Los discriminados también discriminan


Huyéndoles a las amenazas de los grupos paramilitares que operan en el departamento de Córdoba, un grupo de indígenas zenúes se radicó hace cinco años en Membrillal, área rural del sur occidente de Cartagena.

El motivo fue un pleito por recuperación de tierras ancestrales que los indígenas ganaron con creces, amparados por las leyes estatales, pero tiempo después se impusieron las normas de la fuerza, mediante las cuales unos cuantos zenúes cayeron acribillados por las armas de los “paras”, mientras el resto fue obligado a abandonar sus lugares de origen.

De esa forma, a principios de 2001 los desplazados llegaron a Cartagena y se radicaron definitivamente, no sin antes sorprenderse por la impresionante cantidad de hermanos de raza que había por las calles del Centro Histórico, metidos en la mendicidad y el abandono.

Entonces se decidieron a organizar un cabildo que velara por los intereses de los indígenas, agremiación ésta que no sólo estaría conformada por zenúes sino también por muchas de las familias afrodescendientes que convivían en Membrillal desde mucho antes de que aparecieran los desplazados del río Sinú.

Cuenta Jerser Torres Reyes, uno de los antiguos componentes del cabildo, que la organización del mismo fue idea de Virgilio San Martín, un miembro de la comunidad afro y pastor de una iglesia evangélica, quien le comunicó a Leovilgildo Suárez, representante de los zenúes, las conveniencias de formalizar ese cabildo.

La agremiación se organizó más temprano que tarde, con su correspondiente junta directiva conformada por afros e indígenas; con Leovigildo Suárez como capitán; y con Virgilio San Martín, como fiscal.

El hecho causó curiosidad entre la opinión pública de Cartagena, pues en Membrillal se estaba conformando algo así como una resurrección, en el siglo XXI, del mítico país de Pocabuy, en el cual, según el compositor banqueño José Barros, nació la cumbia, gracias a la unión cultural de los negros y los indios que allí se refugiaban huyendo del maltrato del saqueador europeo.

Yuris Bello Beltrán, quien para entonces, fungía como alguacil mayor del cabildo, y gracias a su experiencia como organizadora de cooperativas, hizo visibilizar la presencia de los indígenas ante los medios masivos de comunicación de Cartagena y del departamento de Bolívar.

En la localidad de San Andrés de Sotavento (Córdoba), en donde funciona el resguardo mayor de los indígenas zenúes, se concertó una primera reunión para establecer lo que serían las pautas y la búsqueda de logros por parte de los indígenas que aguardaban en Cartagena.

“En esa misma reunión empezaron los problemas”, afirma Jerser Torres, quien dice recordar que “el pastor Virgilio San Martín regresó decepcionado, porque el Cacique Mayor le hizo una pregunta bastante desobligante”:

—¿Usted es indígena o es un cascarón?

—¿Y eso qué significa?— preguntó, a su vez, el pastor.

—¿Es que no se ha visto? Usted está muy negro para que haga parte de un cabildo indígena.

Después de aquel encuentro, el pastor Virgilio viajó a Venezuela, en donde todavía se encuentra radicado, pero Yuris Bello y Jerser Torres continuaron en el cabildo, hasta que las diferencias fueron tantas que decidieron retirarse.

“La gota que derramó el vaso —afirma Yuris—, fue cuando el capitán Suárez nos comunicó que debíamos hacer una nueva junta directiva, porque el resguardo mayor de San Andrés de Sotavento no estaba de acuerdo conque hubieran afros conformándola. Como es lógico, preguntamos que por qué dejaron transcurrir cinco años para darse cuenta de que la mayoría del cabildo estaba conformado por negros. No nos contestaron, pero la respuesta la entendimos más tarde: servimos de idiotas útiles mientras se conformaba el cabildo y llegaban los beneficios”.

Otra de las respuestas, pero de parte de los discriminados, surgió hace siete meses, mediante la Corporación Afrocaribeña de Membrillal (Coafromen), la cual desde el principio se erigió como una instancia para defender los intereses de los negros que habitan esa área rural. Pero lo más curioso es que Yuris Bello, la presidenta, es una indígena zenú, cuyos rasgos físicos lo delatan a gritos.

Es más: después de conformada la corporación, y en cuanto empezaron a llover los primeros logros, una buena cantidad de los zenúes que componía el cabildo indígena se retiró, y ahora forma parte activa de “Coafromen”.

El pasado jueves, desde las 10:00 de la mañana, los miembros de la nueva corporación afro se reunieron en la casa comunal de Membrillal con el fin de seguir planteando la forma de conseguir los objetivos propuestos desde un principio.

Por el momento, tienen a su haber la afiliación de 160 familias, la consecución de 117 becas para cursos de artesanía, percusión, teatro y danzas, a través de la Escuela Superior de Bellas Artes, institución que también aportó los docentes, con la colaboración del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC).

Mientras los jóvenes de la corporación aprovechan, cada sábado, las becas de Bellas Artes, la junta directiva enfila las baterías hacia el mejoramiento de la vivienda en Membrillal, como también el acceso al Plan Mundial de Alimentos para conseguir apoyo en educación, tratamiento a la tercera edad y una sede propia para sus reuniones.

En la reunión del jueves, mientras dos mujeres zenúes preparaban un sancocho descomunal en la cola del patio; y mientras los niños afro correteaban con los indígenas, como burlándose de las diferencias que inventan los adultos para cumplir con la penosa “misión” de odiarse, varias ancianas de ambas etnias contaban anécdotas del desplazamiento forzado en sus lejanas tierras de origen.

“Ya me han explicado —dijo Jerser Torres— que en Colombia los negros y los indios (las dos etnias más discriminadas) son celosas con los pocos espacios que el Estado les concede. Por eso les cuesta trabajo convivir. A eso agreguemos que en la clasificación socio-racial que nos inventaron desde la colonia, el indígena es considerado de una casta superior a la del negro”.

“Antes —recordó con gracia Edinson Orozco, otro miembro de la corporación—, cuando estábamos en el cabildo, algunos querían estirarse el pelo para ser indios. Ahora, con la llegada de los beneficios, tratan de enroscárselo para volverse negros”.

Con 52 años de existencia, el área rural de Membrillal es considerada una de las zonas más pacíficas del sur occidente de Cartagena.

Se conformó por la afluencia de familias provenientes de localidades bolivarenses como Turbaco, Turbana, Arjona, Pasacaballos y otros pueblos de la bahía, que ahora componen una población de 2.225 habitantes, pertenecientes a 480 familias.

Su principal fuente de ingresos proviene de actividades como la agricultura y el trabajo temporal en la zona industrial de Mamonal.

María Osorio Palomino, presidente de la Junta de Acción Comunal, dijo que desde hace siete años se está luchando por la consecución del gas natural doméstico, el cual se espera obtener este año a través del Plan de Desarrollo Local.

Así mismo informó que, el próximo martes, el consorcio de aseo Urbaser empezará la recolección de basuras en la zona, después de una gestión de las JAC, pues según ésta, Membrillal había sido excluido del mapa de dicha empresa.

Osorio Palomino anotó que su comunidad necesita urgentemente ser incluida en un programa de mejoramiento de vivienda o de construcción de vivienda comunitaria, ya que la mayoría de las familias vive en casas construidas con desechos.

La única ruta de buses que ingresa a Membrillal es la de El Campestre, la cual se suspende a las 7 de la noche. Un gran número de los moradores que trabajan en Cartagena, hasta las 8 ó 9 de la noche, deben irse caminando desde Albornoz hasta Membrillal.

Muchos de los sectores del área carecen de redes eléctricas, por lo cual los vecinos se conectan de donde puedan haciendo ineficiente el servicio, debido a la recarga de los transformadores.

En cuanto al servicio de agua, la JAC ha solicitado que se eliminen tres medidores comunitarios que se les instalaron años atrás y que ahora es motivo de conflicto entre los moradores. Lo ideal serían los medidores individuales.

 


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