Si la carrera mínima costaba cinco mil, el aire 500 y el recargo nocturno 500, no entiendo cuál es la idea que tiene Campo Elías de aumentar mil pesos por dicho recargo, si en la noche lo que menos se necesita es el aire —a menos que pases por la avenida del Lago, y eso es un ratico—. Va a tocar, como en el fondo quería Campo, que los cartageneros se embarquen en mototaxis.
La pobreza y la necesidad de moverse rápido nos lleva a que tengamos que utilizar los medios de transporte ilegales. La movilidad y la falta de autoridad —que aún se mantiene— hace que el fin justifique los medios. El fin: llegar al Centro; el medio: montarse en lo que sea que pase por la avenida. Y que se revuelque Mockus en su pupitre, sin embargo, seguimos saliendo clavados los usuarios.
Coger mototaxi para llegar al Centro no es económico, así que quien coge mototaxi no es ningún ‘pelado’. La carrera en moto hasta el centro cuesta lo que debería costar una mínima en taxi, sin embargo está el dilema que enfrentan quienes las usan: llegar o no llegar.
Para más comodidad están los irregulares colectivos. Más rápidos, más seguros, algunos menos calurosos e igual de “rompebolsillos”. Mientras que todos los años todo sube cien pesos, estos suben de a 500. Hoy, el pasaje en colectivo ya cuesta tres mil, y según las tarifas aprobadas por el Distrito en febrero, la carrera desde la Bomba El Amparo hasta el Centro debería costar $8.800, es decir, estos desafortunados taxistas se están haciendo 12 mil por colectivo, o tres mil pesos más de lo que cuesta la carrera. Eso no se llama colectivo, se llama robo.
Los taxistas creen son los únicos que se ganan la plata sudando, de la forma difícil. Por eso les suben el recargo nocturno, cobran de más (estafan), no llevan las planillas en un lugar visible, a los que no tienen aire acondicionado les quitan las maniguetas para que el pasajero no pueda bajar la ventana, se cruzan por los andenes para recortar camino y ahorrar gasolina y si les pagas lo justo —o mejor, lo que cuesta— tu vida podría estar en riesgo.
Pero si en la ciudad no hay quien regule parqueaderos —donde están los carros quietos— ahora menos que alguien o algo se encargue de regular y ejercer la autoridad sobre estos que van a mil por las avenidas. No quiero empañar la labor del director del Datt, Edilberto Mendoza, que por fin ha puesto a funcionar un poco ese abandonado departamento, pero Cartagena —y lo exijo como ciudadano— necesita más urgentes y mejores medidas, que multar a ciudadanos particulares porque van a 50 kilómetros por hora.
Los taxistas necesitan sanciones severas, inmovilizaciones, multas. No cursitos sobre qué significan las señales de tránsito. Que paguen y luego aprendan. Los ciudadanos piden taxímetro a gritos, y si la ciudad no tiene la extensión de vías ideal para implementar el sistema, le sobran abusadores que cobran lo que les da la gana y, acaso, si es que van por “esos lados”.
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