La primera vez que Julio Rojas Buendía asistió al Festival de la Leyenda Vallenata, en la ciudad de Valledupar, no fue para competir como acordeonista profesional, sino para acompañar al veterano cantante Armando Moscote, con quien interpretó una composición del finado Octavio Daza Daza, en el concurso de la canción inédita.
Era el año 1978. Rojas tenía 19 años y puede decirse que dicha presentación fue su primer triunfo en el gran festival de festivales, pues la canción “Río Badillo” terminó ocupando el primer puesto, para después convertirse en una de los mejores paseos vallenatos que se han escrito dentro de la línea romántica que en esos tiempos empezaba a cobrar adeptos en todo el Caribe colombiano.
Tres años después inició lo que sería el primer peldaño en la escala ascendente que debió seguir para coronarse Rey Vallenato: en 1981 ocupó el tercer puesto en la categoría profesional; al año siguiente ocupó el segundo. Y por fin, en 1983 se alzó con el primer puesto, superando a acordeonistas de la talla de Ovidio Granados, Emilio Oviedo, Orángel “El Pangue” Maestre y Egidio Cuadrado.
Uno de los pasajes que más recuerda de aquellas épocas en que se convirtió en el primer Rey Vallenato del departamento de Bolívar, es que uno de los miembros del jurado que lo eligió fue nadie menos y nadie más que el escritor magdalenense Gabriel García Márquez, quien acababa de recibir en Estocolmo en Premio Nobel de la Literatura.
“Procura no estar tan cerca de mí —me dijo, muy chistosamente, el maestro García Márquez—, porque como tú eres apellido ‘Buendía’, de pronto vayan a pensar que te estoy favoreciendo”.
También recuerda que desde mucho antes de lanzarse al ruedo como acordeonista profesional, el ambiente de competencia que empezaba a despertarse en la música vallenata estaba acaparado por los viejos juglares de entonces, por lo cual “para ganar un festival había que tener la fama de un Luis Enrique Martínez, de un Alejo Durán o un Julio de la Ossa, pero ya en 1983 se estaban abriendo las puertas a las nuevas generaciones de acordeonistas; y puedo decir ahora que rompí la tradición de los reyes vallenatos cincuentones, coronándome como el rey más joven en ese momento”.
Nacido en el municipio de San Juan Nepomuceno (Bolívar), Julio Rojas Buendía confiesa haber recibido desde sus inicios la influencia de los grandes acordeonistas y músicos de las sabanas bolivarenses, sucreñas y cordobesas, pero también la de los juglares del Magdalena Grande, combinación que le ha permitido confeccionar uno de los estilos más interesantes que puedan conseguirse actualmente en el panorama de la música de acordeón de Colombia.
“Sin embargo —afirma—, debo decir que, aunque me ha ido muy bien en los festivales, desde mis inicios debí sortear muchas dificultades para grabar. Cuando en Valledupar me escuchaban tocar, me aplaudían y me animaban. Pero, en cuanto se enteraban de que yo era bolivarense, entonces me ponían algún ‘pero’, a pesar de que mi conocimiento daba para grabar con un Poncho Zuleta, un Diomedes Díaz o un Jorge Oñate. Por eso siempre he dicho que mi problema con las grabaciones no era musical sino geográfico”.
Antes de coronarse Rey Vallenato por primera vez, Julio Rojas ya tenía en su hoja de vida dos grabaciones: la primera, con el cantante sanjuanero Lizardo Bustillo, con quien dice haber expandido todas las influencias que recibió de los hermanos Zuleta (su paradigma de entonces), aunque posteriormente, cuando grabó con el vocalista guajiro Gustavo Bula, una rúbrica muy personal empezaba a mostrar sus primeras aristas.
Después de conseguir la primera corona vallenata hizo pareja con el cantante magdalenense Ricardo Maestre, época que el mismo Julio Rojas considera la mejor de su carrera musical. Y no le falta razón: fueron cinco exitosas producciones para el sello Sonolux, dentro de las que se destacaron canciones como “Volvieron”, del desaparecido Hernando Marín; y “Pena y dolor”, de Alejandro Durán, que les abrieron las puertas en el exterior.
Los dos artistas se convirtieron en esa época en los principales defensores del son, ritmo costeño que para entonces estaba totalmente relegado por el paseo romántico, y a veces por el merengue, hasta el punto de que sólo se escuchaba en festivales y en parrandas de corte típico.
En cuanto finalizó la unión con Ricardo Maestre, Rojas Buendía hizo carrera con vocalistas como Miguel Herrera, Joaco Pertuz, Enaldo Barrera, Lucho Flórez, Marcos Díaz; y logró piezas sueltas con veteranos como Poncho Zuleta, Juan Piña y Farid Ortiz; e hizo pareja con el cantante guajiro Luis Vence, con quien hizo la primera promoción en el “Tercer Festival Rey de Reyes de la Leyenda Vallenata”.
No obstante su extensa carrera discográfica —22 grabaciones—, Julio Rojas considera capitulo de oro las concebidas al lado de los periodistas Daniel Samper Pizano y Pilar Tafur, quienes lo escogieron para que participara como uno de los juglares que adornarían la producción “Cien años de vallenato”, acompañando a monstruos como Nicolás “Colacho” Mendoza, Ivo Díaz, Eliécer “El Cheche” Rada, Alberto “Beto” Rada, Armando Mendoza, Daniel Celedón y Javier Vega, entre otros, con quienes también incursionó en una producción subsiguiente como homenaje al compositor patillalero Rafael Escalona, lo que puso su nombre (el de Rojas Buendía) y su valía en los mejores sitiales del ámbito cultural colombiano.
“Lastimosamente —reconoce el acordeonista—, y a pesar del esfuerzo que como acordeonista líder hago para sostener las uniones con mis cantantes, estos siempre terminan tomando la decisión de separarse, tal vez porque llegado cierto tiempo se llenan de arrogancia y creen que necesitan otros horizontes. Aún así yo sigo siendo el mismo acordeonista sencillo y franco que los folcloristas del país conocen”.
A diferencia de la mayoría de acordeonistas que se han coronado Reyes del Festival de la Leyenda Vallenata, Julio Rojas —gane o no gane— ha seguido participando, siempre esgrimiendo la nota firme, creativa y tradicional con que ha conquistado dos coronas para el departamento de Bolívar.
El primer intento por obtener un segundo título de Rey Vallenato se convirtió en uno de los episodios más ingratos que se le hayan presentado en lo que va corrido de su carrera musical. Los reyes vallenatos Gonzalo “El Cocha” Molina y Omar Geles hacían parte del jurado en esa ocasión.
“Ese año (1993), desde el principio todo se presentó con un dejo de conspiración en mi contra. Desde que empezó la primera ronda el cajero que me acompañaba usó una caja con parche sintético, y ninguno de los que integraban el jurado objetó el instrumento. Pero cuando llegamos a la final en la Tarima Francisco el Hombre, ‘El Cocha’ desembolsilló los estatutos del Festival, según los cuales sólo se permitían cajas con parche de cuero. Hasta ahí todo bien. Lo que me asombró fue que optaron por eliminarme, en vez de eliminar al cajero. Eso me pareció una falta de respeto, porque debieron advertírmelo desde la primera ronda, pero lo hicieron al final, como para que me doliera más y para favorecer al acordeonista de sus preferencias”.
Pero el año siguiente, (1994) el ingrato pasaje —como él lo llama— se transformó en alegría cuando se coronó Rey Vallenato por segunda vez, superando al cesarense Ciro Meza y al cordobés Fredy Sierra. “Es que Dios es tan grande que gané sin ningún problema y con el apoyo del público, que es muy difícil en una ciudad como Valledupar”.
Las actuaciones de Julio Rojas en los festivales colombianos de acordeón, siempre están matizadas no solo por sus habilidades en el manejo del instrumento, sino también por su canto y por piezas de su autoría, como “Puya pa’ las mujeres” y “Mujer buena”, que, además de jocosas, le permiten lucirse como todo un espléndido digitador y combinador de acordes y melodías.
“En esta edición —reconoce— las cosas no están tan fáciles, porque se inscribieron los que han sido reyes en estos últimos años. Y son reyes jóvenes y excelentes acordeonistas. Pero no pierdo la esperanza de convertirme en un tres veces Rey, como Alfredo Gutiérrez, aunque sé que lo igualaría en el número, mas no en el talento”.