Una encuesta que respondí hace dos días sobre temas de acoso y violencia sexual, compartida por mi colega cartagenera y defensora de Derechos Paola Pianeta Arango, así como las burlas que he leído sobre el performance #Unvioladorentucamino, creado por el colectivo interdisciplinario de mujeres de Valparaíso, conocido como Las Tesis, que se ha popularizado en Chile y que además está siendo replicado por otras miles de mujeres al rededor del mundo, para alzar la voz de manera creativa, porque nos están abusando y castigando y matando... me ha traído hasta aquí a contar esta historia. Porque pareciera que no, pero es muy común entre nosotras haber sido víctimas de violencia sexual:
Yo tenía 8 años y en una ocasión mi mamá me llevó a una cita médica en el dispensario naval del barrio El Socorro, en la ciudad de Cartagena. . Mi mamá trabajaba al lado, en el colegio Promoción Social y me dijo que la esperara un momentito, mientras iba a entregar unos papeles al portero. No se demoró ni 10 minutos, y en ese lapso pasó un tipo en una bicicleta. Tenía una bermuda color beige y camisa verde de cuadros. Frenó, se acomodó y comenzó a masturbarse. Me dio mucho miedo. Quedé petrificada... Intenté gritar, pero la voz no me salía. Creía que en cualquier momento se podría abalanzar sobre mí y hacerme algo. No lo hizo, por fortuna.
Sabía que lo que él hacía delante de mí no era correcto, porque desde pequeña, mi mamá me hablaba sobre las partes públicas, las partes privadas y lo que nunca debía dejarme hacer, ni por unx niñx o por unx adultx, y que en cualquier situación, debía decírselo porque ella iba me iba a escuchar y a defender.
Cuando mi mamá venía de regreso, el hombre se fue en su bicicleta a toda velocidad. Se diluyó entre las calles del barrio.
Cuatro años más tarde, se vuelve a repetir la historia. Tenía ya 12 años de edad. Iba en una buseta para clases de guitarra en Bellas Artes. Sí, iba sola. Mi papá me había enseñado con sus caminatas eternas a moverme tan bien en mi ciudad desde temprana edad, que lo hacía con mucha facilidad.
En esta ocasión, otro tipo muchísimo mayor que el de la primera historia y que, iba sentado a mi lado en el puesto de la buseta, comenzó a masturbarse. Nuevamente sentí miedo… Esa sensación que me congela toda. No podía gritar. Es como si las cuerdas vocales se hubieran congelado con todo mi cuerpo. Estaba petrificada… paralizada… asustada. Cuando pude levantarme de la silla e informarle al conductor, entre lágrimas y con la lengua aún amarrada por el miedo, señalé al hombre que se masturbó a mí lado y salió corriendo. No pudieron alcanzarlo. Se perdió entre la muchedumbre que rodeaba la zona de Puerto Duro.
Luego de contar estas historias, paso de decir que con respecto al performance Un violador en tu Camino, me he encontrado burlas de personas que al parecer convierten las injusticias y los crímenes en hazañas… comentarios que no sólo intentan deslegitimar estas denuncias, sino invisibilizarlas y tratar de restarles la importancia que tienen, ridiculizando y tildando a las mujeres que se atreven a alzar su voz como "exageradas", "sobreactuadas", "lesbianas resentidas"... etc. He leído comentarios tales como "les hace falta un novio a estas mujeres", "no se las han culeado bien". "les hace falta órgano genital", “necesitan es güevo”, “y los trastes sin lavar, y la ropa sin tender, y los niños y el marido sin comer", "tienen problemas cognitivos", "lesbianas ridículas", "qué payasada tan pobre", "puesta en escena de locas", "asco de feminazis que no tienen idea ni fundamentos de cómo reclamar", "estas mujeres no me representan", "les falta mucho para ser verdaderas mujeres", "mujeres diciendo sarta de estupideces", "como siempre la culpa la tiene el hombre", "andan bien enmarihuanadas", …
¡En fin! podría quedarme transcribiendo todas las réplicas burlescas y los insultos que ha tenido esta puesta en escena tan dolorosamente hermosa, que valga la pena aclarar, muchas han venido de parte de otras mujeres; sin embargo, quiero resaltar lo valiente que son estas y todas las mujeres que se arman de valor, o se despojan de la ropa o de los prejuicios y no les importa si no saben bailar, o si no saben cantar, o si la pinta no es la que más combine, o la que está a la “moda”, pero que alzan su voz y con toda esa fuerza se unen para visibilizar y denunciar y no callar que nos abusan, que nos violan, que nos dañan... desde niñas. Y gritan con todas sus fuerzas lo que otras no se atreven… y son una voz de alarma para que abramos los oídos el corazón y los brazos para cuando nuestras niñas denuncien toda esta clase de abusos que no sólo cometen desconocidos, sino que también se perpetran en el núcleo familiar, a manos de tíos, hermanos, primos, en el colegio por algunos profesores, por profesores de cursos extras, por nuestros jefes, por trabajadores que hacen algunas obras en casa, por el vecino...
Pregúntale a tu hija, a tu compañera de clase, a tu amiga, a tu esposa, a tu novia, a tu tía, a tu abuela, a tu hermana, a tu prima, a la persona que te ayuda en la casa con los quehaceres domésticos, si alguna vez ha sufrido este tipo de violencias. Con la respuesta con la que nos vamos a topar nos vamos a dar cuenta de que este tipo de casos son más comunes de lo que creíamos, pero estamos acostumbradas a callar, por miedo, porque nos van a señalar, porque no nos van a creer. Porque ¿qué van a decir? , porque es mejor evitar una desgracia, porque mi papá lo mata y lo meten a la cárcel. Y en el peor de los casos, nos van a culpar... Porque algo tuvimos que hacer para provocar al violador, al abusador.... ¡Y resulta que no! Que es verdad que la culpa no era mía, ni donde andaba ni cómo vestía...
#Miprimeracoso
#Metoo
#Violenciasexual
#Noesculpamía
#Cuéntalo