I Antología Jóvenes

I ANTOLOGÍA #MiCuentoDesdeCasa Jóvenes de 13 a 24 años PARTE 1


19 DÍAS DE CUARENTENA

DANIELA ANDREA HERNANDEZ BENITEZ - 18 Años 

Día número 2 y se están cayendo los hilos de oro de mi apretado cerebro, mis uñas no crecen, no porque no coma sino porque las devoro como si no hubiera mañana. El estrés está acabando con mi inmensa humanidad. Aquel tormento que no me dejaba dormir y no me dejaba disfrutar de mis hermosas noches lo extraño más que nunca, jamás lo diría, pero extraño mi colegio. Aquellos compañeros que escuchaba en clase o aquellos que atormentaba todo el día, los extraño tanto como el salir a las calles para comerme las deliciosas pastas carbonara con mis amigas. Mi último año de colegio se ha vuelto peor de lo que pensé, mi entrada a la universidad se ha aplazado porque la prueba de estado ha sido cancelada y no, no me carcome el que se haya aplazado sino más bien, que toda la preparación que tuve durante años para aquella prueba se hayan ido a la basura. Pues así lo siento yo. Después de tanta cháchara se preguntarán ¿Por qué me encuentro en cuarentena? ¿Qué ha ocurrido para que permanezca encerrada casi 20 días? Pues bien, mi encierro se llama COVID-19. En pocas palabras es una enfermedad infecciosa causada por el virus SARS-cov-2 con síntomas similares al de la influenza, pero con nuevas complicaciones, que se originó en china, o así parece ser. han surgido muchas dudas con respecto a su origen (proveniente del murciélago), incluso está el rumor de que se originó debido a un error de laboratorio en estados unidos.

1Aun así, esa información no ha sido corroborada. Este terrible acontecimiento generó una de las pandemias más mortales alrededor del mundo llegando a afectar a mi hermoso país, Colombia. Por eso, es que hoy en día me encuentro en cuarentena y no sé si se extenderá a fechas inalcanzables, es decir, eternas. En realidad, cumpliré más de diez y nueve días en un encierro total; desde el 13 de marzo que fue prácticamente mi último día de colegio. Digo prácticamente porque mi último día sería el 23 de mayo. Infortunadamente se adelantó la fecha. Ese mismo fin de semana mi encierro llega a otro nivel, me vine a pasar la cuarentena a mi finca que está alejada de todo malestar vehicular y de todo ruido posible. Aunque sé que esto será para prevenir cualquier infección, la soledad me invade, no encuentro que hacer y paso aburrida todo el tiempo. No hablemos del internet… es horrible y no funciona como normalmente funcionaria en mi casa. Cada día me levanto si ganas a dar las clases virtuales que me corresponden en la semana como si fuera horario normal de colegio, a excepción de algunas que si me divierten o me des aburren menos. Cuando termino aquel horario habitual, trato de distraerme y bajo a recoger ricas ciruelas maduras que mi papa se encarga de sembrar, corto popocho o mafufo (tipo de plátano) para tener que comer durante la semana y no tener que salir a buscar un peligro tal y como lo es la infección. También me distraigo regando con agua fresca las demás cosechas que tenemos sembradas y prontamente alimento a los patos bebes del lago. Digamos que no todo es tan malo. Se me olvidaba mencionar que cada vez que termino de hacer tareas me dedico a meterme a la piscina y relajarme. Aunque si realizo actividades en todo momento se me es aburrido de igual forma, porque son cosas que normalmente no haría si estuviera en mi casa o en la ciudad. Llevo semanas sin ver a mis amigas y creo que por ahora no las veré, ellas son como una pieza del rompecabezas de mi loca vida, son mis hermanas de otra madre. A mis amigos del colegio que los quiero tanto, no los veré como quisiera y más porque es nuestro último año y cada quien tomará un rumbo diferente y harán sus vidas a como les plazca.

Durante estos días cada quien descargó una aplicación llamada House Party, donde dé vez en cuando nos conectamos y hacemos video llamadas para contar nuestro día a día y reír un rato. Pero ok, no digamos que todo es malo, esta enfermedad me ha ayudado por otro lado a unirme más a mi familia, pasar más tiempo con mis tías, tíos, primas y demás familiares que solo veía en fechas importantes con los cuales muchas veces no interactuaba. Desde ayer en la noche nos sentamos todos a jugar algún juego de mesa o debatir temas importantes como por ejemplo el Covid 19 acerca de lo que cada uno piensa o la teoría de su creación. Algunos dicen que es una reacción de la naturaleza acerca de cómo la hemos destruido, otros dicen que sin duda está escrito en la biblia y se está cumpliendo el apocalipsis. Son debates muy interesantes y aunque no sea de creer, este tipo de charlas queman el tiempo y las noches se hacen menos largas. Con toda esta “soledad” mi mente reflexiona y se pregunta: ¿Cómo es que en los siglos XV, XVI, XVII, etcétera, las personas no se aburrían sin tecnología o sin actividades recreativas como el cine o los parques de diversiones? Tal vez sea parte de su cotidianidad o costumbres. En fin, esta pandemia nos sirve para aprender a valorar a los que queremos, a disfrutar el tiempo y a quejarnos menos de las cosas bonitas que nos regala la vida. Cuando tenemos todo se nos es insuficiente y cuando no tenemos nada se nos es mucho lo poquito que tenemos. Aunque en esta soledad ya este harta de tener que repetir mis quehaceres todos los días y escuchar incluso 100 veces la flauta del finquero de al lado que toca melodías sin cesar para calmar angustias, al final todo valdrá la pena y la vida nos dará otra oportunidad para saber aprovecharla. Gracias Covid 19, saldré más fuerte que nunca. Jamás se está tan solo cuando tienes a los que amas.

*fotografía: tomada por mi mamá mientras descansaba.

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¿Y AHORA QUÉ?

MARÍA LETIZIA COPPOLA -19 años (Milán- Italia)

Sumida en la incertidumbre miré las calles vacías. Un silencio abismal inundaba la ciudad y mi cabeza no paraba de darle vueltas al asunto. “Estamos en estado de emergencia, cuarentena obligatoria para todos los ciudadanos”. Me quedé un rato más afuera con la esperanza de ver algún movimiento o a algún vecino desesperado saliendo a tomar un poco de aire en su balcón justo como yo. Ya no sabía qué hacer, ya ninguno de nosotros sabía qué hacer. Caminé a la cocina por enésima vez en la semana esperando ocupar mi tiempo en alguna receta. Si no aprendía a cocinar ahora, no aprendía nunca. La cantidad de tiempo a disposición me parecía infinita y se me hacía loca la idea de que antes de esto, el tiempo nunca parecía alcanzarme para nada. Otra torta de chocolate. Metí la mezcla en el horno y a esperar. Mi papá se alistaba para salir a hacer las compras y le recordé los guantes y el tapabocas. Había salido solo una vez y me tocó hacer una fila infinita para entrar al supermercado. “¡Uno por familia!”, “Adelante”, “Por favor, el metro de distancia”, un joven repetía una y otra vez en la entrada. Se me hacía raro no ver el rostro de las personas y distinguirlas sólo por la mirada—aunque no muy distintas ya que todas llevaban una expresión angustiada. Mis vecinos, a los cuales nunca había escuchado hablar con tanta efusividad entre ellos, ahora se reunían por las mañanas a discutir lo primero que se le viniera a la mente. Había quienes hacían ejercicio y quienes sacaban el sofá de la sala al balcón para tomar el sol. Sin querer escuché la conversación telefónica de uno de ellos “Aquí la gente se está volviendo loca”, dijo. Asentí como si estuviera hablando conmigo.

2La realidad era que, si nos estábamos volviendo locos, de la preocupación, del miedo y especialmente del no poder hacer lo que ordinariamente hacíamos. Algo tan normal como saludarse se había convertido en un arma letal. En el edificio de al frente, algunos hombres tenían una reunión. Todos uniformados con sus tapabocas y a un metro de distancia cada uno. Dos ancianos le bajaban la canasta, a lo que supuse que era su hija, para que les colocaran las compras ahí. Tres películas después, volví a mirar al techo. Me estaba cansando del no hacer nada. Como de rutina, a las 6 de la tarde encendí el televisor esperando el anuncio de los contagios del día. Hoy, por primera vez, habían empezado a bajar los números, los resultados de la cuarentena impuesta hace dos semanas se estaban empezando a ver.

“No hay que bajar la guardia, seguiremos observando la curva”. Me gustaba que fueran claros en los noticieros por más dura que fuera la realidad. Las falsas esperanzas era lo peor que podía tener la gente ahora y siempre nos repetían de tener los pies sobre la tierra. Seguía saliendo mucha gente, a pesar de las medidas impuestas, y por esto mismo nos seguían repitiendo a todos que nos quedáramos en nuestras casas.

“Es el fin del mundo”, me dice mi papá de un momento a otro. Lo miro y no sé qué decirle. Quiero mantenerlo positivo, pero ya con tanta cosa ya ni yo misma se lo que creo. Suena el temporizador del horno y procedo a sacar mi torta. “Tengo que esperar que se enfríe para decorarla”, pienso. No me queda que esperar. Por ahora me dedico a hacer cosas que tengan un tiempo de espera establecido tratando de olvidar que estoy esperando por algo más grande. Por el fin de una incertidumbre. Salgo al balcón de nuevo y espero.

*Fotografía: Autora.

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PAREDES DE CRISTAL

SOFÍA ALONSO LORENZO - 18 Años.

Los días se andan sin darme cuenta, pero a la vez son eternos. A medida que pasa el tiempo me siento más desesperada, trato de ver televisión, escuchar música, hacer algo que haga ruido, porque sé que el silencio me consumiría la cabeza aún más.

Cada minuto sin poder salir me atormenta, yo suelo pasar mucho tiempo sola en la casa, pero el hecho de no estar permitida a salir es el que me causa tanta frustración. Pronto me enteraré de que la única persona desesperada no era yo, y que el confinamiento obligado transforma a la gente, o que simplemente deja salir su verdadero yo, y al salir sale a chorros, como una botella de champan al ser descorchada.

Un día se fue la luz en el conjunto residencial donde vivo, lo primero que cruzó mi mente fue el silencio que tendría que aguantar, así que traté de dormir. Cerré mis ojos y me dispuse a descansar, pero unas cuantas horas después me levanté con un fuerte sonido que provenía de arriba, nunca antes había escuchado ruido proveniente de un apartamento vecino, no sé si por estar concentrada en otras cosas, pero llegué al punto de pensar que no tenía vecinos, y eso tendría sentido ya que me acababa de mudar a un conjunto relativamente nuevo y todavía faltaban apartamentos por ocupar, nunca supe con certeza cuales. Los ruidos que provenían de arriba eran bastante aparatosos, se trataba de un hombre golpeando un saco de boxeo, lo sé por los sonidos de la cadena que cuelga el saco, y la detonación que genera el chocar de los cueros. Este hombre propinaba cada golpe con odio, era fácil determinarlo por sus jadeos y sus esporádicos gritos, parecía que con cada puño lanzado pensara en alguien y dejara salir toda su ira, y los pequeños movimientos que realizaba con sus pies hacía caer polvo sobre mi cama, era quizá su manera de recargar todo ese rencor que tenía. Así era todas las noches, a la misma hora, y al finalizar se dejaba caer sobre el piso como si no le doliera el impacto.  No conozco a ese hombre, pero con tan solo escucharlo sé que algo en su cabeza lo ha quebrado, y que el golpear como animal le da un poco de cordura.

3Escucharlo me generó intriga, no sobre su apariencia o sobre la verdad, sino la de querer escuchar más, saber que había detrás de cada pared frontera con otro apartamento. Así calmaría la ansiedad que me producía este encierro y podría escuchar sonidos de humanidad para no sentir tanta soledad. Decidí recorrer el apartamento hasta lograr escuchar a otro de mis vecinos, vuelta tras vuelta, cuarto tras cuarto, y no conseguía escuchar eso que tanto deseaba, otra vez la frustración me comenzaba a consumir, porque sabía que el ruido de la bestia nocturna ya no me era suficiente, necesitaba más. Horas pasaron hasta que lo escuché, en la sala, una pareja discutiendo, la satisfacción que recorrió todo mi interior fue una que nunca antes había experimentado, y todo lo negativo que me estaba agobiando se esfumó tan pronto mis oídos captaron los sonidos de la pareja. Sabía que era una pareja por cómo el hombre se refería a ella, claramente intentaba arreglar algo ya que él no gritaba, mientras que ella era lo único que hacía era eso, el volumen que manejaba era muy alto, pero lo que decía era impalpable la mayor parte del tiempo, aunque ella gritara en su voz se sentía más tristeza que alguna otra emoción, esto lo sabía por lo seguido que su voz se quebraba, aun así, nunca soltó el llanto que tanto parecía resistir.

En eso se convirtió mi rutina, tardes escuchando a la pareja que no se cansaba de pelear, y noches escuchando golpes de un hombre repleto de ira. 

Me sentía bastante mal por cada uno de los individuos, pero cada vez que los escuchaba mi satisfacción era incalculable, y sentirme así de bien no me generaba nada de culpa, lo único que causaba era más curiosidad, esta curiosidad era nueva en mí, era insaciable y con el pasar de los días crecía, por esta razón decidí salir de mi apartamento, y buscaba las puertas de mis vecinos y pasaba horas pegada  escuchando todo lo que hacían, escuchaba las cenas incomodas de la pareja, las conversaciones tristes que tenía el hombre atormentado y todo aquello que hacían desde que se levantaban hasta que se acostaban. Escucharlos a ellos se volvió mi nuevo vicio.

El día que se acabó el aislamiento sabía que todo regresaría a la normalidad, pero yo no quería esto, escucharlos a ellos era mucho mejor que mi vida normal, escucharlos me hacía sentir llena y feliz, dejarlos fue más atormentador que el estar encerrada, había encontrado algo que me había envuelto y ahora me tocaba dejarlo.

Semanas después vi que llegaron dos camiones de mudanza, pregunté en portería que a donde se mudaban, y el celador sorprendido e inquietado por la pregunta, me respondió “solo quedan dos apartamentos vacíos, el de arriba y al lado suyo, pensé que sabía que nunca han sido ocupados”

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PRELUDIO DE UNA NUEVA ESPERANZA

JORGE DE JESÚS HUERTAS VERGARA - 18 años

Aún recuerdo la alegría y la esperanza que teníamos todos los primeros días de clase. En especial yo, porque era mi último año, año que debía disfrutar al máximo porque me iría de mi amada Cartagena. Recuerdo la esperanza de todos de tener el mejor año escolar, las caras sonrientes anhelando disfrutar cada momento porque después de este año cada uno tomaría su propio camino. Por eso querido COVID- 19, te quiero decir que te lo has llevado todo, nos dejaste con un calendario lleno y con un reloj que pasa muy lento. Te lo llevaste todo, sin permiso y sin avisar, sin dejarnos almacenar algunos recuerdos. Nos has arrebatado una ilusión, le has dejado todo el trabajo a la imaginación, sin permitir que la vida nos deje bailar la última canción el día de la graduación. Una graduación que desde niños todos habíamos soñado. Soñado desfilando en nuestra ropa de gala alrededor de nuestros seres queridos, orgullosos de nosotros por haber terminado la primera etapa de nuestra vida. Cuando contamos los minutos para que fueran las 12:00 PM el 31 de diciembre, nadie me explicó que tenía los días contados, que las risas y los momentos eran prestados, que si quería más recuerdos había que robarlos. Espere por 15 años el 2020, anhelando con repetir y volver a escribir cada historia que los que pasaron por aquí me habían contado, deseaba usar la chaqueta que tanto espere los 365 días del año, quería ser seniors, que los sábados de pre ICFES valieran de algo. Le quitaste a algunos de mis compañeros incluso a mí, la satisfacción de llegar a 400 de puntaje en el ICFES y a otros la satisfacción de gritar y cantar en el after ICFES. Me quitaste el sentimiento de realización al salir de la segunda sesión, me robaste una historia más en la casa de Mauricio, una foto más, un chiste más. Me enseñaste que huimos del 15 de marzo, y no lo podíamos nombrar, pero era por ti, no por Química, Lectura crítica o Sociales. Me enseñaste que le temíamos a algo que no rondaba por nuestra mente, el miedo de perder los momentos con los compañeros, el miedo a perder un familiar querido y el miedo a la soledad. Yo que tanto me quejaba del colegio y ahora extraño todo él. Extraño los gallos de Carpio, los chistes malos de Javier Pérez, las charlas con Lidia, las filas interminables de la cafetería, las peleas por los deditos, las risas con mis amigos en la cafetería y las prácticas de futbol con Joly.

4Tantos recuerdos que me generan nostalgia no poder estar haciéndolos ahora, porque este era el año que debía aprovechar al máximo para vivir esas experiencias Y así te fuiste burlando de mí, fuiste tachando uno por uno los planes de mi calendario. Me has quitado la oportunidad de compartir con mi familia de 50 que después de algunos meses todos se irán. Me mostraste que todo puede cambiar, nunca me imaginé como un virus podría paralizar al mundo. Causarle una recesión mundial afectando las economías de todos los países. Dejando a millones damnificados en lo económico, laboral, social y familiar. La situación que ocurre hoy en día solo me la imaginaba en películas de ciencia ficción y así como yo no estaba preparada para enfrentar este virus, no lo estaba el mundo. Pero, así como lo has quitado todo y me dejaste esperando mucho más, también me mostraste que, aunque ahora las calles estén vacías, mi corazón está lleno porque sabe que cada momento que tuve con mis compañeros no se puede comprar o huir. Y así con todo lo que me quitaste, me mostraste todo lo que tengo, y que, aunque ahora mismo no pueda reír con mis amigos o darles un abrazo, aunque no esté en su mismo techo, siempre estarán bajo mi mismo cielo, a una llamada de distancia. COVID-19, me encerraste y me haces recordar que los momentos vividos hasta hoy en día no se van olvidar y que en el futuro debemos aprovechar los momentos con todos, aprovechar un chiste, o un abrazo, porque uno no extraña algo hasta que lo pierde.  Por eso te agradezco porque me enseñaste aún más a valorar lo que tengo porque muchas veces los jóvenes no valoran lo que tienen porque han vivido muy poco para saber el sentimiento de lo que perder algo que te generaba sonrisas. Esperanza aún queda y todos sabemos que esta enfermedad es pasajera, que todo a su tiempo volverá, pero no en su trascurso normal, porque todos habremos aprendido a valorar y que hay que estar preparado para cualquier circunstancia.

*Fotografía: Lidia Corcione.

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EL CONFINAMIENTO DE LA LIBERTAD

JUAN JOSÉ CASTAÑO AGUILAR - 18 Años.

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Tanto que me aburría levantarme a las cinco de la mañana, despertarme con los ojos empañados, levantarme tambaleando como si estuviera en una cuerda de un circo, la sensación de vacío en la ducha por el sueño de borracho que, como rival de boxeo, siento que me pega cada vez mas duro para dejarme en la lona. Tanto que me quejaba por las noches antes de dormir por tener que levantarme obligado todos los días a ser parte de un modelo ineficiente, de continuar con la rutina, de alimentar día tras día un sistema que muchas veces siento que no sirve para nada y para el colmo, cada vez que finalmente termino el día, una sensación maligna me empieza a perseguir hacia la casa, escondida dentro de mi bolso escolar, el computador suena, los cuadernos retumban, y las hojas bailan; las tareas son impuestas por las instituciones negativas son formas que tienen estas para manifestarse en los hogares de sus reclusos y siempre estar presentes en ellas, el sistema antiguo de aprender información y cada vez más información para luego olvidarla se ha convertido en la verdad absoluta, cada vez las notas son mas importantes hasta un punto en el que al parecer, ellas hablan mas de ti que tú mismo; los diplomas son hojas de cartón con tu nombre tatuado en él, pero yo nunca he visto que para entrar a un aeropuerto, en un trabajo o en banco, te pidan un diploma para ingresar como si de una cédula se tratara, personalmente creo que ese pedazo de cartón hecho un día antes, es como la copa de vino que alzan los padres en las iglesias para mostrar la sangre de cristo, los diplomas son como una forma de demostrarles al resto de la institución, que hay personas mas “inteligentes” que los demás sin tener en cuenta que aquellos “brutos” o “vagos” pueden tener incluso mas potencial y futuro que aquellos que saben encajar con un modelo inocuo e infinito. Por esas razones, ahora mismo no me desagrada la idea de que una tercera guerra mundial silenciosa se este llevando a cabo ahora mismo en el temible silencio y la misteriosa invisibilidad, ahora estoy solo dentro de cuatro paredes pero al mismo tiempo siento que estoy libre en lo infinito de mi memoria, ahora puedo reflexionar con más libertad acerca de todo lo que esta sucediendo, ahora no solo puedo estar mas al lado de la familia, puedo estar más cerca conmigo mismo; antes, la monotonía y el eterno retorno ocasionaban que muchas veces solo me concentrara en trabajar por un numero pero nunca por mí mismo, ahora siento que tengo todo el tiempo del mundo para que junto con mi soledad, nos llevemos de la mano para sobrellevar una pandemia que sea el fin del mundo o no, por lo menos sé que estoy en mi casa y en mi refugio. Una enfermedad que se esparce por todo el mundo para tratar de exterminarnos, ya ha pasado múltiples veces a lo largo de la historia ¿será una señal? Sea el destino, el universo, dios o los alienígenas o lo que sea, hay que tomar la situación actual como una señal positiva, si es verdad, día a día mueren cientos de personas en todo el mundo, pero la muerte es una de las cosas más comunes del mundo y hace parte del capitulo final de cada uno, incluso antes del gran pánico mundial, ¿Cuántas personas no morían a diario? Personas que mueren de hambre, por las guerras, los crímenes perpetuados por monstruos que asesinaban a gente inocente, gente muriendo por otras enfermedades, miles de personas mueren a diario de forma más trágica y a nadie les importa, todo el mundo manda mensajes por las redes sociales diciendo que nos debemos  cuidar, no salir, no tocar, no exhalar, no abrazar, no hacer nada, porque supuestamente así salvaremos a la humanidad, pero creo que esa es una mirada más egoísta en el sentido en que nos preocupa mas lo que nos pase a nosotros de lo que le pase a los demás, todos tenemos miedo de que un peligro potencial nos infecte y en cierto modo eso está bien porque la supervivencia hace parte de todo organismo vivo en el planeta pero tampoco vendan la moto de que nos preocupa la situación porque muchas personas mueren a diario y estoy seguro de que nadie en sus casas se altera así, sé un poco por la gente que se muere en silencio. De cierta forma, creo que esto de la cuarentena representa nuestra cohibición, nuestro desespero y nuestras ganas de vivir encerrado en un mundo donde lo único importante somos nosotros y nuestros más cercanos, de igual forma el no abrazarnos, tocar a los que mas queremos o incluso saludarnos, demuestra la hipocresía y la deshumanización en cierto sentido porque el mundo nos demuestra que para vivir sanamente tenemos que dejar al prójimo a un lado y demuestra que con tal de salvar nuestra propia vida, es mejor dejar que los otros se sumerjan en su propia arena movediza.

A lo largo de esta historia no quiero dar un mensaje negativo o ser una de esas personas que hablan mal de todo el mundo, pero nunca habla de si misma, yo creo que todo lo que hable aquí hace parte de todos los pensamientos que fluyen espontáneamente por mi cabeza por las reflexiones que la soledad me permite darme. Ahora pasemos a la parte positiva, estar con la familia nunca ha sido algo tan sencillo, la tecnología finalmente nos ha apresado como una trampa para osos que nos engancha apenas pasemos por ahí y ahora los enamorados tienen dos opciones o vivir separados para sobrevivir alejados uno del otro o enfrentar el riesgo viviendo juntos con los toqueteos y los afectos, de cierta forma estar presos no es algo tan negativo como siempre se ha pensado, estar encerrado te permite tener un momento contigo mismo, estar rodeado de mucha gente estresa y altera tu paz, en cambio sentir el calor de la familia y el frio de la soledad te mantienen en un término medio o en un punto de equilibrio para que te puedas encontrar a ti mismo. Duele a veces no encontrarte con las amistades del colegio pues son tus primeras relaciones sociales después de las de tu familia y si ellos son verdaderamente reales, sabrás que ellos son los que conocen todo de ti, tus gustos, tus miedos y sueños, tus aspiraciones y logros, de cierta forma si, es aburrido estar postrado ahora mismo en una cama mirando hacia el techo esperando que de repente empiece a brillar una pequeña estrella justo en frente de nosotros o soportar los ruidos externos que dan ganas de vivir bajo tierra junto a los topos pues estos son sordos y ciegos y al parecer, viven incluso mejor que tu y que yo.

¡Hey! ¿Qué hora es? Siento que ha pasado media hora desde que cerré los ojos y me puse a pensar en las cosas de la vida, si no estoy mal me acosté a las 5:02 pm, voy a ver mi celular, 5:03 pm, ¡rayos! Tengo que hacer la tarea de matemáticas, hora de levantarse…

*Imagen tomada de internet.

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CONFLICTOS INTERNOS

JAIRO ALFONSO DUQUE OLIER - 18 años

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La verdad es que cuando era niño nunca pensé que el mundo podía ser tan complicado, no pensaba en nada más que vivir el momento y no me complicaba por lo que venía, era hermoso vivir el instante. Ahora que soy un adulto añoro la falta de preocupaciones y esos momentos de incredulidad donde para mí el mundo no era tan complicado, cuando no entendía el significado de una muerte, no entendía el verdadero significado de dolor y no sabía que era el miedo. A medida que iba creciendo me daba cuenta de lo peligroso y a la vez hermoso que podía ser el mundo, aunque avece tengo que esforzarme para ver su belleza. Ahora vivo con miedo, nunca pensé que el mundo cambiara de forma tan rápida y drástica para todos, hace menos de un mes vivía de forma cotidiana, sin muchas aventuras para ser sincero, pero ahora todo cambió porque estoy confinado a mi hogar. La verdad es que exagero si digo que ahora mi hogar es una cárcel, pero no puedo salir, no tengo guardias o cámaras que me detengan, pero el terror no me lo permite. Nadie se hubiese imaginado que un virus en China pondría en jaque a medio mundo, nadie se hubiese imaginado que morirán muchas personas y nadie hubiese imaginado que ahora gran parte de la humanidad no podría salir de sus casas. Envidio un poco a los niños porque no entienden la gravedad del asunto y viven el momento con inocencia, yo por el contrario no soy el más optimista de la situación. Si me pusieras a elegir qué es lo más difícil del autoaislamiento diría que es la constante lucha por no volverme loco, todos los días se vuelve más difícil derrotar el aburrimiento y mantener mi sana cordura. Al principio vi todo esto como algo bueno, no salía tenia comida y podía descansar todo el día, el sueño todo hombre no. Ahora añoro ver la cara de cualquier amigo, salir a un parque, respirar aire fresco o los recuerdos cuando todo era normal. Para distraerme paso la tarde viendo lejos por mi ventana pensado en el momento donde todo volverá a la normalidad, espero que ese momento no esté muy lejos. Sabes qué, en mis momentos de soledad me puse en modo de escritor y creé una pequeña historia, ven escúchala sé que te gustará.

Comenzamos en una ciudad cuyo nombre no es importante, en esa ciudad vivía un joven adulto como de 27 años que decidió no volver a salir de su casa por los peligros exteriores. Se volvió tan paranoico que se gastó buena parte de sus ahorros de toda la vida en un gran mercado para atrincherase en su casa. El joven era relativamente normal tenía un pequeño pero cómodo apartamento, socializaba, termino su carrera universitaria en medicina y un día simplemente se decidió dejar todo eso atrás. ¿Por qué, dirás? Bueno, la respuesta ni el propio joven la sabe con seguridad, pero lo que sí sabe es que fue un sentimiento que lo quemaba por dentro y lo forzó a tomar es drástica decisión. Al principio el joven se sentía aseguro porque tenía entretenimiento, internet, servicio, comida y todo lo necesario para que una persona pudiera vivir cómodamente. Los primeros días se ponía a ver televisión para distraerse o jugaba videojuegos, a finales de mes comenzó a leer libro y al cumplir el semestre su mente ya se estaba comenzando a descomponer, pero seguía entendiendo lo que sucedía. Con el pasar de los meses su cuenta de banco ya no tenía fondos para pagar los servicios de su casa y se le estaba comenzando a acabar la comida, sin embargo, eso no le importaba mientras se sintiera seguro en su casa. Cada vez se sus pensamientos oscuros comenzaban a tomar más fuerza tanto que tuvo alucinaciones y comenzó a hablar solo como si alguien estuviera ahí, aunque trató de hacer ejercicio para tener un cuerpo y mente sanos, fue un intento en vano. Mientras más y más pasaban los meses peor se ponía, el joven le gustaba hacerse daño así mismo para sentir algo, definitivamente ya no estaba bien. El joven murió antes de llegar al año, la soledad y la desnutrición fue lo que lo mató. Una vecina denunció el mal olor que emitía su apartamento, cuando la policía llegó no encontraron más que su cuerpo desnutrido y podrido en el centro de su sala. Nadie reclamo su cadáver y fue cremado. Lo más curioso de esta historia es la falta de interés humano por parte de sus vecinos, amigos y familiares, a lo mejor la historia nos recuerda a todos lo indiferente que puede ser el mundo con todos nosotros o también como las personas no puede sobrevivir sin convivir con otros. Se que no existes, pero ¿qué opinas de mi historia?

*Imagen tomada de internet.

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APARTAMENTO A 5-3

MARLON RAMBAL – 24 AÑOS.

Estaba anocheciendo y mi estómago llamaba a gritos la cena, había comida, pero necesitaba una pizza, sin dinero me quedé sin opciones. Mi novia no tardaba en llegar y quería sorprenderla. Salí al balcón a ver qué podía hacer.

Había poco espacio entre los balcones vecinos, todos a prueba de incendio, con escaleras plegables que conectaban fácilmente todos los pisos. Abajo un pequeño patio rodeado por cuatro edificios, observaba con facilidad otras ventanas, aunque los vecinos parecían ser algo tímidos, pasaban todo el tiempo con las cortinas puestas, solo se apreciaban sus siluetas.

El vecino del edificio del frente pide domicilios regularmente. El estaba sentado en su sofá, lo ví tomar el teléfono y asomarse levemente por la ventana, colgó, justo en ese instante coloqué el cronómetro a sonar a los 25 minutos, es gratis pasados los 30 minutos. Todo estaba bien pensado para cuando sonará el reloj. Bajaba por el ascensor, cambiaría la letra del edificio con el del frente y luego solo era esperar, casualmente era el mismo número de apartamento.

Me impacientaba el lento pasar del tiempo. Fue una larga espera, estuve mirando ventanas vecinas, ví sombras testarudas, orgullosas, desobedientes, infieles, descontroladas, feroces, buenas y malas, las ví nacer en la luz, bailotear, comer, amar y morir en la oscuridad.

Por fin sonó la alarma. Abrí la puerta, atravesé el pasillo, bajé por el ascensor que falló en el cuarto piso, forcé las puertas y me escabullí con dificultad, bajé las escaleras corriendo, mientras miraba el reloj no advertí un escalón roto y caí rodando hasta el primer piso.

Todo estaba despejado, salvo por un vecino que por fortuna estaba entretenido en su celular yendo de paso. Retiré la letra del portón, atravesé el patio. Percibí un olor familiar a hierba saliendo del edificio de al frente, me alivió pensar que esos drogadictos no sabrían siquiera que yo estuve ahí, reemplacé las letras justo en frente de ellos. Llamaron mi atención y disimulando mi sorpresa me acerqué a ellos, pero, antes que preguntaran algo, los distraje, pidiendo un poco, mencioné lo buena que estaba. Siguieron su camino y yo el mío. Coloqué la letra que faltaba en mi edificio. De repente me entró una calma luego de aquella tormenta de emociones.

Frente al ascensor, recordé que estaba averiado y me dirigí a las escaleras. Empecé a sentir todos los golpes que me di al caer y un atronador pálpito en la pierna. Mientras subía, la hierba empezó a hacer efecto, inhibido y sin dolor, seguí subiendo animosamente con ojos pequeños y una sonrisa estúpida.

Una vez en mi piso vi como salía mi novia del ascensor; bromas del destino, la ley de Murphy escupiéndome en la cara, pensé. En medio del saludo, me dijo que apestaba a cigarrillo. Nos dirigimos al apartamento, detrás nuestro llegaba el repartidor. Le hice señas al tipo de que se había tardado mucho. Mi novia recibió la pizza, pagó y dijo que había llegado justo a tiempo su encargo.

Estuvimos viendo una película, una parodia de detectives. Teníamos por costumbre conversar detalles de forma, muchas veces obviamos sus nombres. Con la boca llena y salpicada de queso me ví asaltado por dos oficiales que había tumbaron la puerta y apuntándonos dijeron:

- Queda arrestado.

Uno de ellos revisó mi cartera que estaba en una mesita, le dijo al otro que yo no era el sujeto, se asomaron rápidamente al balcón, vieron salir del edificio del frente al sospechoso que advertío la presencia de ambos y huyó. Salieron corriendo tras el, empujando a un repartidor que recién se había asomado. Enojado le arranqué la pizza de sus manos, le dije despectivamente:

- Llegas tarde.

Puse en su lugar la puerta, haciendo un estruendo tremendo, comparado al bullicio que hizo al caer detrás mío.

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SALOMÓN CÁRCAMO OCAMPO - 18 años

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Ya van varios días desde que quitaron el agua, vuelvo a mi casa y también se ha ido la luz. Se avecinan días oscuros, a mi vecino le saquearon la casa, se encuentra en estado crítico, ya no tiene comida. El gobierno no se comunica con el pueblo, estamos en crisis. Estoy con Erika en mi habitación, mientras que en la habitación del al lado se encuentran mis tíos Barry y Joan.

De noche mientras escuchaba la radio, noté que se interfiera demasiado la frecuencia, no podía pensar en cómo me distraerá. Siendo el hermano mayor debía salir con mi tío en algunas ocasiones a buscar agua cerca del río que atravesaba toda la ciudad. Afortunadamente mi tío trabajaba en una planta de tratamiento de agua y no era de más esperar que tuviera soluciones para esta situación. Teníamos unos filtros, no tan complejos, para filtrar el agua en caso de emergencias como esta. Al cabo de 2 semanas el vecindario entero estaba casi vacío, otros vecinos saqueaban casa de los que migraron a otras partes, personas como nosotros se quedaban por significaba mucho nuestro hogar y además tenemos las herramientas necesarias para sobrevivir por meses.

Mi tío Barry me enseñó a disparar un arma y afilar una lanza como forma de supervivencia porque consideraba que algún día lo necesitaría. Me entretenía con infinitas partidas de parqués con Erika y jugaba cartas con mi tío para pasar el rato. Mientras que mi tía Joan era la administradora de nuestros suministros.

Pocas semanas después, pudimos leer que el país ha caído en crisis, no existe ningún orden que controle los órganos políticos principales. Estamos en medio de una guerra civil. Ningún otro país intervendrá porque es asunto interno del propio pueblo. Pasando la medianoche del mismo día, me encontraba despierto, miré por la ventana de la recámara de la que me encontraba y observé 3 hombres con rifles de asalto dirigiéndose a la puerta de nuestra casa. Tenían capucha negra con zapatos grises y sombreros que parecían un telón. me acerqué a mi tío Barry para decirle lo que pasaba. Él con su arma que tenía en una gaveta y con su escopeta en el armario la tomó y se puso en la puerta. Le dijo a mi tía que saltaríamos por la ventana hacia el árbol que conectaba la parte de atrás de la casa. Mi tío Barry se queda en la puerta escondido esperando a los extranjeros a que entraran y así disparar contra ellos. Mi tía me llenaba una mochila con demasiadas bolsas de agua y una revolver el cual me dijo que utilizase sólo cuando fuera un asunto de vida o muerte. Se escucha un disparo de perdigones y logro ver antes de salir por la ventana como mi tío destruyó la caja torácica a uno de los extranjeros e impactó el hombro de un segundo, rápidamente el tercer hombre le dispara a mi tío en la cabeza y mi tía recibe un tiro en el estómago momentos después. Saco a mi hermana del árbol y salimos sigilosamente hacia la casa vecina más cercana.

Eran cerca de la una de la mañana y me quedo con mi única familia, mi hermana Erika. Ella tan solo tenía 8 años siendo muy inteligente y buena observadora para su edad. Me escabullí en los arbustos que conectan la casa del vecino con la nuestra y escuché una ráfaga de disparos rozando mi espalda. Por lo que pude inferir pensaban que estábamos en los arbustos lo cual era cierto. Mi hermana se encontraba en la pared de la casa ajena esperando a que yo pase, pronto me tuve que acostar porque por el ángulo del ojo aviste a uno de los hombres en el segundo piso mirando la parte de atrás. Era luna llena y se podía ver plenamente todo el patio trasero, tome unas cuantas rocas la cuales distraen al hombre y podré hacerme en la casa del vecino.

Arrojé unas 4 rocas y salí corriendo hacia donde se encontraba mi hermana. Lograron vernos y pasamos la calle aprovechando que se encontraban aún en la casa. pasamos por el parque que se encuentra en medio del vecindario y tropezándome con una piedra, el hombre empezó a disparar y no logró darme. Mientras salía en otro hombre herido, mi hermana se fue corriendo hacia el otro extremo del parque para llegar a una casa. pasamos de casa en casa, de calle en calle durante toda la madrugada, eran las 4 am por lo que veía en la casa en la que mi hermana y yo nos encontrábamos. no podíamos estar huyendo todo el tiempo. Los hombres como siempre estaban 1 casa detrás de nosotros, así que pensé tomar una posición para acabar con la vida de uno de los hombres. entraban a la casa lentamente revisando todo, cada uno revisaba un piso diferente ya que la casa tenía dos pisos. Mi hermana estaba escondida en un mini armario por el pasillo de las escaleras que llevan al segundo piso mientras que yo estaba con mi arma cargada al lado del marco de una puerta escondido esperando a que suba el hombre. El hombre revisa delicadamente cada habitación hasta aproximarse por la última sin antes revisar si hay comida o algo que le beneficie. El hombre se acerca el mini armario donde se encuentra mi hermana. Yo con el arma muy firme y tensionado, pero me relajo. Un tiro limpio es lo que necesito. Toca la manija, y yo abro fuego. Un disparo en la cabeza entrando por el ojo y otro disparo por el corazón. tendido en el suelo me muevo hacia la pared que está más cercana a las escaleras y me quedo esperando a que el hombre suba. Sube y el hombre dispara descontroladamente hacia la habitación donde antes me encontraba. Tomó el arma firme por el tambor y le pegó con el mango en su sien, el hombre cae por las escaleras, cuando cae se disloca el hombro y yo sin pensarlo disparó y se esparce en mi cara mucha sangre. Destrozado por dentro, por tantas cosas que pasaron me siento y me acuesto recostado a una pared mirando hacia una pequeña ventana. Me quedo pensando por un momento en qué hacer ahora. Mi hermana baja las escaleras y se sienta a mi lado, luego se asoma por la ventana y me despeja la mente.

Necesitamos sentarnos en algún lugar seguro donde podamos dormir, estar rodeado de personas seguras. Mirando el amanecer por la ventana me pregunto ¿habrá alguna esperanza de seguir sobreviviendo? ¿cuánto tiempo seguiremos inseguros?

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¿A dónde iremos cuando todo se venga abajo?

KEVIN SOTO BARÓN - 18 AÑOS

adrian

Aun recuerdo esa fría noche novembrina en la que mi única preocupación era tener listos los deberes del colegio para el siguiente día. Era 15 de noviembre de 2019 y la situación política de Colombia vivía un momento crítico; había un descontento general con el gobierno de turno y los gremios del país estaban planeando realizar un paro nacional. Nada fuera de lo común a mi parecer, después de todo, en un país con un gobierno tan cuestionable como el de Colombia, era algo que pasaría eventualmente. De todos modos, anticipé que en clase de Historia hablaríamos respecto al tema, por esa razón quise ir preparado y me puse a navegar en páginas de noticias y en foros que había en la web. Y he de mencionar que eventualmente me aburrí, pues ocho de cada diez noticias eran de los paros, sí paros, no solo uno, pues Colombia no era la única que vivía un momento crítico, Latinoamérica en general estaba molesta.

Luego de navegar un rato por Internet, y leer más de diez noticias de las protestas y los paros nacionales, vi un titular algo fuera de lo común, no recuerdo muy bien que decía ni de que página era, pero era más o menos lo siguiente: “Virus mortal está cobrando vidas en la región central de China”, como se salía de la rutina, no me importó la poca fiabilidad de la página y decidí entrar (pues sí, esta misma no se veía muy confiable y, de hecho, era la primera vez que la veía). Una vez empecé a leer pensé que era falso, para mí, con todos los avances de la ciencia moderna, era imposible que una tal gripe llamada COVID-19 estuviera matando a una de cada tres personas en China. Y sí, tal y como dije, una de cada tres personas, eso mismo decía la noticia. Pero luego de seguir leyendo me fui convenciendo más y más de la situación que se estaba viviendo en ese país, incluso me llegó a parecer estúpido todo lo que sucedía en Colombia. Hasta llegué a pensar que todo lo que estaba sucediendo en Latinoamérica era para tapar lo del virus.

8Consternado por la noticia, decidí comentárselo a mi padre. Y he de resaltar que a él le gusta mucho hablar de temas de actualidad, relacionados con la política, la ciencia y los deportes. Al mostrárselo, no me prestó atención, es como si hubiera ignorado lo que justo había acabo de leer y hubiera estado pendiente todo el tiempo a lo que comentaban en el noticiero sobre los paros. Frustrado me fui a mi cuarto y ya con todas las tareas hechas decidí al menos convencer a mis compañeros de lo que pasaba.

Días después en el colegio, sucedió lo que había anticipado, en clase de Historia íbamos a discutir y a compartir opiniones acerca de todos los paros y del gran paro nacional que habría dentro de unos días. Luego de soportar toda una clase donde a todos les parecía que se caería la sociedad con estas protestas, sin saber que algo mucho peor pasaba en el mundo, exploté. Pedí el turno para hablar y dije: - “Todos estos paros, todas estas protestas, no tienen sentido. Colombia no cambiará con esto, mientras los policías sufren el salvajismo de los encapuchados, los ricos y los poderosos están seguros y encerrados en sus grandes mansiones. Nada cambiará, mientras nosotros estamos pendientes de estas cosas, un virus mortal nuevo está matando a una de cada tres personas en China. ¡Una de cada tres! Estos paros nos están cegando de lo que de verdad importa.” Como lo esperaba, la clase le dio una atención momentánea a este comentario, tal vez unos diez segundos, y luego siguieron con la discusión. A nadie le importó. Llegó diciembre, y tal como lo había predicho, los paros no cambiaron nada, y a puertas de la Navidad, la situación en Colombia se calmó. Incluso yo me olvidé del Virus.

Las noticias en enero y febrero fueron los incendios masivos de Australia y la posible guerra entre Irán y Estados Unidos. Ya para ese momento, el virus había explotado en China, pero como no había llegado del todo a Occidente, a nadie en este lado del mundo parecía importarle. La vida siguió, mi única preocupación continuaba siendo el colegio, y como tal, yo ya había cedido ante la normalidad que se vivía en Colombia respecto al virus. Luego, se volvió oficial el primer caso en Colombia, y los periódicos volvieron a explotar una vez más, pero esta vez, ya no hablaban de los paros.

El virus había llegado al país justo una semana antes de que presentara el ICFES (las pruebas de Estado para graduarme), y yo, como ya sabía lo rápido que se expandiría el virus les advertí a mis amigos y hasta dije: - “Ojo que, si el virus se riega, hasta cancelan el ICFES”. Incluso con el pánico que el país vivía en ese momento, no me creyeron. Para ese momento ya ni me importaba si me creían o no, yo cumplía con advertirles. Los días pasaron y llegó el viernes antes del ICFES (que se presentaría el Domingo de dicha semana), en el colegio nos dieron almuerzo y todos los salones nos hicieron calle de honor, todos en la promoción estábamos muy felices y entusiasmados. Lo que no sabíamos, era que ese iba a ser el último día que iríamos al colegio.

Al día siguiente se confirmó que una vez más, tenía razón. El presidente dio el comunicado vía Twitter; el ICFES estaba oficialmente cancelado. Por decisión del colegio, no volvimos a clase, todas las clases fueron virtuales. Y días después se anunció la cuarentena en todo el territorio nacional. La gente enloqueció.

Esta locura colectiva incluso llegó a afectar a mis vecinos, que, en medio del miedo, al ver que justo una semana antes habían llegado unos italianos al conjunto, decidieron reportarlos a la Administración. Lo último que supe de ellos, es que salieron asustados del conjunto en su automóvil el mismo día que fueron reportados. Aunque el virus en realidad no mate a una de cada tres personas, como leí en aquel periódico amarillista, este mismo logró generar pánico en mi vida y en la de los demás. Tanto que las bolsas cayeron y la economía entró en un periodo de recesión. Le dicen la caída del Coronavirus. El pánico incluso cegó a todos alrededor mío de otras cosas que están pasando en el mundo. Mientras todos están compartiendo noticias y noticias del Coronavirus, se ignora la plaga de langostas que hay en todo el continente africano (que amenaza con matar de hambre a 67 millones de personas), se ignora el hecho de que Putin (el actual presidente de Rusia), pasó una ley para poder estar en el poder hasta 2036, y también se ignora que la guerra entre Irán y Estados Unidos ya está siendo librada por debajo de la mesa. Mientras el virus se come al mundo, muchas cosas que lo afectarán incluso más que este están siendo ignoradas. Estamos cometiendo el mismo error dos veces.

En estos momentos tengo miedo, miedo del dólar (que se disparó), miedo por la gente de África y miedo por la misma incertidumbre en la que todo ha quedado. Incluso he empezado a tener miedo de las personas, que, con todo este caos, han sucumbido en muchos países ante la paranoia y se han tornado salvajes en muchas ocasiones. Si no usamos nuestro sentido común en este momento no sé qué pasará. Si no hacemos nada al respecto, puede que nunca volvamos a la realidad. ¿Y si esta nunca vuelve?, ¿A dónde iremos?, ¿A dónde iremos cuando todo se venga abajo?, ¿A dónde iremos?, no sé, no tengo ni idea, supongo que el tiempo lo dirá.

*Fotografía: Adrián Cuevas - Epitaph.

*Fotografía: Autor.

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Que no se quede en el aire

FLAVIA KRAUEL ORIOL - 15 años

Quiero mal, quiero porque prefiero vivirlo todo, vivir de verdad, he decidido que esto me conviene más que dejarlo pasar y que se quede en el aire. Un día decidí capturar instantes, finitos, temporales, esos que sólo puedes vivir una vez y luego te aferras a ellos como si respirar dependiera de ellos. Decidí capturar a mi familia, la que no es de sangre, la familia que yo he tenido el placer de elegir; decidí capturar todo porque somos así de complejos, así de sencillos, así, sin más. Y en 30 años quiero poder aferrarme a ellos y sentir que sí, yo he vivido.

Pero se queda. Estoy en esa época que todo el mundo llama ‘inolvidable’ por eso, tengo miedo a olvidar, por vivir demasiado, en muy poco tiempo. Jamás en la vida volveré a estar donde estoy ahora, tan confundida como estoy; porque vivo mejor en ruido, en vida, rodeada, sin silencio, sin tiempo, con prisa.

Me siento, sentir, siento mucho, muy mucho, por algo tengo solo 15.

En mis años ‘inolvidables’ he aprendido y desaprendido, supongo eso pasa más que no.

Vivo, he aprendido a desquererme y quererme más, me he perdido y encontrado, ahora estoy más perdida que nunca, pero me conozco, sé quién soy, creo. Tengo claro que no tengo ni idea de nada, al menos eso me lo sé. También sé que da igual todo, que es vivir y ya está, sin más, sin nada, y eso es bueno.

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He aprendido, gracias a yo que sé qué, que es mil veces mejor arrepentirse que luego quedarse con las ganas.

He decidido perderme, y a ver si me encuentro, porque de momento voy un poco corta en eso de saber quién soy, por qué, para qué, cómo, cuándo y todo ese enredo existencialista que aprendo, y desaprendo cada vez que sé más del tema, en clase de filosofía.

Estoy bastante convencida de que será mejor perderme con música, así, por malo que sea, será un poco más bonito. La música de fondo me hace sentir como si viviera en una película con banda sonora, y todo se vuelve más vivo, más de verdad. Eso pocas cosas lo logran.

 

Sí, me arrepiento, mucho, a veces demasiado, he hablado de más y de menos, el dolor tiene efectos secundarios, pero se pasan, en algún momento, gracias a algo inexplicablemente inexplicable, se vuelven un recuerdo, y sí, se puede. A pesar del daño, de la tristeza, de las noches sin dormir, de los exámenes perdidos, de no entender nada de lo que explican en química, de los males de amores, de la presión, a pesar de todo, hay cosas bonitas, buenas, de verdad, que se quedan, que no se van, y hacen que todo valga la pena.

Ahora me da miedo olvidar, porque puedo decir que quiero, quiero mucho, fuerte, como en ese tipo de amor de película en gris de los 40 (donde se ha vuelto rutina acabar llorando siempre) y no quiero dejar de hacerlo.

 A veces me sorprende, y me quita el sueño, pensar que las personas de mi vida algún día no estarán, que dejaré de ir de fiesta en fiesta, llegar y, dormirme en el lobby (para no despertar a nadie), dejaré de hablar de nada y de todo a la vez, a las 3 de la madrugada con mis amigos. Dejaré de romantizar la vida y exagerarlo todo, no volveré a quemarme en la playa, dejaré de correr riesgos y declararme, no por amor, pero por anhelo; no volveré a conducir y casi estrellarme y que todo el mundo se ría y no pase nada; dejaré de atreverme a decir las cosas a la cara, dejaré de vivir de verdad, con ganas.

Tengo miedo a crecer, a perder la vida de esos momentos. Pero las cosas pasan y otras, se quedan. Eso es lo bueno, hay cosas que sí, que se quedan. Ojalá nunca se vayan y jamás nos quedemos en el aire.

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UNA PROMOCIÓN QUE PERMANECERÁ EN MI CORAZÓN

MATEO MARTÍNEZ - 18 Años.

Quien iba a pensar que en la recta final todo daría un giro de 360, en la cuenta regresiva de unos de los días más esperados para muchos como lo es el ICFES me quedaría paralizado, y no por la prueba desafortunadamente, sino por saber que todo lo que desde más joven he anhelado se estaría escapando sin yo poder hacer nada. A menos de 12 horas de realizar una prueba tan esperada a la cual dedique 2 años de mi vida no llegaría nunca. Quien hubiese podido saber que nuestros últimos días en el colegio se aproximaban sin aviso previo. Que doloroso es recordar que en algún momento nuestro deseo más grande era irnos del colegio, claro está, no sabíamos lo que deseábamos. Hoy me encuentro sentado en una hamaca pesando en cada momento que no aproveche en el colegio por estar pensando en un futuro que solo pasaría en mi cabeza, sin saber que en ese futuro tan esperado la vida nos estaría esperando un golpe llamado COVID-19. Un golpe que sacudió mis sueños, mis planes y al mundo entero, en cuestión de días. Encerrado en cuatros paredes tomando una máquina del tiempo al pasado donde no he podido dejar de pensar en mis amigos, mis profesores, el colegio y cada detalle que no valoraba cuando estaba en un salón de clases. Con el corazón arrugado se me sale una lagrima al saber que no volveré a tener una recocha más con los amigos que me regalo la vida, que los regaños en la cafetería ya habían terminado, que no tendremos un debate más con Ms Lidia, que ya no estará Alba esperándome con 4 deditos en la cafetería, que Aroldo no volverá a dejarnos perplejos al realizar una ecuación que solo él entiende, que Mr. Javier no nos demuestre lo maravilloso de la filosofía, o que Ms Lado nos mencione al dios de la vida eterna. En qué momento de ese 13 de Agosto al pisar el colegio haciéndonos los seniors 2020 del CBC nos hubiésemos imaginado que esa fiesta de grado que tanto planeamos la bailaríamos solo en nuestra cabeza, que la última canción ya sonó sin haber comenzado la fiesta, quien iba a imaginar que en el Facebook de mis lidia no íbamos aparecer con la sonrisa y de oreja a oreja y la lagrima en el ojo despidiéndonos de nuestro colegio y profesores a los que le debemos todo, que ese video en la asamblea de despedida nunca iba a rodar, quien hubiese imaginado que sustentaríamos nuestros proyectos de grado  a través de una cámara. Que ese viaje a Cancún soñado desde 8vo grado talvez nunca sucedería, que esa experiencia no será para mí ni para mis amigos, que el junio del 2020 no se va a recordar por los esperados grados sino por la ausencia de ellos. Una vez más algo más salió como no lo esperábamos, querido COVID-19  déjame decirte que has sabido jugar con nuestros planes, junto a tu aliado el tiempo supieron entrar en el peor momento a nuestras vidas, justo en la recta final, cuando ya todo estaba a punto de realizarse, donde solo falta medirnos esa toga verde para después ponernos el smoking negro para poder  lucirnos en nuestro día, donde nos arrebataste el ultimo abrazo, la última risa, la última pelea, una última llorada con nuestros amigos, nos arrebataste los últimos recuerdos en los salones, una última historia por hacer en el colegio, un último partido junto Joly y Madrid en la cancha del colegio. Nos robaste esa despedida que le debíamos a los profesores, el suspenso y alegría de recoger las firmas para estar a paz y salvo con los profesores. Pero también nos estas enseñando que a pesar de estos momentos tan difíciles aún podemos contar con nuestros amigos para toda la vida, que esos recuerdos que ya hemos creado en el colegio nunca se perderán, y me llevaste a reflexionar y estar agradecido por haberme cruzado con esta promoción que me ayudo hacer quien soy. Gracias a esa tristeza que me diste en un momento ahora mismo estoy feliz por saber que estuve en la mejor promoción en la historia del CBC, y no hablo solo de 12 A y B, también hablo de los profesores que tuvimos en este año.

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*Fotografía Lidia Corcione

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¿El camino hacia el cambio está en la adversidad?

MAURICIO SEGOVIA SARABIA - 18 Años

Te levantas, te paras de la cama en medio de tu estado sonámbulo y te vas a la ducha. Tomas un baño, desayunas, te cepillas los dientes y esperas en la misma esquina a las 6:19 am el bus, te montas y lánguidamente te echas a dormir. Así una y otra vez, tan repetitivo y sin tomar conciencia del caso que ni te has dado cuenta que ya te están esperando para que recojas tu cartel de bachiller.

La anterior rutina, creaba en mi un sentimiento inexplicable pero que me hacía no encontrarle un sentido a mis días. Hoy me atrevo a decir, que extraño aquellos días.

Ese ritmo de vida implicaba acostumbrarme a ciertas cosas, cosas que con el tiempo iban adquiriendo un significado en mi vida, que solo el tiempo y las circunstancias te hacen ver con una fina mirada retrospectiva que aquel tiempo se esfumo en un abrir y cerrar de ojos y que más nunca regresa. Es apenas lógico, el tiempo es lo único que no se recupera en el mundo, siempre lo has sabido, solo que circunstancias de fuerza mayor son las que tienen que llegar a tu vida para darte cuenta de ello, es como si necesitaras, que en una autopista solitaria donde solo tu llevas el timón de la situación, donde solo tu tienes el control y puedes hacer lo que quieras con el auto, llegara de repente un camión a toda velocidad y te mandara a cuidados intensivos. Te creías invencible, que todo lo podrías lograr con tu súper carro y no había quien te detuviera, pero no, hay cosas que surgen de la nada y llegan para significarlo todo.

Eso fue lo que le sucedió a la población de Egolandia a mediados de marzo en el año 4020. Una peste de egoísmo azoto al mundo entero. Esta sociedad era sumamente civilizada, tenían una forma de gobierno autóctona que funcionaba perfecto aunque había ricos y personas no tan bien favorecidas, pero nadie en estado de miseria. Estaban tan avanzados hasta tal punto que le habían encontrado cura desde cualquier simple gripa hasta a todas las enfermedades mortales. El sistema de salud era impecable, todas las personas eran trabajadoras, aunque no existían empresas, cada quien trabajaba de forma independiente. En esta sociedad todos eran felices o al menos eso aparentaban.

Este país se dividía en tres ciudades: Individulito, Indepenta y Antisolidario. En el instante en que llego la peste y apenas se veían unos cuantos infectados, las autoridades gubernamentales actuaron de manera rápida y eficaz, consiguiendo en menos de 24 horas la cura para el egoísmo. Lo que dificulto el llevarle la cura a los habitantes de la región fue que cuando los médicos de la capital que era Antisolidario les llego la cura por parte de los médicos del presidente, no quisieron compartirla con las demás ciudades, argumentando que primero tenían que curar a sus habitantes. Después de unas semanas la peste se propago por todo el país, inclusive hasta en la capital debido a que muchos ciudadanos de Individulito e Indepenta abandonaron a sus familias emprendiendo viaje a la capital en busca de salvaguardarse de la peste.

Las autoridades actuaron de inmediato y declararon estado de emergencia sanitaria, teniendo a todos los ciudadanos en cuarentena permanente obligatoria hasta nuevo aviso. Esta peste no afecto a la economía, ni tuvo gran repercusión puesto a que con la tecnología que tenían, todo lo podían realizar virtualmente, los negocios, el acceso a la comida, la educación, absolutamente todo.

Sin embargo, esta población que era inmune ante cualquier adversidad, la peste del egoísmo hizo que no quedara rastro de ningún ciudadano egolandense hasta el día de hoy. Ciertas cosas empezaron a cambiar, los ricos ya no podían disfrutar de sus lujosos yates, tampoco de la grata compañía de sus familiares porque decidieron emprender un nuevo camino en busca de la cura. Continuaban todos con ingresos económicos pero no tenían en que gastarlos, algunos en su soledad y su obsesión consigo mismo optaron por suicidarse, finalmente la pelea entre las tres ciudades por la cura persistió hasta que progresivamente se fueron esfumando poco a poco los ciudadanos, enterrados todos con sus riquezas como lo pidieron en sus testamentos.

La pequeña historia de Egolandia retrata como el ser humano puede tenerlo todo pero aun así de alguna u otra manera siempre va a necesitar de alguien. Vivimos en comunidad y eso es inmutable. El COVID-19 es un desafío para que la humanidad trabaje en sociedad y no crean que somos invencibles. El egoísmo en el que vivimos en nuestra cotidianidad hay que dejarlo a un lado y tener en cuenta que la vida hay que aprovecharla al máximo.

A veces suceden acontecimientos que cambian completamente tus planes y tienes que adaptarte a ello, la situación actual no es fácil pero si actuamos desde la conciencia social podremos salir adelante. Se que tenias planes de arrasar con ese icfes el 15 de marzo, se también que ya te imaginabas con tu atuendo predilecto junto a todos tus amigos el día de la fiesta de grado.

Es triste y lo deja a uno perplejo la incertidumbre que rodea cada uno de nuestros hogares, el qué sucederá con ese trabajador que su jefe esta pensando en despedirlo por la situación económica, en que pasará con los miles de abuelos que están en UCI luchando por su vida, en todas las promociones 2020 que no han podido dormir bien sabiendo que tal vez no se podrán volver a ver en el colegio.

Además de este futuro incierto, creo que esta situación esta sacando lo mejor de las personas unos han aprendido a cocinar, otros han tocado un nuevo instrumento, otros han incurrido en la aventura de la lectura, pero, ¿Por qué esperamos a que llegue ese camión y nos derribe para poder sentar cabeza firme? ¿Para después estar lamentándonos por lo que no hicimos?

Hay cosas en la vida que no están escritas, y  es nuestro deber encarrilar el camino para que se lleven a cabo. Los pequeños detalles de la vida aunque no lo creamos y nos quejemos, se encuentran en la monotonía que tanto repudiamos. La vida muchas veces esta en la reminiscencia de tu profesor regañándote por haberte dormido en clase, hoy, tienes todo el día para dormir pero prefieres estar en el colegio compartiendo con tus amigos, prefieres que el profesor te regañe de la misma forma, con la misma tonalidad, con las mismas palabras pero sobre todo con el mismo cariño. Cariño que va creciendo en cada uno de nosotros a medida que pasa el tiempo efímero del último año de colegio. Ahora mismo, se que extrañas que tus amigos te hagan hasta incluso esas bromas pesadas, o que pierdas ese examen, porque sabes que en el fondo, el colegio crea memorias, de las que aprendes, ríes, lloras, te incomodan, pero especialmente las atesoras por siempre.

Se que ahora mismo muchos se llenan de ira, angustia y dicen sentirse aislados, pero yo no lo llamaría un aislamiento sino una oportunidad para unificarse. ¿Aislamiento?, creo que nunca había compartido tanto en familia, ni que todo el mundo por su propia cuenta decidiera quedarse en casa. Todas las mañanas me levanto al balcón para coger aire fresco y veo cosas nunca antes vistas. Solamente se escucha el sonido de las olas de forma tan rítmica y sincrónica porque no existe sonido externo que altere esa sinfonía, escucho a los pájaros que nunca antes había escuchado con tanta precisión, y aunque pueda apreciar esos regalos de la naturaleza, de alguna manera también extraño las busetas pitando y el del tinto hablando con el minutero.

Son muchos los sentimientos encontrados a raíz de esta situación y espero esto nos sirva de aprendizaje para disfrutar de cada instante con nuestros allegados y que los pequeños detalles se conviertan en pilares para alcanzar el goce y que no sea la adversidad la que tenga que pautar el cambio en nuestra actitud sino que sea desde tu propia conciencia, porque tal vez no ocurra otra situación como esta para que sientas cabeza y simplemente el tiempo se vaya esfumando de repente y te estés lamentando por no haber vivido cada segundo al máximo.

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Fotografía Lidia Corcione

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Querido COVID-19

CARLOS MATEO SALAZAR - 18 años

No puedo creer que hoy, 25 de marzo tengas secuestrado a todos los colombianos, has infundido el miedo en todo el país, pasaste de ser una broma a la razón por la cual las plazas y las calles se encuentran vacías. Hiciste de nuestro año de senior una pesadilla, quién diría que aquel 13 de Agosto de 2019 iba a ser un comienzo tan feliz, pero con un final muy triste. No nos diste oportunidad de reírnos por última vez con nuestros compañeros, nos quitaste la oportunidad de hablar frente a todos en la asamblea final de seniors, nos quitaste las última charlas con Aroldo y Lidia que nos dejan reflexionando todo el día, nos quitaste la última recocha en los descansos y almuerzos, los últimos CBC Games, el anhelado viaje de seniors que llevo esperando desde décimo, nos quitaste la oportunidad de decirle a nuestros compañeros lo mucho que los queremos y cuánto los vamos a extrañar, nos quitaste esa prueba ICFES que estábamos tan emocionados de presentar y veníamos preparando desde hace dos años atrás, nos quitaste esa noche de grado donde nos olvidamos de todos los problemas y somos felices, esa ceremonia de graduación donde los birretes vuelan al cielo representando nuestras alas listas para volar al mundo. No tengo ningún remordimiento contra ti, siento un remordimiento por mí, por no haber reído más alto la última vez, por no haber bailado más la última fiesta, por no detenerme a apreciar lo valioso que es el colegio para cada uno de nosotros y lo poco que lo valoramos. Estar encerrado en estas 4 paredes me ha llevado a darme cuenta lo poco que valoramos la vida cotidiana, la vida se nos pasa muy rápido y ni siquiera la valoramos, ahora estamos todos acá deseando salir a la calle por una última vez. Te dedico esta carta a ti porque le quitaste el protagonismo a todo el mundo, le quitaste el protagonismo a los profesores que recibirían nuestras cartas de agradecimiento, le quitaste el protagonismo a ese abrazo de mamá y papá al finalizar la asamblea de seniors, le quitaste protagonismo a todos los que íbamos a realizar la pasarela en el grado. Nuestras preocupaciones pasaron de elegir de qué color iba a ser el corbatín para el traje a estar encerrados en casa con el miedo de salir y contraer la enfermedad que sin permiso traspasó países, ciudades y casas. Lo importante en este momento es seguir con la cabeza arriba y tener el orgullo de ser una de las mejores promociones que ha pasado por el Colegio Británico de Cartagena. Para bien o para mal, marcamos la historia del colegio, dejamos una huella que recordarán todas las promociones siguientes, y eso es algo que ni tú, ni nadie nos lo va a poder quitar. Ahora mismo lo mejor que te puedo decir es que Colombia es diferente a todos los países, prepárate porque si piensas que lo ibas a tener fácil al llegar acá te equivocas totalmente, tú no sabes de lo que es capaz el pueblo colombiano, nos uniremos todos y te expulsaremos para siempre de nuestro país, se vienen unos días difíciles, pero si nos unimos todos seremos capaces de derrotar a esta grana amenaza.

 

Sinceramente,

 

Carlos Mateo Salazar Morales

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