Hace muchos años leí en algún artículo de una revista literaria algo sobre esa famosa anécdota de la historia de la literatura donde la gran Virginia Woolf menospreció la novela “Ulises” del gran James Joyce. Conocía esa historia antes de leerlos a los dos. Por eso siempre tenía esa tarea pendiente. Años después, leí primero a Woolf, y quedé fascinado por su prosa, por su exploración en la narración y por el uso magistral del monólogo interior. Primero leí “Las olas” que fue todo un reto en ese momento, por su complejidad y experimentación narrativa. Recuerdo que lo había buscado porque recientemente había visto una película del mismo nombre, pero era una adaptación de otra novela, esa de Michael Cunningham (que es muy buena también). A mis 13 o 14 años pensaba que la película se basaba en el libro “Las olas” de Woolf; estaba totalmente equivocado. Al poco tiempo, ya más informado, y después de leer la novela de Cunningham, llegué a “La señora Dalloway” que es en realidad la obra que está presente en la película y, una de las más grandes de la escritora, donde continúa desarrollando el estilo del monólogo interior del que fue pionera junto a James Joyce.
Con Joyce, mi relación fue más tardía. Como casi siempre, mi relación con la literatura está muy influenciada por el cine. Recuerdo haber visto la película “Los muertos” de John Ford, y haber quedado fascinado por esa atmosfera, por esa belleza y por la enorme melancolía de los personajes. Para mi sorpresa, vi que se basaba en un cuento de Joyce. Hasta ese momento lo que había escuchado de Joyce eran cosas terribles. Siempre centradas en su novela “Ulises” que al parecer era esa novela que nadie había podido terminar de leer, oía que era una obra sosa y pretenciosa (que esas personas nunca la leyeron completa), o la novela que muchos decían haber leído sin haberlo hecho en realidad. Para ese momento ya había leído los comentarios de Woolf sobre Joyce y su novela. Todo estaba en contra para iniciar una relación con el escritor irlandés.
Reconozco que me dejé intimidar durante varios años. Pero al ver esa belleza de película, busqué el cuento “Los muertos” y buscándolo, me encontré con otros de sus cuentos. El relato, para mi sorpresa, es incluso más bello que la película y no vi nada complicado en su lectura. Pensé entonces en prestarle más atención a Joyce. Pero pasarían muchos años, en realidad hasta hace tan solo un año me decidí a leer el “Ulises”. Primero había comprado una buena edición, y la tenía guardada para cuando llegase el momento. El momento llegó en enero del 2019, cuando en la dinámica de las lecturas colectivas por Internet, salió la propuesta de leer “Ulises”. Un capítulo por semana (con algunas excepciones para capítulos más largos que otros), que de igual forma yo iba desglosando día tras día. La lectura no fue fácil desde el inicio, pero ya había leído a Woolf y a Melville, por lo que la narración no me parecía tan ajena o compleja. Había que prestar atención, buscar las referencias y dejarse llevar y atrapar por la prosa, porque en el “Ulises” Joyce eleva a un nivel más alto el uso del monólogo interior. Aquí he llegado al punto que me interesaba. Sabemos que Virginia Woolf también fue pionera en el uso de ese recurso. Y si comparamos la publicación de las dos obras cumbres de ambos escritores: “Ulises” (1922) - “La señora Dalloway” (1925) y si tenemos en cuenta que Woolf leyó el manuscrito de la obra de Joyce y la rechazó, podemos tener una mejor idea de lo que pudo estar detrás de la reacción de la escritora británica. No solo fue una referencia, Woolf se encargó de hablar mal de la novela de Joyce en varios espacios y hasta le dedica algunos apartes en su propio diario.
Joyce vs Woolf: Los maestros del monólogo interior
Cuenta la leyenda que Woolf abandonó “Ulises” en la página 200 (y creo que alcanzó a leer bastante). Al parecer su amigo, el escritor T.S Elliot, fue quien se lo recomendó con efusivo entusiasmo. Woolf abandonó su lectura de “En busca del tiempo perdido” de Proust para adentrarse en las páginas de la obra de Joyce. En sus diarios salen algunas de sus reacciones de la novela:
“¡Qué cansino es Joyce! Con lo que estaba disfrutando a Proust y tuve que dejarlo a un lado para esto. Sospecho que Joyce es uno de esos genios perdidos, a los que uno no puede olvidar, ni silenciar sus gemidos, sino que tiene que ayudar a encontrarles la salida, con gran coste personal”. “Ulises es la obra de un escritor autodidacta, egoísta, insistente, teatral, y en última instancia, nauseabundo. Si puedes cocinar la carne, ¿por qué comerla cruda?”.
Puedo entender especialmente esa última frase de Woolf, sobre cocinar la carne. Pero creo que Joyce sí había cocinado su carne; en realidad hizo un trabajo monumental donde cada detalle y referencia están muy bien planificados. Quizás hasta esté excesivamente cocinada. Pero muchos estudiosos se han atrevido a ahondar en los comentarios de Woolf sobre “Ulises” y han concluido que fueron una reacción a la fuerte competencia que sentía la escritora frente a ese escritor que se acercaba tanto a su estilo y con quien se enfrentaba en la llamada “batalla modernista”. Al final creo que los dos ganaron y nosotros, los lectores, también. Ambos son considerados dos grandes del modernismo y los pioneros en el uso del monólogo interior, pero de un monólogo mucho más profundo, que aborda capas, y que se llama también el “flujo de la consciencia”, porque tratan de emular o retratar el mismo pensamiento humano que por naturaleza es caótico y disperso. Woolf parece reforzar un poco esta teoría, al mencionar también en sus diarios que con su propia obra intentó “hacer algo mejor de lo que hizo el señor Joyce”, por lo que su gran novela se considera una respuesta a la gran novela de Joyce.
Almas gemelas
A pesar de sus diferencias, aunque las literarias no eran tantas, me sorprende un dato interesante de ambos escritores: los dos nacieron y murieron en el mismo año (Woolf nació el 25 de enero de 1882, y Joyce el 2 de febrero de 1882; ella murió el 28 de marzo de 1941, y Joyce el 13 de enero de 1941). Ninguno de los dos llegó a los 60 años. Pero en 1982 se celebraron sus respectivos centenarios a la vez. Es igual al caso, sobre el que ya había escrito en un artículo anterior en este mismo espacio, entre otros dos grandes contemporáneos (Dostoievski Vs Tolstoi): Woolf y Joyce tampoco se conocieron personalmente.
Además de utilizar el mismo recurso del monólogo interior, las dos obras maestras de los escritores, tanto Ulises como La Señora Dalloway, trascurren en un solo día. En ambas obras la geografía local cumple un papel preponderante y celebran a sus respectivas ciudades de origen (Dublín y Londres). Curiosamente dos países hermanos que cuentan con sus respectivas historias de similitudes y antagonismos (Irlanda e Inglaterra).
Hay otra versión que dice que Woolf sí apreció la obra de Joyce, pero que no pudo publicarla en su imprenta debido al lenguaje y a los pasajes demasiado eróticos de Joyce, entre otros temas. Pero lo que escribió en su diario es incontrovertible.
Continuando con el análisis de las dos novelas, aunque se utilicen similares recursos y tengan tantas coincidencias, ambas tienen una característica especial del respectivo género de sus autores. Ulises es una novela muy masculina, aunque reserve un maravilloso capítulo final enteramente para la mujer y su perspectiva. Y La señora Dalloway es una obra muy femenina, que evitaba recorrer algunos recovecos transitados por Joyce, considerados polémicos y causantes de censura.
La “Buena” literatura
El escritor Anthony Burgess en uno de sus escritos sobre literatura, aborda el tema de ambos escritores así:
“Virginia Woolf era resueltamente opuesta a las limitaciones de la narrativa tradicional. Lo mismo le pasaba a Joyce, pero ella no fue capaz de verlo. Joyce consideraba la trama narrativa como vulgarmente periodística, interesada por el sensacionalismo de la acción y el clímax, y la vida real no era así. Virginia Woolf estaba de acuerdo, pero creía que había llegado a esa conclusión por sí misma: Mrs. DalIoway, lo mismo que Ulises, cuenta buena parte de su historia mediante el monólogo interior, pero, a diferencia de Ulises, evita esas traicioneras áreas de la mente donde el ello freudiano emite sus mensajes cloacales o lúbricos. Ulises tiene toda la honestidad de una creación masculina que reconoce la importancia de los aspectos más groseros de la vida del cuerpo. En Virginia Woolf, el espíritu vuela sobre el esperma y la orina. Esto constituía una limitación, impuesta menos por su sexo que por su buena crianza. Era demasiado señora como para permitirse recoger en sus obras los olores del callejón de la parte de atrás o las inmundicias de los albañales”.
Existen también opiniones que consideran que ambos escritores son difíciles de digerir. Demasiado “modernos”. Creo que los dos tienen obras más complejas que otras, ambos tienen también cuentos hermosos y ensayos emblemáticos como “La habitación propia” de Woolf, tan importante para el movimiento feminista, que en esa época aún no existía. Pero también ambos eran genios que tenían el pleno convencimiento de que la narración literaria podía ser algo más que la narrativa tradicional. En 1922, el mismo año que se publica “Ulises”, Virginia publica “El cuarto de Jacob”, que a la vez fue la primera gran novela de su propia editorial, una obra muy experimental también, llena de metáforas, símbolos y de monólogos interiores. Lo que no se puede negar es que ambos fueron grandes escritores y ambos revolucionaron como nadie la narrativa del Siglo XX.
En la lectura colectiva del “Ulises” de Joyce fui haciendo la lectura diaria durante varios meses y escribí un diario de lectura que publiqué en mi blog personal cuando lo terminé. Lo comparto aquí por si puedo ayudar a que los lectores temerosos se atrevan a adentrarse en esta estupenda novela. Y para que la paridad exista, prometo también, y espero que la propuesta nazca pronto, hacer un diario de lectura de La Señora Dalloway. Por lo pronto acá les dejo el de “Ulises”:
https://asbvirtualinfo.blogspot.com/2019/06/especial-ulises-james-joyce-2019-lectura-colectiva.html
Alejandro Salgado Baldovino / Coordinador del Club de Lectura de Ábaco