En las faldas de La Popa las novenas no tienen pesebres ni regalos, pero sí la participación entusiasta de niños y adultos durante 18 días.
Se llaman “Novenas por la paz” o “Navidades sin indiferencia”, como también suelen catalogarlas sus organizadores, pues se trata de que los niños y sus mayores acojan no sólo los mensajes bíblicos sino todos aquellos que tienen que ver con la recuperación de la paz en Colombia y con la conformación de una mejor Cartagena para todos.
Es esa la razón por la cual durante esos 18 días, desde las 4 de la tarde y hasta las 7 de la noche, los niños de barrios como Pablo VI Segundo (I y II), República del Caribe, La Paz, Palestina, 13 de Mayo, Santa Rita, Paraíso (I y II), La Heroica y Veinte de Julio crean pancartas con mensajes escritos sobre octágonos que imitan a las señales de tránsito vehicular.
Frases como “No más Navidad sin ti”, “Tenemos miedo a ser violados”, “No más secuestros, violencia, ni silencios”, “No queremos navidades con personas secuestradas”, “Queremos una Navidad feliz para todos y todas”, “Todas y todos rechazamos las Navidades tristes” o “Prendamos la luz de la alegría y la felicidad”, son el resultado de tareas que los orientadores les recomiendan a los niños para que al día siguiente expresen, de alguna forma, lo que entienden por solidaridad.
Detrás de esta iniciativa, que ya cumplió siete años de funcionamiento, están la “Asociación Santa Rita para la Educación y Promoción (Funsarep)”, la “Red de Organizaciones Barriales (Redecom)”, la “Casa-Taller Oscar Hurtado” y el “Proyecto Transversal Norte”, que no sólo organizan las novenas en las faldas de La Popa, sino que también eligen los fines de semana para viajar a corregimientos de Cartagena como Pontezuela, Arroyo de Piedra, Puntacanoa y La Boquilla en pos de la recreación de los niños y la edificación de los adultos.
Dos de las guías son Josefa Morelos Díaz y Rosiris Morillo, quienes, a la vez, son integrantes del área cristiana de Funsarep y de las comunidades eclesiales de base que trabajan en las faldas de La Popa y de donde han salido las educadores bíblicas que vienen alineando las charlas desde el pasado 7 de diciembre hasta mañana 24. La educación popular que propone el docente brasilero Paulo Freire es otro de sus estandartes.
Las educadoras bíblicas, junto con las mujeres que organizan los encuentros, tienen cuatro piedras angulares sobre las cuales desarrollan su trabajo: la integración de los niños que habitan las faldas de La Popa, la adaptación de los pasajes bíblicos a la vida cotidiana, la no implementación de regalos navideños y el manejo del lenguaje incluyente en cada conversatorio.
El primer aspecto (la integración) tuvo su punto máximo el viernes 7 de diciembre cuando un grueso número de niños de esos sectores realizó un plantón en los alrededores de las instalaciones de Funsarep para pedir por la paz de Colombia y por el bienestar de Cartagena.
Desde ese momento, todos los días, desde las 4 de la tarde, las educadoras bíblicas escogen la vivienda de cualquiera de las zonas, allí reúnen a un grupo de niños, luego marchan a los otros barrios y van recogiendo a los infantes que encuentren reunidos en las viviendas previamente acordadas.
En los días subsiguientes se pone en práctica la misma estrategia, hasta que todos los niños llegan a relacionarse, por lo menos en el contacto físico con sus semejantes.
En estas novenas no existen los pesebres, como una forma de responder al segundo aspecto en lo tocante a aterrizar los pasajes bíblicos en la vida común y corriente de los pequeños espectadores. Por eso, el sentido de las reuniones no se centra en la espera del Mesías Jesús el Cristo, sino en su presencia cierta entre los seres humanos.
“Jesús ya está aquí”, dicen las instructoras mientras cuentan pasajes bíblicos como los del profeta Daniel cuando era niño y se relacionaba sabiamente con sus padres y demás familiares mayores, en una época en que los menores debían mantenerse callados, únicamente escuchando órdenes y con pocas posibilidades de opinar.
La estrategia —que también es dirigida a los adultos— apunta a que los niños aprendan a expresar sus opiniones ante sus progenitores, pero con altura y respeto, lo que implicaría la aceptación de compromisos y deberes que finalmente redunden en el derecho a la libre expresión.
Pasajes preñados de humildad como la visita de María, la madre de Jesús, a la casa de su prima Isabel también son narrados con la intención de que se entienda que entre más encumbrado está el ser humano, más sencillo y accesible debe ser su espíritu y su ánimo compasivo respecto al prójimo.
En estas novenas de paz brillan por su ausencia las jornadas de entrega de juguetes que se acostumbran en otras partes, dado que es esa una responsabilidad que dejan en manos de los padres de familia. Precisamente, una vez terminan las reuniones con los niños, empieza, desde las 7 de la noche, la expedición con los adultos con quienes se está planeando la gran cena de mañana, como una forma de reemplazar una jornada de donación de juguetes que resultaría nefasta para las competencias hogareñas.
Mañana, cada conjunto familiar involucrado en el proyecto invadirá su terraza con mesas y sillas para servir la cena de la felicidad en la cual participan todos, ya sea degustando los manjares, preparándolos o sirviéndolos.
Desde su inicio, cada congregación está marcada por el lenguaje incluyente. El simple saludo (“¿ cómo están todas y todos?”) hace que niñas y niños, señores y señoras sientan que cada frase, cada dictamen, cada planeación tiene que ver con cada uno de ellos. El resultado es la energía incontenible con la cual han venido participando durante todos estos 18 días.
En cuanto son las 4 de la tarde, cualquier terraza o callejón es ocupado por sillas plásticas de colores en donde los niños se sientan portando sus respectivas pancartas y algún elemento perteneciente a la tarea que se les asignó el día anterior.
“¿Quién trajo un elemento referente a la paz?”, preguntan las consejeras. Y cualquiera, entre el pequeño pero inmenso público, alza las manos mostrando entre ellas a una paloma blanca. Todos aplauden. La orientadora reafirma el valor del color blanco como uno de los tantos que podrían recordar el sentido de la paz, “pero una paloma negra también nos sirve, porque la paz tiene diversidad de colores. Nosotros los negros también podemos generar paz”.
Y la trascendencia de esa paz que las organizadoras de las novenas vienen sembrando ha dado sus frutos, de acuerdo con el testimonio de los niños cuando relatan, por ejemplo, que sus padres ya no los castigan con violencia. Ya las correas, las bofetadas y los insultos están pasando a un segundo plano para darle paso a la conversación multilateral.
La charla continúa con algunas lecciones de cultura ciudadana, combinadas con pasajes y cantos extraídos del cuadernillo “La novena de la paz”, que editó Funsarep como espina vertebral del desarrollo de estas jornadas navideñas.
Muchos de los jóvenes que fungen como auxiliares de las educadoras, fueron los niños que iniciaron las primeras novenas hace siete años. El proyecto —que ya no lo es tanto— espera que los pequeños que hoy escuchan las prédicas, las dirijan en el futuro y hasta terminen convirtiéndose en los líderes urbanos y espirituales que necesita la ciudad.