La corona que lucen las beldades del populacho

Noris, la única de Manga


El 9 de noviembre de 1958 pasaron dos cosas en la vida de Noris Elena Pardo Baena: estaba cumpliendo 18 años de nacida y le tocó acompañar en carroza a la candidata ganadora del “Reinado de la Belleza Popular”, en medio de las fiestas del 11 de Noviembre.
Hoy, 50 años después, cumple 68 de haber nacido en el tradicional barrio Manga, pero dice que gran parte de su infancia y adolescencia la pasó en el municipio de Arjona, en donde su padre, Felipe Pardo, tenía negocios y varias fincas en donde ella correteó, mientras estudiaba la primaria y soñaba con regresarse a Cartagena a estudiar el bachillerato comercial, de donde salían las secretarías que en ese tiempo abundaban en el ámbito laboral de la Ciudad Heroica.
Tenía 15 años cuando salió de Arjona a residenciarse en la Segunda Colonia, un sector del barrio Manga, en donde vivió desde entonces con su madre, Elena Baena, y sus hermanas, mientras estudiaba el secretariado, carrera que ejerció poco, puesto que después de casada se trasladó a la ciudad de Bucaramanga, en donde vive desde hace más de 40 años.
De acuerdo con sus palabras y algunos recortes de periódico de aquella época, el rostro de Noris Pardo, a los 17 años, era tan hermoso que el inspector de la Policía de Manga decidió que  sería ella la reina del barrio y candidata a la corona del “Reinado Popular de la Belleza”, en las fiestas novembrinas de ese año. El permiso de su progenitora y el de sus hermanas no se hizo esperar.
Al día siguiente, en compañía de Rosalina (q.e.p.d.), su hermana mayor, y quien sería su representante y guardaespaldas durante todo el reinado, se presentó a la Alcaldía Municipal de Cartagena, en donde la recibieron Víctor Manuel Covo y Roberto de la Espriella, los encargados de la inscripción de las aspirantes.
A los pocos días, el Gobierno Municipal emitió una partida de $500 para cada participante, presupuesto que debía destinarse en la adquisición de tres vestidos (con sus respectivos zapatos): el de la coronación, el del paseo en coche y el de los cocteles, inversiones que no impidieron que cada reina guardara algunas monedas para los gastos familiares.
Dice Noris que, a partir de ese momento, las postulantes debían asumir el compromiso de organizar bailes cada ocho días en sus propias viviendas, que desde la fecha pasaban a llamarse “palacios reales”, pues no existían las casetas ni los clubes que surgieron en las fiestas novembrinas de los años posteriores.
“En el primer baile que organicé —cuenta Noris—, tomé algo de lo que me quedó del presupuesto de la Alcaldía e invertí en decoración y en el alquiler del picó que amenizó la fiesta. Pero cada muchacho que llegaba tenía que pagar una cuota, si quería bailar y tomarse sus tragos. El dinero que se recogía servía para adornar la casa y para alquilar el picó del próximo baile.
“Recuerdo que una vez, cuando estaba la casa llena de gente, se nos coló un borracho y comenzó a buscar parejas para bailar, pero cuando le recordaban que tenía que pagar, decía, ‘ahora pago’. Y así se pasó buena parte del baile, hasta que uno de los hombres que estaban con nosotras lo agarró por la camisa y le dijo en tono severo: ‘¿vas a pagar o no?’. El tipo pagó, pero a los pocos minutos se puso a insultar a la gente con palabras vulgares y varios hombres le cayeron a puños. Alguien  llamó a la Policía y se acabó el festejo”.
Uno días después de esa primera fiesta, Noris Pardo y su comitiva debieron organizar con urgencia la que sería la coronación de la reina del barrio  Manga, no sólo por el protocolo que exigía el concurso sino porque en la calle Campo Alegre, casi a los pies de los manglares, apareció otra adolescente autoproclamándose como primera soberana, por lo cual los partidarios de Noris comenzaron a diseñar avisos y pancartas que fijaban en las diferentes calles del barrio y en el sector amurallado. Los avisos advertían categóricamente: “Noris Única de Manga”.
Por esa misma causa se apresuraron a llevar a la candidata a los estudios de Radio Miramar, que en ese entonces funcionaba en el barrio Pie de la Popa, “pero también hicimos contacto con un periodista apellido Baena, quien trabajaba en el Diario de la Costa y era el encargado de publicar todo lo relacionado con el Reinado Popular. Le llevé una foto, animada porque, según me decían en la casa, era mi pariente materno, pero publicó otra con una nota pequeña y sin ninguno de los datos que le di cuando me entrevistó. Después nos enteramos de que estaba parcializado con una candidata diferente, quien finalmente fue la ganadora”.
Por un acuerdo con la Alcaldía, la adolescente de la calle Campo Alegre fue designada reina, pero sólo de esa calle, de manera que el reinado de Noris no sufrió más tropiezos y  siguió organizando fiestas en su Palacio Real, disfrutó del paseo en coche que la Alcaldía organizó por las calles del Centro Histórico, para que los cartageneros vieran de cerca a sus candidatas; y fue una de las más elegantes en la ceremonia de coronación de la reina popular, que tuvo lugar en los salones del Hotel Caribe.
“También recuerdo que ese año no hubo Reinado Nacional de la Belleza y por poco no se celebran las fiestas novembrinas, por el fallecimiento del Papa Pío XII, pero después no sé que tipo de componenda se logró, que sí se organizaron las fiestas y el Reinado Popular”, anota Noris y agrega que los reinados de esa época eran menos complejos que los actuales, “porque no teníamos que usar vestidos de baño, ni hacernos cirugías, ni estar en tantas actividades, como hacen las candidatas de ahora”.
El 7 de noviembre, una orquesta, cuyo rótulo Noris no recuerda, amenizó la ceremonia de coronación de la representante del barrio El Bosque, nombre que “Noris Única de Manga” tampoco recuerda, aunque sí tiene claro que, culminado el evento, los organizadores dieron campo para que todas las muchachas acompañaran a la ganadora a recorrer los calles de la ciudad colonial en una carroza más o menos fastuosa, que el 9 de noviembre saldría de la Plaza de Bolívar y recorrería las calles de la ciudad antigua.
“Fui la única en acompañarla. Las demás candidatas se quedaron en sus Palacios Reales bailando con sus amigos y parientes. Esa vez el jurado no nombró segundo  ni tercer lugar; tampoco princesas; pero, por haber acompañado a la ganadora, los organizadores dijeron que me merecía el título de princesa.”
Ese 9 de noviembre de 1958 Noris cumplió 18 años. Aproximándose las 6 de la tarde, cuando la carroza había recorrido el casco colonial, un aguacero de los mil demonios se precipitó en momentos en que el vehículo se detenía en el Muelle de los Pegasos, en donde los organizadores y las comitivas esperaban a los dos beldades para brindarles un coctel y regalarles otra remesa de música en vivo hasta que el cuerpo aguantara.
Pero cuando Noris puso el pie derecho en tierra, lo único que vio fue gente corriendo hacia todas las direcciones, tratando de guarecerse en donde mejor pudiera, dada la ferocidad del aguacero que no avisó en qué hora se tiraría la fiesta. Entre quienes huían, también estaban los miembros de la comitiva de Noris, quien de un momento a otro se encontró sola, en medio de los baldados de agua helada que caían del cielo y sorteando como mejor podía la incomodidad del vestido largo que esa vez se puso para deslumbrar a los jurados.
Sólo una patrulla de la Policía Nacional se detuvo en la avenida Blas de Lezo, atendiendo la solicitud de “Noris Única de Manga”,  quien agitaba desesperadamente el brazo derecho para que la salvaran del aluvión que le estaban mandando las nubes.
“Ron de la frontera” es una de las marcas patrocinadoras que Noris recuerda, porque sus afiches estaban fijados por todas partes, pero especialmente en la Plaza de Bolívar, desde donde arrancó el paseo en coche, en el que cada candidata lució como mejor pudo la inversión de los $500 municipales.
Hoy, 9 de noviembre de 2008, están pasando dos cosas en la vida de Noris Elena Pardo Baena: cumple 68 años de vida y acaba de leer este relato sobre los años maravillosos en que fue reina por unos cuantos días.
 


TAMBIEN TE PUEDE GUSTAR