El conocimiento, en cualquiera expresión, siempre lleva una transformación dada por quién lo transmite. Pero la confianza de recibirlo reside en cuán fiel o veraz sea.
El caso más extremo, al punto de vista de quién les escribe, es que el profesor crea que ninguno de sus aprendices es el candidato a transmitirlo a generaciones posteriores. Frases como 'El 10 es para mí', lo ratifica.
Parto de este básico ejemplo para manifestar la desazón que me produce la reelección como instrumento de consolidación o prolongación del poder en las democracias. Aquel bello gran legado heleno tristemente corroído por la ambición humana dado su gran fundamento, la libertad.
Entiendo, aunque podría decir que no, el motivo de la perpetuación de los gobernantes. El tiempo, enemigo de las grandes obras, siempre va en contra de los cuatrienios, quinquenios o décadas (?) establecidas en las constituciones políticas de los países. Más aún, si el gobernante de turno es ampliamente favorecido por la mayoría de la población.
Destrozar instituciones, reformar cartas magnas, leyes o decretos, fomentar plebiscitos son herramientas propias de este mal.
Partiendo del 'ismo' básico, el populismo, como baza fundamental para loar su labor en pro de sus elegidos, los gobernantes toman su apellido y le anexionan el sufijo antes mencionado, para construir una bandera política. Y, aunque no desconozca los méritos de fulano o zutano, fulanismo o zutanismo mal ejercidos o llevados por un único ser humano se transforma en culto a la personalidad.
Esta bien, digamos que fulanismo o zutanismo no son malos como doctrinas políticas. De hecho, cualquier democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo puede desestimarla en cualquier momento si ya no funciona como otrora. Lo malo, es que se centre sólo en fulano o sólo en zutano. Fulano, salvador de la patria... Quizás, no alcanzaría una cantera completa para erigir una estatua de tal magnitud.
La arista del cubo, de nuevo a la vista de quién redacta, es que no se tiene confianza en un posible heredero, porque no ha comprendido la lección a cabalidad. Porque no es capaz de llevar la bandera. Quizás, por el miedo latente de transformar el fulanismo en menganismo...
Se quiera o no, la doctrinas políticas existirán por los siglos de los siglos (amén!), guste o no. Pero, el mérito de quién educa está en fomentar un legado que perdure, sin importar quién lo lleve, y que transforme la sociedad a la que sirve para su beneficio.
El reconocimiento, vendrá después en mano del pueblo al que sirvió... y de los escultores de estatuas.
Imagen del encabezado: Memento Park por Simon Lee https://flic.kr/p/r3nMUM