Por: Alejandro Salgado Baldovino
Hace unas semanas terminé por fin esta estupenda biografía novelada que cuenta la vida, las aventuras, la obra, el legado, el impacto y la gran trascendencia de uno de los personajes más brillantes y multidisciplinares de la historia: Alexander Von Humboldt. Preferí leerla en forma pausada, mientras la intercalaba con otras lecturas, porque me gustaba detenerme en cada episodio e investigar más sobre la información que me daba la autora. Resultó siendo una buena dinámica y una lectura fascinante. Definitivamente terminé siendo un humboldtiano.
Conocía el nombre de Humboldt y parte de su trabajo como explorador, además porque sé de varios colegios o instituciones que llevan su nombre, pero ha sido fascinante descubrir mucho más sobre su vida y su influencia en tantas áreas del conocimiento. Andrea Wulf te sumerge con una prosa envolvente en ese recorrido, que nos lleva por su infancia, su familia, detalles de su formación y los problemas que tuvo para seguir o estudiar los temas que le interesaban desde el inicio; sus pasiones profesionales y amorosas por sus jóvenes acompañantes de expedición y su increíble conexión con la naturaleza, que siempre fue su materia de estudio, así como la libertad que le proporcionaba estar en contacto con ella y aprender más de su estructura e historia.
Creo que el personaje de Humboldt es fascinante en sí mismo, pero quiero resaltar el trabajo de la autora al lograr acercarnos un poco más a él a través de la misma pasión y obsesión que profesa por el personaje. Más adelante compartiré apartes de una conversación que tuve la oportunidad de mantener con ella en marco del Hay Festival, donde habla de los detalles de su proceso en la escritura de este libro. Pero siguiendo la idea, Wulf logra condimentar el relato de aventura, de ciencia con mucha intimidad. Y traza de forma muy hábil las líneas que van desde la infancia y juventud y que serían determinantes en la personalidad y en la forma de actuar de Humboldt.
Son tantos temas, fragmentos y dibujos que contiene el libro que me llamaron tanto la atención que no podría mencionar todos en esta reseña, pero trataré de mencionar algunos. Es particularmente fascinante la relación de Humboldt con toda una serie de personajes famosos de distintas áreas de la cultura, la política, el arte y la ciencia que interactuaron con él y se vieron completamente influenciados por su trabajo y por su espíritu. Personajes con interesantes pasajes en el libro como: Simón Bolívar, Napoleón, Thomas Jefferson, Charles Darwin, Goethe, John Muir, Henry David Thoreau, Walt Whitman, entre otros.
También los episodios de sus expediciones, que a través del libro nos enteramos de que no fueron sencillas de lograr y que tuvo que pasar, esperar y aguantar mucho para lograr el permiso de los monarcas de la época para que financiaran sus viajes. Inclusive para poder financiar su primera aventura tuvo que vender todo lo que tenía. Los problemas al llegar a Sudamérica, pero al mismo tiempo el júbilo al escalar sus montañas y llegar al majestuoso Chimborazo, la odisea por las Andes, su asentamiento en París con la tensión tras los conflictos con Alemania, su travesía en su último gran viaje atravesando Rusia, patrocinado por el Zar y la triste obligación y responsabilidad de entretener al rey en Berlín con lecturas y con su presencia.
El libro se detiene y le dedica tiempo además, a describir lo que ocurría, a atisbar en la psicología y en los posibles pensamientos de Humboldt en cada una de las épocas de su vida, y sientes que mientras avanza la historia, en forma cronológica, estás viendo al personaje envejecer y madurar con la lectura. Sientes su espíritu salvaje de juventud y a la vez logras percibir al hombre ya con limitaciones en su vejez, pero con una lucidez que le permitió apoyar a los nuevos científicos y biólogos que lo veneraban. Tal es el caso de Charles Darwin, que desde pequeño se ve impactado por la figura de Humboldt y logra finalmente conocerlo en su vejez; además se vio inspirado por la última gran obra de Humboldt: Cosmos, que fue de vital revelación para la teoría del origen de las especies, además de otros estudios del alemán. Vemos cómo varias áreas y especialidades de las ciencias se pelearon posteriormente la influencia y potestad de Humboldt, pero él no perteneció a una en particular, él perteneció a todas y a cada una de ellas, incluso cuando aún no habían sido divididas por especialidades: tales como las ciencias naturales, o la ecología, entre otras. Fue una de las primeras voces en alertar desde hace muchos años la deforestación y la irrigación producida por los grandes centros industriales.
Sin duda, un visionario, un genio, que además hizo posible que la ciencia fuese accesible a la gente del común. Por eso no todos sus libros eran muy técnicos, porque era también un poeta, un eterno deslumbrado de la belleza del mundo, ansioso por compartirla. De casi todos sus libros sacó ediciones más pequeñas (de bolsillo se diría hoy) y más económicas para que más gente pudiese acceder a ellos. Así, que hasta el mundo editorial tuvo alguna influencia de Humboldt. Y me gusta también que el libro nos deja preguntas, como esa que queda al final, del momento en que se dividió el conocimiento en especialidades y no se enseñan todas las ciencias a los niños de pequeños, o que cada profesional se ve obligado a especializarse, perdiendo de perspectiva el todo. En fin, la multidisciplinariedad, de la que fue uno de los más grandes exponentes en la historia universal.
Un libro fascinante que no dejo de recomendar porque creo que todos debemos conocer más sobre Alexander von Humboldt, porque es inevitable sentirse inspirado, para permitir que la curiosidad y la pasión por la vida nos invada y nos haga persistir en nuestros propósitos. Además, está narrado de muy bella forma por una autora que también siguió sus pasos, viajó tras sus huellas y rescata su legado para las próximas generaciones. Entre otras cosas, reflexiona sobre el olvido en el que se le ha tenido en las últimas décadas, aludiendo a la mancha de Alemania en las guerras mundiales, que al final hizo que se marginara a muchos artistas y científicos alemanes del relato universal.
Ahora como prometí, comparto el texto que escribí después de una conversación con la autora:
Entrevista a Andrea Wulf
Luego tuve otra entrevista con la escritora e historiadora Andrea Wulf, autora del excelente libro "La Invención de la Naturaleza" sobre la vida de Alexander von Humboldt. A esa entrevista llegué corriendo porque se adelantó y estaba en pleno almuerzo (afortunadamente ya terminando), y logré llegar rápido al encuentro con Andrea. Ya ella había venido hace unos años a la presentación oficial del libro de Humboldt, pero regresó nuevamente este año para la presentación del libro con unas bellas ilustraciones de Lillian Melcher titulado “El increíble viaje de Alexander von Humboldt al corazón de la naturaleza”. Andrea es una persona muy lúcida, bella y apasionada por su obra y la historia. Me mostró el libro ilustrado, cargaba con una versión y me dijo que fue un trabajo conjunto en el que ambas decidían y ella aprobaba la ilustración final. El libro con las ilustraciones tiene la forma como de una historieta que hace aún más ágil y vistosa la narrativa de Wulf. Y eso que con su excelente prosa ya logra hacer muy ágil la lectura de su libro, las imágenes y escenas que describe, se hacen muy vívidas para el lector. Precisamente ese fue uno de los temas de los que hablamos, sobre el que contestó que para ella era importante que el libro fuese muy literario, poético y bello, pero que también la vida de Humboldt era tan maravillosa que tenía muchos elementos para hacerla entretenida. El libro de La Invención de la Naturaleza desde su lanzamiento ha recibido enormes elogios en el mundo y muchos premios, como el Science Book Prize que la Royal Society le otorgó como obra ganadora en el 2016. También me contó de su fijación por Humboldt, que en Alemania es mucho más conocido y recordando que en los otros países donde tuvo influencia y presencia, por lo que no fue un descubrimiento muy rebuscado sino que siempre había estado presente. La cautivó ese personaje que considera único en la historia universal y que influyó en tantas áreas de las ciencias y del saber.
Le pregunté sobre cuál fue la parte que más disfrutó al escribir del libro, y se quedó pensando un rato mientras dijo, “buena pregunta”. Finalmente decidió que era la parte de los Andes, porque la llevó a visitarlos. El proceso de escritura e investigación del libro fue también reconectarse con su espíritu de aventura y de exploradora. Subió el Chimborazo (no hasta su cima), pero en todos esos recorridos se sintió poseída por el espíritu de Humboldt y trató de imaginar lo que él pudo haber sentido. También hablamos de los episodios de Bolívar, de los distintos acompañantes de Humboldt en sus viajes y de su infancia. Al preguntarle sobre qué otro personaje le atraía para escribir una biografía como la del explorador alemán fue muy clara al decir que nunca iba a encontrar otro personaje tan fascinante como él. Y a la pregunta de si tenía aún otro proyecto con Humboldt, también fue clara al decir que no, que ya había terminado con él. Pero al final, en sus próximos proyectos sí mencionó un interés por contar algo sobre la filosofía en Alemania o un filósofo alemán. Ya llegada la hora se tuvo que ir y nos despedimos.
Algunos fragmentos de la biografía:
El distanciamiento preventivo según Humboldt
"Sin embargo, el 29 de julio de 1829, cinco días después de salir de Tobolsk, todo se detuvo de repente. Los lugareños les dijeron que había una epidemia de ántrax que estaba extendiéndose por la estepa de Baraba, la <Sibirische Pest>, la llamaban los alemanes. El ántrax suelen contraerlo los animales herbívoros, por ejemplo, vacas y cabras, cuando ingieren esporas increíblemente resistentes de la bacteria que causa la enfermedad. Después puede contagiarse a los humanos, y es una enfermedad mortal sin cura. Para llegar al macizo de Altai no había otro camino que atravesara la región afectada. Humboldt tomó su decisión rápidamente. Ántrax o no ántrax, iba a continuar. <A mi edad no debe aplazarse nada>. Hizo que todos los criados se sentaran dentro de los coches, en vez de fuera, y se aprovisionaran de comida y agua, reducir su contacto con las personas y los alimentos infectados. De todas formas, tendrían que seguir cambiando de caballos, y ahí conocerían el riesgo de que les dieran un coche contaminado". #quedateencasa
(La Invención de la Naturaleza, de Andrea Wulf)
A propósito del homenaje hoy de Google a las Islas Galápagos con su doodle hermoso. Recuerdo la parte de ese maravilloso libro de Andrea Wulf, "La invención de la naturaleza", dedicado a Humboldt, donde narra en un pasaje los viajes de Darwin, inspirados por su gran ídolo: Alexander von Humboldt, que valoró mucho su trabajo y le dio su aprobación. El episodio de las islas Galápagos:
"En Septiembre de 1835, casi cuatro años después de salir de Inglaterra, el Beagle zarpó por fin de Sudamérica para seguir circunnavegando el globo. Salieron de Lima hacia las islas Galápagos, a 970 kilómetros al oeste de la costa ecuatoriana. Eran unas islas extrañas y desérticas, en las que vivían aves y reptiles tan dóciles y poco acostumbrados a los humanos que era fácil capturarlos. Allí Darwin estudió las rocas y las formaciones geológicas, cogió pinzones y sinsontes y midió el tamaño de las tortugas gigantes que recorrían las islas. Pero no fue hasta que volvió a Inglaterra y examinó sus colecciones cuando comprendió claramente lo importante que iban a ser las islas Galápagos para su teoría de la evolución. Para Darwin, las islas marcaron un antes y un después, aunque no se dio cuenta en el momento".
"El universo, escribía Poe, era <el más sublime de los poemas>. También se sintió conmovido Walt Whitman, que llegó a componer un poema llamado <Cosmos> y proclamó que él era <un kosmo> en su famoso poema <Canto a mí mismo>.
El Cosmos de Humboldt inspiró a dos generaciones de científicos, artistas, escritores y poetas estadounidenses, y, sobre todo, fue responsable de la maduración de uno de los escritores sobre naturaleza más influyentes de Estados Unidos: Henry David Thoreau".
(La Invención de la Naturaleza, de Andrea Wulf)
Sobre su relación con sus acompañantes masculinos:
"Humboldt nunca explicó la naturaleza de esas amistades masculinas, pero es probable que fueran platónicas, porque reconocía: <No tengo necesidades sensuales>. Lo que hacía en su lugar era escapar a la naturaleza o sumergirse en una actividad agotadora. El cansancio físico le alegraba y la naturaleza calmaba <Los instintos salvajes de las pasiones>, declaraba".
"... se obsesionaba a menudo con sus amigos masculinos, a los que escribía cartas en las que confesaba su amor <eterno> y <ferviente>. <Estaba atado a ti como una cadena de hierro>".
"Las montañas hechizaban a Humboldt. No sólo las exigencias físicas y la perspectiva de nuevos conocimientos. Había también algo más trascendental. Cada vez que estaba en una cumbre o un cerro, se sentía tan conmovido por el paisaje que dejaba volar aún más su imaginación. Una imaginación, decía, que aliviaba las <profundas heridas> que a veces causaba la pura <razón>".
(En la semana o mes del orgullo, estos Fragmentos del excelente libro de Andrea Wulf:" La Invención de la Naturaleza", sobre la figura del gran Alexander von Humboldt. En donde se explora su latente homosexualidad censurada históricamente en todas sus biografías)
Sobre su formación y seguir sus pasiones:
Fascinado leyendo este estupendo libro sobre mi tocayo Alexander von Humboldt. La forma en que narra Wulf la vida de Humboldt es muy literaria y bella. A continuación, un fragmento de cuando Alexander, luego de estudiar y formarse para complacer a su madre en otras áreas para ser funcionario del estado, y mientras miraba con nostalgia el puerto de Londres atestado de embarcaciones que venían de distintas partes del mundo, encuentra una luz de esperanza en sus sueños, cuando entra a una academia de minería, para poder ser funcionario en el Ministerio de Minas de Prusia... pero fue la oportunidad para seguir sus propios intereses, fuera de las oficinas:
"Al cabo de ocho meses, Humboldt había completado un programa de estudios que a otros les costaba tres años. Todas las mañanas se levantaba antes del amanecer y se dirigía a una de las minas alrededor de Freiberg. Allí pasaba cinco horas en la profundidad de los pozos, investigando la construcción de las minas, los métodos de trabajo y las rocas. Ser menudo y ágil le era útil, porque le permitía moverse con facilidad por túneles estrechos y cuevas de techo bajo mientras perforaba y tallaba la roca para llevarse muestras a casa. Trabajaba con tanta ferocidad que a menudo no se daba cuenta del frío ni la humedad. A mediodía salía a rastras de la oscuridad, se sacudía el polvo y corría a la academia para asistir a los seminarios y clases sobre minerales y geología. Por la tarde, y muchas veces hasta altas horas de la noche, Humboldt permanecía sentado en su mesa, encorvado sobre sus libros, leyendo y estudiando a la luz de las velas. Durante su tiempo libre investigaba la influencia de la luz (o falta de luz) en las plantas y recogía miles de especímenes botánicos. Medía, anotaba y clasificaba. Era un hijo de la Ilustración".
(La Invención de la Naturaleza, de Andrea Wulf)
Sobre el ciclo de la naturaleza:
"Era la ausencia del hombre, anotó Humboldt, lo que permitía a los animales prosperar sin problemas, solo <limitados por ellos mismos>, por las presiones de unos sobre otros.
Este era un entramado de vida en una batalla sangrienta e implacable, una idea muy diferente a la visión habitual de la naturaleza como una máquina bien engrasada en la que cada animal y cada planta tenía un lugar asignado por Dios".
(La Invención de la Naturaleza, de Andrea Wulf)
Sobre la Libertad y la Naturaleza:
"La naturaleza era la maestra de Humboldt. Y la mayor lección que le había enseñado era la de la libertad. <La naturaleza es el terreno de la libertad>, decía, porque su equilibrio estaba basado en la diversidad, que también podía servir de modelo para la verdad política y moral. Todo, desde el musgo o el insecto más humilde hasta los elefantes o los robles gigantescos, tenían su función, y juntos formaban la totalidad. La humanidad no era más que una pequeña parte. La propia naturaleza era una república de la libertad".
(La Invención de la Naturaleza, de Andrea Wulf)