A Dios la existencia, el pasado, el presente y el futuro, a mis padres los cuidados de la infancia, la educación, los valores y el buen ejemplo, a mi bici la salud. Jamás pasó por mi mente el confinamiento, el pico y cédula, o que podría adquirir un letal virus sin saber cómo ni cuándo, situación compartida por millones de personas en el mundo entero; he dedicado algunos escritos a exhortar a mis semejantes sobre quedarnos en casa, sobre la prudencia, y al compromiso social de oposición ante las oscuras y poderosas manipulaciones de unos pocos corruptos que nos hunden para alcanzar sus deseos de ambición y poder.
Hoy puedo escribir con el pleno conocimiento que el mundo, la sociedad, el ser humano y la vida están sometidas a cambios inesperados, repentinos y radicales, que lo jamás pensado aparece y que lo normal se convirtió en algo extraordinario y lo extraordinario se volvió normal.
Jamás pensé subirme a una bicicleta, como millones de personas y de un día para otro terminar encerrado en mi casa, con prohibiciones radicales, con impotencia, con temor viendo crecer la cifra de contagiados, de muertos y todos los demás temas que se desprendieron, de la mal llamada cuarentena de más de cinco meses que hemos soportado.
Hoy me encuentro mucho más enamorado de mi esposa y si el Covid no me ha matado, sé que ella tampoco lo hará; nunca en la vida había permanecido tanto tiempo en casa, cinco meses es demasiado, los abrazos, el restaurante, las reuniones de trabajo presenciales, comprar ropa, pasaron a segundos, terceros, o últimos lugares. Llegar a las seis de la tarde y al amanecer con vida, ha sido un motivo para dar gracias al gran creador del universo, estar con vida un instante, un segundo, una hora o un día más, es una ganancia en estos momentos. No ha sido fácil sentir la partida de amigos, ver la ciudad sola, en crisis económica y los sueños de muchos desvanecidos, es muy triste, encontrar personas como garza en la laguna con la mirada perdida y sin esperanza ninguna no es nada alentador.
Entonces como regalo de Dios, en medio de la angustia y la pandemia, llegó mi bici, esas dos ruedas, pedales, timón y cambios, empezaron a ofrecerme la oportunidad de volver a sentirme libre, primero madrugando, dando cortas vueltas, el cuerpo se fue acostumbrando, las piernas endureciendo, como por arte de magia, cada día quería más tiempo, la barriga fue bajando, el madrugar ya no era un problema, todo empezó con el primer pedalazo, el estado de ánimo mejoró, igual pasó con la salud; nació un nuevo amor, alegría por cada kilometro recorrido, el sudor, el desgaste físico, las madrugadas se ven recompensadas con una mejora en la salud, hoy con diez kilos menos que al inicio de la pandemia, doy gracias a Dios y a mi bicicleta.
Con el paso de los días el número de ciclistas aumentan, tal vez en menor proporción que los positivos de covid, razón para dedicar este escrito a todos aquellos que han encontrado en la bicicleta, un mecanismo para sentirse libres, para hacer algo por la salud, y los invito a que lo sigan haciendo con responsabilidad, con los mecanismos de protección, casco, luces, transitando por la derecha, dando gracias a Dios por la vida y a la bicicleta por los beneficios para nuestra salud. A los amigos que nos contagiaron de esta práctica gracias, y con los que compartimos el placer de pedalear gracias, que Dios los proteja de todo mal y peligro, para que puedan disfrutar de lo agradable que es montar en bicicleta.