El día sin moto

El día sin moto


No sé si los días sin moto tengan algún efecto positivo o negativo en la movilidad de Cartagena o en la calidad del aire que respiramos. No sé si esta medida contribuye en algo a mejorar la seguridad de los ciudadanos. Tampoco podría decir qué tanto perjudica esta restricción a los que viven del mototaxismo o a aquellos que usan la moto para ir a su lugar de trabajo. Lo que sí puedo decir, sin lugar a dudas, es que son días apacibles. 

Son días en que disminuye la probabilidad de ser arrollado mientras uno camina por el andén. Son días en que los niveles de ruido, causado por centenares de bocinas impacientes, bajan de forma considerable. Son días en los que uno cruza la calle sin la zozobra de que algún loco se vuele el semáforo en rojo. Son días en que los pasos peatonales se usan para lo que fueron diseñados: para que caminen los peatones y no para que los motociclistas los usen como atajos o retornos.

Y no estoy diciendo con esto que los conductores de carros sean unas hermanitas de la caridad; no señor. Estoy convencido de que la única razón por la cual los motociclistas son los que más incurren en estas infracciones es porque las motos son los vehículos que más se prestan para este tipo de maniobras abusivas. Esto se demuestra, por ejemplo, en la Avenida del Bosque donde, a pesar de que hay señalizaciones pintadas en la vía para el tránsito preferente de peatones, casi ningún conductor tiene la delicadeza de ceder el paso o siquiera disminuir la velocidad por precaución. Parece que ninguno de esos conductores hubiera tenido nunca la necesidad de andar a pie en sus vidas. Y ni hablemos de los conductores de busetas, esos merecen una columna o más bien un libro aparte.

En fin, Cartagena está llena de atarbanes en las vías; ese es el asunto. Creemos que las normas son opcionales, que el espacio público es parqueadero, que las señales de Pare son para los bobos o que los ciclistas y transeúntes pertenecen a una categoría inferior. Pero como la cantidad de motos es mucho mayor que la de carros, es decir que la mayoría de los atarbanes no pueden circular en los días sin moto, es quizá por eso que siento que esos días son mejores.

Pero la realidad es que no son días mejores; son apenas una ilusión administrativa. Porque amarrarle las manos por un día a los agresores no soluciona nada. Es como buscar la fiebre en las sábanas. Ahora, una verdadera solución tendría que estar enfocada a atacar el problema desde la raíz, que no son las motos en sí, sino la imprudencia vial, la falta de civismo, el poco respeto por el espacio y por la vida. Y eso no se logra prohibiendo la circulación de motos una o dos veces al mes, sino con voluntad política, conciencia ciudadana y extensivas campañas de sensibilización. 

El 80 % de los muertos en accidentes de tránsito corresponde a motociclistas. La razón de esto es tan evidente, pero a la vez tan ignorada, que es increíble que tenga que señalarla: por su diseño, las motos no cuentan con armadura, cinturón de seguridad o airbags que puedan proteger al conductor en caso de accidente. Sin embargo, esto no es impedimento para que muchos motociclistas vayan por las calles a toda velocidad, con el casco resguardando el codo (a lo mejor son lanzadores de las Grande Ligas) o transitando en sentido contrario con el afán de poner a prueba la resistencia de los huesos propios y ajenos. Tal vez es que piensan que las estadísticas y las probabilidades de lesiones mortales son sólo una forma sofisticada de dar cantaleta.

En todo caso, no creo que el problema de los atarbanes en Cartagena tenga una solución de fondo en el corto plazo. No porque no se pueda, sino porque no hay destrezas ni educación ni liderazgo ni pantalones para ello. Por el momento, quizá resulte más cómodo aprovechar la calma chicha de los días sin moto para dormir por fin una siesta, o tal vez para quejarse por anticipado y sin tanta bulla del ajetreo y el desorden que quedó aplazado para el día de mañana.
 

@xnulex


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