Un tributo a las mamás que no vivimos la experiencia ideal con la lactancia


No tuve la lactancia que soñaba, aunque di lo mejor de mi hasta el último día. Con esta experiencia comprobé que no siempre querer es poder.

Quise lactar exclusivamente a mi bebé hasta los 6 meses y seguirla alimentando hasta el año, por lo menos. Pero la realidad fue muy diferente a lo que imaginaba.

A propósito de la Semana Mundial de la Lactancia Materna, quiero recordar esta experiencia que me hizo más fuerte...

Tuve un comienzo extremadamente traumático: en mi primera extracción vi brotar sangre y coágulos; mis pezones se destrozaron hasta sangrar muchas veces; sentía un dolor que me desgarraba por dentro aunque siguiera al pie de la letra las instrucciones de las asesoras de lactancia que consulté y los videos que vi en Youtube desde el embarazo; tuve inicio de mastitis con fiebre de 39, escalofríos horrorosos y endurecimiento de un seno. Aún así seguí lactando a pesar del dolor y de la cantidad de medicamentos que indudablemente cambiaban el sabor de mi leche… eso solo por contar algunas de las cosas que me pasaron.

Di lo mejor de mí siempre. Lactaba a libre demanda aunque desde los 2 meses de nacida mi bebé, me tocó volver al trabajo (afortunadamente desde casa). Hacía mil malabares para darle su tetica mientras con la otra mano tecleaba en el computador. Me esforzaba por extraerme dos o tres veces en el día para garantizar alimento extra 'por si acaso' estaba en una videoreunión o me tocaba salir. Fui en contra de la corriente cuando me decían que la lactancia no llena a los niños, que hay que suplementarlos con leche de fórmula para que duerman bien y que debía ponerle horarios para las tomas porque si no la iba a malacostumbrar y me iba a “secar”.

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Llegó la llamada 'crisis de lactancia' de los 3 meses y todo cambió. Yo digo que Abby nunca salió de esa crisis. Había noches en las que no paraba de llorar. Nada la contentaba, lloraba mientras tomaba su leche, la mayoría de veces se mostraba como si no la quisiera. No quería dormir, ni comer, ni nada. Solo llorar.

La desesperación se apoderaba de mí. No sentía ese instinto maternal que supuestamente te dice qué tiene el niño y eso me hacía sentir frustrada. No me sentía la “vaca lechera” que nos muestran en los medios que debes ser. Había oportunidades en que a duras penas lograba extraerme dos onzas y eso me enfermaba. Me preocupaba que por mi anhelo de darle lactancia exclusiva ella comenzara a tener problemas de salud pues sentía que no comía bien, aunque siempre estuvo bien de peso desde que nació.

Las redes sociales no ayudaban. En muchas de las páginas en las que buscaba tips y consejos, me encontraba con mensajes en los que idealizaban la lactancia, y mostraban que debía ser un momento mágico, feliz y único de conexión con tu bebé. De hecho en algunas páginas veía mensajes de las mismas madres que se daban palo entre ellas, como juzgando a aquellas que no pudieron continuar. La lactancia se convertía entonces en una especie de “medidor” de quienes amaban más o menos a sus hijos y NO. Bastaba ya de eso.

Con esto no quiero decir que nunca lo disfruté. Realmente ver ese pequeño ser prendido a mí, necesitándome, mirándome con esos ojos de amor es un sentimiento que jamás podría explicar con palabras. Realmente es de lo más bello que me ha pasado. Pero en últimas sentía que no era lo único que podía hacer por ella.   

Llegó un momento en que me sentí obsesionada con el tema, mi ánimo estaba por el piso y un día, en medio de las lágrimas, me di cuenta que había llegado el momento de suplementarla. Lo hice por mi salud mental y porque fui consciente que de no estar bien yo, la bebé tampoco lo estaría.

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Luego de gastarme toda la provisión de leche materna que había ido guardando juiciosamente en el congelador, la cual alcanzó como para dos semanas, llegó el día que no quería que llegara: el día en que Abby probaría la leche de fórmula por primera vez. Lloré y lloré cuando compré el primer “pote” porque me sentía fracasada como madre. Sentía que le había fallado a mi bebé. Ella estaba por cumplir 5 meses.

Sabía que el sabor dulce de esa leche haría que se olvidara de la mía. Y así fue... Poco a poco fue reduciendo las tomas hasta que un día, espontáneamente, ella misma abandonó la teta.

No siempre sucede esto. Hay bebés que continúan sin problema con lactancia mixta, pero como dice la sabiduría popular, ya ella venía “rechazando la teta” así que se acopló perfecto al tete y desde ese entonces tienen una relación muy feliz.

Poco a poco fui cambiando de pensamiento al respecto, dejé la culpa, rompí esa cantidad de paradigmas mentales que me había trazado y me sentí orgullosa de mí misma y en consciente aprendizaje en este mundo de la maternidad. Elegir mi tranquilidad, era transmitirle eso a mi Abby.

Ya a sus casi 13 meses, ella pide sus 3 tetes al día y los combina perfecto con una selección de alimentos entre los que ama con locura el banano, el aguacate, las coladas, cremas de verduras, la yuca y el ñame. Es una niña hermosa, inteligente, feliz y sobre todo, saludable.

No me arrepiento de esa decisión. Tenía un concepto errado de que la lactancia era la única forma de crear vínculo con mi hija y no. Yo creo que los bebés vienen ya codificados desde la barriga para tener apego con sus padres por naturaleza, haya o no haya lactancia materna. Solo es cuestión de amarlos, de transmitirles afecto, seguridad y protección a través de palabras, gestos, tacto y sobre todo, brindándoles la mayor cantidad y calidad de tiempo.

Ser padres no tiene manual. Es un aprendizaje todos los días, que te exige muchísimo esfuerzo, desvelos, paciencia, tolerancia y amor. Nunca vas a dejar de aprender.

En esta Semana Mundial de la Lactancia cuento mi experiencia para hablar de la otra cara de la moneda. Para representar a aquellas mamás que no alcanzaron ese sueño de lactar exclusivamente y para animarlas a que no se “den palo” ni se dejen juzgar si toman la decisión en algún momento del camino, de recurrir a la leche de fórmula, la cual también va a alimentar bien a sus hijos y a proveerles todo lo que necesitan.

Tampoco te compares con nadie. Pensar que por qué a tu mejor amiga no le duele lactar, o por qué fulanita se saca 6 onzas en una extraída, no ayudará en nada a tus extracciones. Al contrario, te pondrá más ansiosa y menos funcionará. El tema mental es tan importante en esto, como las condiciones físicas de cada quien.

En resumen, que esta Semana Mundial de la Lactancia Materna sirva para que entendamos que toda forma de lactancia es válida y debe ser respetada. Que sea la oportunidad para que todas nos amemos y nos demos valor por el solo hecho de ser dadoras de vida, una oportunidad que no todas tienen y de la que debemos sentirnos orgullosas aquellas a las que Dios nos ha concedido tan hermosa bendición.