Introducción
Uno de los peligros más grandes que tenemos en la educación de nuestros hijos es el confundir nuestro papel fundamental de padres con el papel secundario de amigos. Muchos por invertir el orden natural terminan afectando negativamente la conformación de la identidad de sus hijos. Yo se que lo ideal sería que siempre pudiéramos actuar como padres y amigos de los hijos, pero en el proceso evolutivo encontramos que los hijos deben encontrar en los padres una resistencia natural que los llama a la prácticas de tres actitudes esenciales para el sano desarrollo de la personalidad, me refiero a la concentración, la disciplina y la perseverancia. Nuestros hijos son muy dados a creer que si les exigimos concentración o disciplina o que sean perseverantes en algún momento de su vida con ello nos estamos volviendo en sus enemigos, algunos padres seden al chantaje emocional y terminan teniendo una actitud blandengue frente a ellos consiguiendo de este modo no sólo ser malos padres, sino además muy malos amigos de sus hijos ya que la verdadera amistad no patrocina las actitudes que ponen en peligro el sano desarrollo de la persona. Un buen padre sabe que aunque debe entender esa exploración natural de nuestro hijo o hija por las fronteras de los límites, es importante también ayudarlos a entender que esos límites que nos plantea la vida están allí para evitar que caigamos en conductas que nos pueden hacer daño, por ejemplo, como padres no podemos ceder ante la flojera de nuestro hijo en las mañanas cuando lo levantamos para que vaya al colegio, hay que pararse firme e insistir hasta que se levante, pero también es bueno que poco a poco esa responsabilidad vaya pasando a él y deje de ser una responsabilidad nuestra, lo normal sería que él o ella se levante solito o solita y tenga listo su maletín y sus demás cosas para el colegio.
Nudo
Como papás debemos comprender también que es normal que se dé cierto alejamiento, no se les olvide que nosotros representamos para ellos la figura de autoridad y es de ella que quieren tomar distancia, no de nosotros, el alejamiento de nuestro hijo no necesariamente significa un rechazo hacia nosotros, sino un saludable esfuerzo para crecer. No podemos pretender que nuestro hijo siga viendo en nosotros el único y principal modelo a imitar, van apareciendo frente a él nuevos modelos, nuevos patrones imitativos. La adolescencia tiene entre sus principales características, precisamente esa, la des – idealización de los padres y la búsqueda de nuevas figura a quienes imitar. Es normal que para entonces le atraiga más lo de afuera que lo que tiene en casa. Tenemos por tanto que prepararnos para las quejas, los reproches y las comparaciones, sobre todo debemos tener en cuenta que muchos de sus comportamientos y reclamos no serán hechos de la mejor manera, para eso estamos los papás para enseñarles a expresar de manera correcta sus incomodidades, sus descontentos sin tener que lastimar a otros. Aprender a resolver conflictos será también uno de los temas importantes para los cuales nos tenemos que preparar, ya escucharemos con mucha frecuencia esta frase: “¡es que tú eres injusto!!!” “¡es que la profesora no me entiende!!!” etc., etc.
Los reclamos de nuestro hijo en esta etapa, bien manejados por nosotros, pueden llegar a ser una oportunidad maravillosa de aprendizaje, por una parte nos pueden ayudar a revisar el concepto que hemos construido de nosotros mismos y la imagen realmente proyectamos a los demás. En este punto es importante insistir que se requiere realmente de mucha madurez por parte nuestra para distinguir con serenidad entre la forma un tanto irrespetuosa y agresiva del adolescente y el fondo de verdad que puede existir en sus palabras. Debemos reconocer con honestidad en qué tiene razón, valorar sus juicios y detectar con objetividad qué aspectos de nosotros conviene realmente cambiar en nuestra forma de actuar, de expresarnos y de relacionarnos con él o con ella.
Como podemos darnos cuenta, la adolescencia no es sólo una época de cambio para nuestro hijo, es también época de cambio para nosotros. Lo cierto es que normalmente la adolescencia de los hijos, en la mayoría de los casos, suele estar sincronizada con una época de crisis normal de los papás, la época entre los 35 y los 45 años, los padres vivimos también una crisis de identidad en ese tiempo, crisis laboral e igualmente en la relación de pareja ya para entonces papá y mamá han superado la fase del amor romántico, están en la fase del amor en crisis, la cual es la etapa previa para dar el paso al amor maduro (pero también es la fase en la que muchas parejas llevan su relación al fracaso), de modo que las criticas de nuestro hijo, pueden ser muy útiles para conocernos mejor, para lograrlo debemos propiciar momentos de acercamiento comunicación para aclarar nuestra posición, aceptar los errores y mostrarnos sinceramente tal como somos. Hablar con nuestros hijos de manera sincera y con la verdad abre las puertas del acercamiento, la simulación y el engaño por su parte se encargan de cerrarlas, vale preguntarnos entonces ¿Qué tipo de comunicación deseamos mantener?
Desenlace
Por último, es importante que entendamos también, por nuestro bien y por el de nuestros hijos, que no somos sus únicos guías o maestros, sino que todo el entorno, incluyendo por supuesto a otras personas que ni siquiera conocemos, también lo están educando activamente. La amistad con otros jóvenes, e incluso con otros adultos (por ejemplo, los papás de sus amigos, algún maestro o maestra en su colegio, su entrenador o entrenadora deportiva, etc.) puede generar “celos de padres” pero es mejor controlarlos, su amistad y diálogo con estas otras personas puede significar simplemente que los puntos de vista de otras personas le dan la oportunidad de mirar la realidad desde otra perspectiva. Debemos como padres estar atentos para que no adquiera conductas adictivas que lo puedan lesionar de manera permanente, pero no debemos bajo ningún motivo pretender que el punto de vista de nosotros, sea el único punto de vista que él o ella deban conocer, no hay forma de impedirlo, la represión puede quebrar su voluntad y esto terminará haciéndole más daño que bien, bien sea por fomentar en el adolescente una actitud de rebeldía permanente con una dosis de violencia activa descontrolada, o porque asuma una posición de violencia pasiva o reprimida que normalmente va acompañada, para ambos casos (activa o pasiva) de una baja autoestima. Todo esto reclama de nosotros una perseverante actitud de paciencia.
Para el diálogo
1. ¿Interpretas el alejamiento de tu hijo como un rechazo hacia ti o más bien como un esfuerzo saludable para lograr su independencia? En este contexto ¿Entiendes lo que significa la frase: “papá es papá e hijo es hijo”?
2. ¿Respetas los momentos de aislamiento y soledad de tu hija(o)?
3. ¿Estás preparado(a) para recibir de una manera serena los reclamos del adolescente? ¿Le enseñas a formular sus reclamos de una manera respetuosa?
4. ¿Asumes sus críticas como una oportunidad para revisar el concepto que tienes de ti mismo y para tratar de mejorar tu forma de relacionarte con él?
5. ¿Eres consciente que aunque tú hijo no lo admita, tú siempre serás el ejemplo que más lo marcará en su vida, para bien o para mal?