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Asumir la responsabilidad de luchar por los derechos y hacer que los demás cumplan sus deberes es la más loable forma de ejercer ciudadanía. Este es el caso de los vecinos del barrio Los Calamares en el sector del parque de la virgencita y la cancha de la Bombonera (así son las direcciones en la ciudad) que vieron como el espacio que había sido destinado para el esparcimiento de chicos y adultos fue usufructuado por personas ajenas a la comunidad, que establecieron un parqueadero, taller y cementerio de carros por más de 20 años.
Cansados de esta situación decidieron organizarse y conformar la Fundación Parque Juguemos para hacerle frente a las personas que se lucraban del lugar y que no pretendían desalojarlo. Cartas, derechos de petición, visitas, reuniones y lucha fueron sus armas para solicitar a diversas entidades como la Policía, la alcaldía menor, el Datt, la Procuraduría y la Policía de Transito su apoyo y gestión; hasta que el 25 de mayo de 2009 lograron con el apoyo de estas instituciones el desalojo de los carros que incluso debieron ser retirados con grúas, pues eran inservibles.
Lo habían logrado, el espacio volvía a ser de la comunidad, sin embargo ese era solo el comienzo, pues la grasa y aceites derramados en el lugar por la reparación de automóviles habían dejado estéril gran parte del sector, con un aspecto sucio y desolado. Iniciaron entonces con la siembra de limoncillos en los linderos del terreno, venta de comida, paseos y demás actividades con la intención de captar recursos para amoblar el espacio. No obstante, las personas que obtenían dividendos del antiguo parqueadero-taller iniciaron acciones legales y de hecho para recuperarlo: las legales no los llevaron a ninguna parte, pues el espacio había sido establecido en la urbanística del barrio para parque y las de hecho tampoco lograron amedrentar a los comprometidos ciudadanos, aunque debieron soportar lluvias de piedras y saboteo en los avances de recuperación del lugar.
Hoy en día, el parque cuenta con todos los instrumentos para la diversión de niños y arboles que brindan sombra para el descanso; además de un diseño elaborado por estudiantes de arquitectura de la Universidad de San Buenaventura que ya reposa en el banco de datos de la alcaldía.
Lo más interesante de la historia es que esta iniciativa no surge de una campaña política, sino del esfuerzo decidido de un grupo de vecinos que al margen del letargo ampliamente diseminado de la ciudad, decidieron afrontar con responsabilidad su deber como ciudadanos.
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Este era el aspecto del lugar cuando lo ocupaban los carros
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Así se ve actualmente el parque, con ornamentos comprados y colocados por la propia comunidad.
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Vecinos que en principio no apoyaron la iniciativa del parque, ahora llevan a sus hijos (no los de la foto)