Introducción
Uno de los aspectos más importantes del desarrollo humano durante la adolescencia es la configuración de la autoestima. El adolescente desea mucho que los demás lo estimen, y de ello va a depender en buena medida su propia estimación, es una ecuación que se puede formular de esta manera: “si me aman, me amo”. Nosotros como padres contribuimos en buena medida a la formulación de esa ecuación, sin embargo, para poder superar esa actitud el adolescente deberá comenzar a tomar las riendas de su vida con mayor firmeza y para ello deberá configurar su propio “plan de vida”. Independencia, libertad y autonomía son comportamientos que van muy unidos al concepto de autoestima, una persona que se ama a sí mismo, que se valora a sí mismo, que está seguro de sí mismo es alguien que en sus relaciones interpersonales procederá con mayor soltura y podrá crear verdaderos lazos de amor; por su parte una persona sin independencia, ni libertad, ni autonomía sólo sabrá establecer relaciones de dependencia; sin lugar a dudas será una persona que sufrirá mucho en la vida y que hará sufrir a otros si no decide retomar el control de su existencia.
Nudo
El asunto es trágicamente doloroso si lo miramos desde la perspectiva que hemos señalado en el título de este tema; eso es cierto “al que no planea, lo planean”, no existe un solo ser humano que no tenga un plan de vida, bien sea porque él es el guionista de su propio plan, o porque otro se lo impuso, pero el hecho es que todos tenemos un plan, bien sea propio, prestado, alquilado o impuesto. Para retomar el control y dar el primer paso en dirección a la configuración de nuestro propio plan de vida, lo primero que debemos hacer es fortalecer nuestra autoestima, eso es justo lo que el adolescente está tratando de hacer, sin embargo no siempre lo logra y termina cayendo en la trampa del tener, recordemos lo que decíamos en la reflexión titulada "Somos papás antes que amigos", hay quienes creen sentirse bien no por lo que son, sino por lo que tienen, confunden “ser” con “tener”.
Bien, en este momento me voy a detener precisamente en los elementos que constituyen una sana autoestima, entendiendo por supuesto que estamos hablando de una autonomía relativa, ya que nadie es absolutamente independiente en este mundo de interrelaciones en el que vivimos. Primero recordemos que nosotros los seres humanos no sólo construimos un concepto y una imagen propios, sino que además buscamos estar satisfechos con ellos y, para lograrlo necesitamos apreciar y disfrutar la manera de ser que nos caracteriza, a esto es a lo que aquí llamamos autoestima. Autoestima es el amor, el aprecio y a la satisfacción que tenemos con nosotros mismos.
La autoestima humana es un asunto muy frágil y, la adolescencia es una época de particular vulnerabilidad al fracaso, el ridículo, el rechazo y muy especialmente a la marginación. Por esta razón es muy común que se estén preguntando sobre su aspecto (¿Cómo me veo?), sobre su potencial (¿será qué si soy capaz?). Mucho de sus comportamientos en esta época van a depender de la autoimagen que tengan, si no se ve o se siente capaz, no lo hará así se lo roguemos de rodillas o lo amenacemos. Un adolescente con una autoestima sana mantiene relaciones más profundas y satisfactorias, aprovecha mejor las oportunidades, trabaja más eficientemente y aprende con más eficacia; pero lo más importante de todo, es que un adolescente con una autoestima sana está más dispuesto a tener su propio plan de vida ya que tiene mayor claridad en sus objetivos. No le corte las alas a sus hijos, el qué usted no haya hecho algo, no significa que su hijo no lo pueda hacer, ni tampoco que deba hacerlo obligado para que usted pueda suplir sus propias incapacidades y frustraciones.
Trabajar positivamente en la autoestima de nuestro hijo implica también trabajar positivamente en la nuestra ya que sólo sintiéndonos contentos y satisfechos podremos ofrecer a nuestro hijo la independencia, la orientación y el respaldo que necesita para poder desarrollar su propia autoestima. Si queremos ayudar a nuestro a ser el escritor de su propio plan de vida tenemos que acompañarlo en la conquista de una sana autoestima. Por otra parte, no nos dejemos confundir, la autoestima no puede ser modificada ni creada directamente. Para inspirarla, nosotros los padres debemos enfocar nuestros esfuerzos en favorecer en nuestro hijo una forma particular de pensar y sentir. Primero, nuestro hijo debe pensarse y sentirse amado y respetado. Esto requiere también aprender a establecer relaciones cercanas y cómodas. Una sana autoestima se hace evidente en la capacidad del adolescente para expresar abiertamente sus emociones y pensamientos sin pretender ser, de manera egoísta, el único centro de atención.
Desenlace
Presentado en forma positiva, esto significa que un adolescente con una autoestima sana se caracteriza porque sabe escuchar a los demás y también sabe comprenderlos, aunque no tengan necesariamente el mismo punto de vista. Una manera sencilla de formarlo en esta dirección consiste en prestarle atención, demostrarle nuestro afecto en lo que decimos y en lo que hacemos, escucharlo y compartir nuestros sentimientos, manifestar interés por sus asuntos, sus logros y preocupaciones, compartir aficiones y pasar tiempo a solas con él. Es importante también que entienda que nuestro amor no depende de lo que él haga o deje de hacer, sino de lo que él es; de que aunque le pongamos límites, y en ocasiones rechacemos su conducta, estaremos siempre presentes y dispuestos a hablar con él, para apoyarlo y acogerlo con cariño. Segundo, nuestro hijo debe pensarse y sentirse único y valioso. Esto implica que él debe, por una parte aprender a reconocer las cualidades que lo hacen único y especial, y por otra, aprender a experimentar, de una manera serena, el respeto y la aprobación de los demás. Nuestro hijo(a) necesita contar con nuestra confianza aún cuando falle. Ante un error es importante que se establezcan acuerdos sobre nuevos límites y es bueno que se busquen oportunidades para reparar el error. Mucho cuidado con los juicios críticos como “torpe” “rebelde” “descuidado” sólo sirven para avergonzarlo y ofenderlo (dañan su autoestima) o los juicios elogiosos “Yo sé que tu vas a ser el mejor de tu curso porque eres más inteligente que los demás”, por un lado sólo sirven para presionarlo y exigirle de manera disimulada que cumpla con nuestras expectativas, eso también daña la autoestima, más aún si no lo logra, ya que no sólo se falla a él mismo, sino que además siente que lo está lastimando a usted. Es distinto decir “¡bien!! Que golazo el que metiste, con eso ayudaste a tu equipo a ganar” a decirle “bravo, que golazo, eres el mejor de tu equipo, los demás no juegan ni la mitad de lo que juegas tú."
Por último, nuestro hijo debe pensar y sentirse hábil y capaz de hacer bien las cosas y de afrontar responsabilidades. La autoestima de nuestro hijo se fortalece cuando intenta y consigue algo con su propio esfuerzo. Nuestra tarea es alentar a nuestro hijo a enfrentar las dificultades, y brindarle las oportunidades que le permitan influir sobre su vida de una manera positiva, pero sobreprotegerlo no es, bajo ningún aspecto, una opción viable.
Para el diálogo
1. ¿Trabaja usted seriamente en fortalecer su propia autoestima para darle un buen ejemplo a su hijo(a)? ¿Se cuida usted bien en lo físico, lo espiritual, lo moral, lo económico, lo intelectual y lo social?
2. ¿Mantiene solidas relaciones con su pareja, con sus amigos y demás familiares?
3. ¿Se esfuerza por hacer sentir, con palabras y con hechos, a su hijo amado y respetado?
4. ¿Hace que su hijo se sienta capaz de hacer bien las cosas por sí mismo y de afrontar las consecuencias?
5. En este contexto como entender el adagio popular que dice: “Soldado avisado, no muere en guerra”.