Cartagena padeció en el siglo XIX grandes azotes que devastaron su población. En varias ocasiones, murieron aproximadamente tres cuartas partes de sus ciudadanos y muchos de sus dirigentes. La ciudad fue víctima de eventos humanos y biológicos: las guerras intestinas de una nación en ciernes y las pestes. Entre las últimas, estuvieron las epidemias del cólera, sarampión, viruela, tifo y malaria o fiebre palúdica, entre otras. El dengue estaba presente bajo las definiciones de fiebres terciarias o cuaternarias, e incluso con el termino de ‘fiebres quebrantahuesos’.
En las últimas décadas de dicho siglo y en el inicio del siguiente, mientras a nivel mundial crecía el conocimiento sobre las causas de las enfermedades, iban quedando atrás las concepciones míticas como los miasmas y las interpretaciones religiosas de las infecciones. El advenimiento de importantes tecnologías como el microscopio, facilitaron el desarrollo de la anatomía patológica, la bacteriología y la inmunología. Se obtuvo pleno respaldo científico para enfatizar sobre la importancia de la higiene y el saneamiento básico, como estrategias principales para enfrentar a los microorganismos (bacterias, hongos y virus), así como a los vectores causantes de las enfermedades infecciosas.
Los profesores médicos cartageneros, desde la Universidad de Bolívar (hoy Universidad de Cartagena) y agrupados en la Academia de Medicina de Cartagena (para entonces llamada Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar) estuvieron a tono con esas corrientes mundiales y realizaron discursos para promover la higiene y el correcto manejo de los desechos y las excretas en la ciudad. A nivel nacional, la Ley 27 de 1946 creó el Ministerio de Higiene y en todas las regiones geográficas, las instituciones oficiales encargadas de velar por la salud pública llevaban la palabra “higiene”, inscrita en sus denominaciones. Con el tiempo, el vocablo fue sustituido por el de “Salud”, sin que se hubiesen alcanzado los suficientes y sostenibles niveles de conciencia e hiciesen parte de la realidad el valor de la higiene y la salubridad, tanto pública como privada.
Hay que destacar que las malas condiciones sanitarias propician el contagio de las infecciones de una persona a otra o desde los vectores hacia los humanos. Cuando son deficitarias las condiciones de higiene o el ambiente es insalubre por el acúmulo de aguas estancadas, sucias e incluso limpias, recipientes abiertos que conservan las aguas lluvias, tanques o recipientes abandonados, macetas, neumáticos desechados, etc., existen condiciones para la proliferación de un zancudo o mosquito denominado ‘Aedes aegypti’, originario de África, que llegó a América en las épocas de la colonización. Este mosquito grande, es conocido como el mosquito del dengue, el mosquito momia o mosquito de la fiebre amarilla o el zancudo de patas blancas, el cual transmite los virus del dengue, la fiebre amarilla, la artritis epidémica chikunguña, la fiebre del Zika y el Virus Mayaro.
Este mosquito acompaña al ser humano desde hace siglos y la enfermedad del dengue está presente en más de cien países. En Cartagena, el mosquito continuará mientras sean insuficientes las medidas de saneamiento básico ambiental y predomine la falta de higiene que son factores fundamentales para la perpetuación de los criaderos de los mosquitos.
Cartagena es especialmente vulnerable ante el ‘Aedes aegypti’. El inadecuado manejo de desperdicios y basuras, las escasas acciones para prevenir la contaminación de los cuerpos de aguas y sus orillas, la ausencia de sensibilidad individual e institucional en los riesgos que conlleva el vertimiento inadecuado de las aguas servidas que se acumulan en calles o en patios, el pésimo manejo de las aguas pluviales que se visibilizan con las inundaciones de plazas y calles, el continuo desbordamiento de alcantarillas, la falta de un eficiente manejo de playas, mareas y el perfil costero, la existencia de barriadas o comunidades que carecen de redes para el suministro regular de agua potable lo cual las obliga al uso de pimpinas o tanques inadecuados de almacenamiento, e incluso, las calles en tierra, destapadas y polvorientas, favorecen la perpetuación del mosquito en la ciudad.
En un hueco cualquiera, así como en un recipiente plástico abandonado, un solo mosquito puede dejar hasta 400 huevos que pueden resistir condiciones de sequedad hasta seis o más meses. La llegada de las lluvias, que convierten las calles en lodazales y humedecen los objetos que continúen tirados, permitirán la continuidad del ciclo vital de los huevos hacia larvas, pupas y mosquitos adultos que salen y pican a humanos portadores del virus, los trasmiten a otros humanos los cuales pueden desarrollar la enfermedad de forma leve o grave (dengue hemorrágico), e incluso causar la muerte.
El mal manejo de las lluvias, y no las lluvias como tal (ya que ellas no traen mosquitos), es elemento disparador de la proliferación del zancudo, por tanto, de la mayor circulación del virus y el incremento de casos y muertes, hasta llegar a epidemias, como la actual que azota a Cartagena, con tazas vergonzosamente elevadas, con respecto a otras ciudades y países, en los cuales tienen similares deficiencias a las nuestras y por consiguiente también tienen epidemia.
Muchos insecticidas se han utilizado y se utilizan para erradicar el mosquito y son ineficaces. Cantidades de campañas se realizan para enseñar a las comunidades a destruir los criaderos en sus patios y terrazas, mientras que los criaderos de las áreas públicas permanecen sin dolientes, o sea, enseñanza con el mal ejemplo.
El dengue no es una enfermedad para abordar sólo desde la perspectiva de la atención en salud, aún no hay vacuna para uso masivo poblacional ni hay medicación específica para tratar la enfermedad. El dengue es una condición que erradamente se viene abordando sólo desde la terapéutica al paciente enfermo (pabellones, camas, UCI) y no desde una amplia, seria y comprometida prevención desde la sanidad pública, que sea sostenible en el tiempo, que no sea solo en épocas de lluvias o epidemias, que involucre a todos los actores y fuerzas vivas de la sociedad, para efectivamente destruir los criaderos del zancudo transmisor de la enfermedad.
El periódico ‘El Universal’ de Cartagena, el 3 de noviembre del 2013 anunció que en ese año habían sido notificados 552 casos de dengue confirmados y habían fallecido seis personas. Ahora, en noviembre del 2021, se han notificado más de 3700 casos y más de una decena de muertes, cifra mayor a la informada en los dos años anteriores. La incidencia actual del dengue en Cartagena del 2021 son 407 casos por cada 100.000 habitantes, mientras que, para Colombia son 111 casos x 100.000 habitantes. Se han encontrado enfermos en las tres localidades en que esta dividida la ciudad, en prácticamente todos los barrios y en todos los grupos de edad. Estas cifras muestran la crudeza del dengue en Cartagena.
El dengue continuará siendo una peste con epidemias como la actual o hasta peores, a menos que se puedan articular todas las carteras de la administración pública para mejorar las condiciones de higiene. Se hace necesario que todas estén trabajando coherentemente con las dependencias de educación y salud, que aporten planes de acción para acabar con el mosquito aplicando políticas ambientales que reduzcan la palpable insalubridad en que se encuentra Cartagena, realizando obras de infraestructura para la canalización de caños, ciénagas, lagos y laguitos, creando redes para el manejo adecuado del agua potable y servidas, colocando en marcha planes para la oportuna limpieza de calles, el manejo de los desechos inservibles evitando el acumulo de recipientes no biodegradables y la correcta separación de residuos orgánicos y no orgánicos para una más eficiente recogida de basuras, aplicando un coherente plan de ordenamiento territorial, y sin dudas, realizando acciones que de verdad lleven a la reducción de la miseria y la pobreza. El dengue es una terrible enfermedad socioambiental, que solo la sociedad en plena puede llegar a frenar; mientras tanto existirán enfermos y muertes.