La fábrica de leyes


El Código Civil Colombiano en su artículo 4° define la ley de la siguiente manera: 

“Es una definición de la voluntad soberana manifestada en la forma prevenida en la constitución nacional. El carácter general de la ley es mandar, prohibir, permitir, o castigar.” 

La ley tiene inmersa una declaración de la voluntad soberana. El legislador fue ungido por el soberano para que, desde el ejercicio de su cargo, represente al conglomerado en beneficio de la prosperidad y en busca del bienestar, sin desconocer el carácter supremo de la constitución, como norma jurídica suprema y fuente de legalidad.

El Congreso de la República en su función legislativa, tramita proyectos de ley que van desde asuntos esenciales de carácter prioritario y seguridad nacional, hasta las leyes caprichosas, que en muchos casos son declaradas inexequibles por ser contrarias a los preceptos constitucionales o por haberse constituido errores de forma o tramite.

Podemos decir que Colombia es un país de leyes en el que: “hecha la ley, hecha la trampa”. Tenemos infinidad de leyes, una para cada cosa y las que se inventan todos los días. La más reciente y ampliamente divulgada, se trata de la LEY DE DESCONEXION LABORAL, la cual considera como un acto de acoso laboral, transgredir el horario de descanso del trabajador, con la intromisión de mensajes de texto, WhatsApp, correos o llamadas de índole laboral por parte del empleador.  Los trabajadores no están en la obligación de contestar a tales medios por fuera del horario laboral.  Esto tiene como argumento que la salud mental y descanso de los trabajadores no tienen por qué ser interrumpidos. 

Los legisladores tienen gran capacidad de imaginación, ellos sufren por el pueblo que pretenden guiar y creen que a punta de ley encontrarán la solución, o la salvación.

La Ley de Moisés, la de Hamurabi, la del más fuerte; no son nada comparadas con la caterva   de leyes que existen en Colombia. Con la creación del Congreso de la República, entre 1811 y 1820, comenzamos a vivir en un diluvio de leyes, que, hasta entonces, suman más de cinco millones, según indican las estadísticas. Algunas de ellas inútiles, otras, realmente inaplicables. Aun así,  quienes están revestidos con el poder legislativo, siguen reuniéndose, haciendo debates, presentando y aprobando proyectos de ley, que sólo saturan el ordenamiento jurídico. 

Pareciera que lo importante es justificar el paso de los padres de la patria por el congreso y hacer leyes, cada uno de acuerdo a su interés. Sin importar que estas sean inconstitucionales, inapropiadas, desatinadas y hasta derogadas, puesto que la idea es promulgar leyes “a diestra y siniestra”.

 

 


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